Aquel día, cada paso de vuelta se sintió como una gota de sangre derramada. Me sorprendió lo similar que se sentía a cuando me había ido del volcán Draka, como si en frente de mí se encontrara de nuevo un camino desconocido.
Es verdad lo que dicen, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Una vez más, el bosque Folka se volvió a sentir como una dimensión completamente diferente. Ya no se sentía como mi hogar. Dios mío, ¿cuál era mi hogar?
Cada hoja seca caía sobre mi cabeza era como un enemigo. Pero cuando una bellota cayó, fue como si me despertara de un trance. De repente, una increíble ansiedad invadió mi cuerpo. Fue tan fuerte que tuve que detenerme en mi lugar por unos segundos. Ya no quería estar ahí, quería volver al volcán Draka. No, ni siquiera eso, quería volver al mundo humano, a Londres. Quería volver a ver un cielo azul, edificios de otro material a parte de piedra, personas que no tenían intención de lastimarme, quería ver a mi mamá y a mi papá, quería montar un auto, quería poder ver la guerra desde un televisor y no en vivo, y quería jamás haber pasado por la conversión.
Cuando no pude más, me senté sobre mis talones, y me eché a llorar. Ya lo sé, es patético. Ya llevaba casi una década en este lugar, pero los Draka me habían enseñado a desconfiar. ¿Cómo no iba a desconfiar de la vida misma?
Ten cuidado con lo que deseas. Escuché de repente en mi mente. Recuerda que las palabras tienen poder.
Paré mi llanto, y miré a mi alrededor. Alguien estaba ahí, yo lo sabía, pero buscarlo era como diferenciar el agua del alcohol.
Me gustaría poder conocerte, Rhodeva. Escuché. Era una voz masculina.
-Pero este no es el tiempo-dijo él, pero su voz ya no parecía estar dentro de mi mente.
La voz venía de una persona que apareció dentro de mi campo de vista. Desde mi ángulo, vi un par de rodillas pálidas. Era difícil decirlo a ciencia cierta en la oscuridad de la noche, pero creí ver varias cicatrices en sus piernas.
Levanté mi mirada hacia su rostro. Sus ojos eran de color púrpura, y sus cabellos de color negro. Había vejez en su rostro, como si hubiera vivido como un inmortal por ya muchos años. Tenía dos largas alas en su espalda. Las puntas de sus alas miraban hacia abajo, y los bordes estaban rasgados como si alguien hubiera tomado su espada y hubiera echo obras de arte en ellas. No supe distinguir si se trataba de un Folka o un hada. La noche era demasiado oscura, y mis ojos no parecían estar ajustándose.
-Yo te he visto antes-dije, mientras me arrastraba hacia atrás.
Él se agachó para que nuestros ojos quedaran al mismo nivel.
-No importa. Ya no recordarás esto para cuando salga el sol de nuevo.
Jamás en mi corta vida había visto una criatura que despertara tanto miedo en mí. Tenerlo tan cerca de mi hacía que mis pelos se pusieran de punta, y con cada palabra su aliento hacía que mis dedos temblaran.
-¿Qué quieres de mí?-pregunté.
-Quiero obsequiarte algo-respondió, mientras extendía hacia mí una corteza de árbol-. Soy la única persona en la que puedes confiar en este mundo. Cuando me necesites, quemarás esta corteza, y la magia nos reunirá.
Titubeante, tomé la corteza de su mano, y la guardé en el fondo de la funda de mi espada.
-¿Quién rayos eres?-pregunté.
El hombre rió amargamente y me ofreció su mano.
Una vez tomé su mano, un blanco cegante inundó mi visión....
Al abrir mis ojos, lo primero que vi fue una sábana roja. Con párpados pesados y pensamiento lento, fruncí el entrecejo y puse una mano sobre el hasta ahora no distinguido color.
Lo sentí mojado, y esto me disgustó tanto que me levanté de un sobresalto.
Me tomó un tiempo procesar que estaba dentro de la habitación de Rach. Las cortinas de color púrpura estaban abiertas de par en par, aunque yo recordaba que las había dejado cerradas. Miré mi almohada, y estaba empapada de sangre. ¿Era mía aquella sangre? ¿Había matado a alguien mientras dormía?
De repente, escuché voces en el pasillo, y puse mi cara de nuevo sobre la almohada, haciéndome la dormida.
-... es preocupante, realmente preocupante-escuché. Era la voz de Rach.
-Temo decirle que nunca antes había visto algo así. Tal vez, si usted me pudiera facilitar una muestra de su sangre...
-¡Jamás!-respondió Rach.
A continuación, escuché un estruendo contra la pared. No me atreví a abrir lo ojos.
-Me imagino que usted comprende que yo lo puedo hundir tan rápido como lo ascendí, ¿no es así?-dijo Rach.
Se escuchó un tembloroso "sí", con una voz ahogada.
-Así que o usted me dice qué le está pasando a ella, o le prometo que lo exiliaré tan lejos como sea posible-dijo Rach, en un tono amenazante-. ¿Sabe qué tan importante es la salud de esta mujer?
La persona soltó unos quejidos, y musitó unas cuantas palabras:
-No parece ser un tema de salud, señor.
-¡Entonces qué es!-exclamó Rach. Había tanta furia en su voz que me encontré a mí misma escondiéndome dentro del edredón.
-Alguna clase de...-la persona tosió-... magia, señor. Diferente a la que conocemos, al parecer.
Me aventuré a abrir un ojo justo cuando Rach retiraba su brazo del cuello de un Folka.
-Lárguese de aquí-dijo Rach.
Sin dudar un sólo segundo, el Folka puso pies, y alas, en polvorosa.
-Y tú, Rhodeva, sé que estás escuchando, así que mejor párate de una vez.
Lentamente, obedecí. Aunque tuviera náuseas, logré pararme de la cama y volverme hacia Rach.
-¿Puedes explicarme dónde diablos estabas anoche?-preguntó Rach.
Diablo era lo que parecía él cuando se enojaba. La parte blanca de sus ojos se enrojecía, al igual que su piel. Se veía como un auténtico demonio.
Traté de recordar los eventos de la noche anterior, pero lo único que encontraba en mi memoria era un cuadro blanco.
-No... no lo sé-respondí.
Rach suspiró, como si estuviera tratando de calmarse.
-Escucha, no quiero sonar como un padre sobre protector, pero no puedo permitir que sigas teniendo aventuras nocturnas tan frecuentemente. El bosque no es lo suficientemente seguro.
Yo levanté una ceja.
-¿Y qué vas a hacer? ¿Poner barrotes en todas las ventanas?
Rach pareció considerarlo.
-De hecho, es justo lo que voy a hacer.
Rach extendió sus brazos bruscamente a cada lado de su cuerpo, e inmediatamente un fluido flotante parecido al agua sucia apareció al otro lado de la ventana.
-¿Es en serio? ¿Me vas a encerrar aquí?-dije, claramente frustrada.
-Al menos hasta que me haga cargo de unos cuantos... asuntos-respondió Rach.
Yo refunfuñé, y volví a sentarme sobre la cama.
-Lo primero que quiero que me expliques-dijo Rach, mientras tomaba mi almohada-, es esto.
-¿Qué te puedo decir?-respondí-. Son asuntos de mujeres.
Rach me miró de manera extraña, pero lo dejó ir.
-¿Desde hace cuánto estás teniendo sangrados nasales?
Yo me rasqué la cabeza.
-Creo que la primera vez fue cuando venía viajando con... Fer-dije, mientras se armaba un nudo en mi garganta.
-¿En qué momento, específicamente?
Traté de concentrarme, pero se me hacía inusualmente difícil aventurarme dentro de mis recuerdos.
Recordé entonces mi sangre cayendo y formando huecos en el césped, y recordé haber mirado a Fer pero en su lugar haber visto a...
-¡Auch!-exclamé. Mi cabeza se sintió como si alguien la hubiera golpeado con una sartén. Sin embargo, el golpe aclaró mi memoria-. Vale, si no recuerdo mal, fue unas semanas antes de llegar, justo antes de que entráramos a la casa de La Bruja del Sur.
Rach me miró como si hubiera dicho la cosa más estúpida del universo.
-Dime más bien qué pasó antes de tu sangrado-dijo.
-¡No lo recuerdo, Rach! Creo que el día de antes no hicimos nada especial-dije, pero de repente recordé algo-. Bueno, tal vez lo único inusual fue un sueño extraño que tuve la noche anterior.
Rach se mostró interesado, y se acercó.
-¿Qué pasaba en aquel sueño?
Me lamí los labios, detectando un leve sabor a sangre que me disgustó.
-No recuerdo. Tiendo a olvidar mis sueños muy rápidamente-mentí.
Rach me miró con ojos entrecerrados.
-Si no lo recuerdas, ¿cómo sabes que este sueño fue "extraño"?
Apreté mi mordida. ¿Por qué era Rach tan inteligente?
-Vale, vale. Soñé con un dragón que hablaba en un idioma extraño-respondí-. Y ya, eso es todo.
Rach levantó las cejas, e irguió su espalda. No parecía estar sorprendido, era más bien como si estuviera irritado. Dio varias vueltas alrededor de la habitación, completamente en silencio. Me estaba poniendo un tanto incómoda, como si Rach fuera una fiera que podría atacar inesperadamente.
Al cabo de unos cuantos minutos, se volvió hacia mí.
-Gota murió anoche-dijo.
Me sorprendió el cambio de tema, pero también la manera tan indiferente en la que lo había dicho.
-Vaya, lo siento-respondí-. ¿Te encuentras bien?
Rach me miró intensamente, como si hacerle aquella pregunta fuera un insulto.
-Por supuesto-respondió.
Llegó a disgustarme la manera en que lo decía. ¿Qué estaba mal con Rach? Pensé que habíamos dejado la fase de frialdad atrás.
-Si estuvieras bien, no lo hubieras mencionado-respondí.
Rach apretó sus labios.
-No necesariamente. Pude habértelo dicho como una simple noticia, un dato curioso.
-Es cierto. "Pudiste" haberlo hecho, pero no fue así. ¿Verdad?-respondí.
Rach abrió su boca como si fuera a decir algo, pero luego se retractó. Se volvió hacia la ventana, con sus manos atadas detrás de su espalda.
-Cuando has vivido tantos años, aprendes que hay cosas que importan más que otras, Rhodeva.
Me encontré a mí misma riendo amargamente.
-Si es así, no le permitiré a mi cuerpo vivir más de cien años-dije, pero no sólo lo dije, también me lo prometí a mí misma.
Rach me miró inexpresivamente.
-Cambiando de tema, ¿cómo te fue con Ferméndago?-preguntó.
-Bien, ¡hasta que mencionó que lo habías mandado en una misión suicida!
Rach comenzó a reírse, lo cual me molestó bastante.
-¿De qué te ríes, pelotón?
Él negó con su cabeza.
-De tu hipocresía, Rhodeva. Te preocupas por la vida de otros, ¡cuando me acabas de decir que te vas a quitar la tuya propia!
Ya estaba apretando mi mandíbula tan fuertemente que temía que uno de mis dientes se fuera a quebrar.
-Yo no dije eso-respondí-. Creo que esta charla ha llegado a su fin, Bachdiom.
Rach cesó de reír, y se dirigió hacia la puerta.
-Mañana te revelaré mi plan, pero hoy te dejaré aquí, pues tengo cosas que hacer. Tienes toda la casa para ti sola-dijo.
-¿Cómo vas a salir si...?-comencé, muy tarde, pues Rach ya había salido y azotado la puerta tras él.
"Vaya día", pensé.
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Draka y Folka, Libro 1: Los híbridos
Fantasy"Hace muchos años, los dragones de la luz y los dragones oscuros entraron en guerra, los dragones de la luz recibieron ayuda de las hadas, con quienes, después de unos años, se reprodujeron. Al final, ambos los dragones de la luz y los oscuros se ex...