Capítulo 7: Clases de vuelo

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-¿Estás bien?-dijo Fer, una vez hubimos volado cierta distancia.
En el horizonte, pude ver el sol saliendo. Estaba amaneciendo.
-Sí... Supongo-respondí-. Sólo estoy... Confundida.
-¿Qué te dijo Leto?-preguntó.
-No lo sé. Parecía una profecía-respondí, a juzgar por el sonido poético de sus palabras.
Fer se lamió los labios, nervioso.
-¿Qué decía la profecía?
-Decía que una dama debía ser exterminada, supongo que se refería a mí-al oír mis palabras, Fer se tensó-. Fer, ¿me estás ocultando algo?
-A mi no me culpes, yo sólo soy el mensajero. No hay nada que ocultar-dijo Fer-. A menos nada que yo deba ocultar.
-Eres muy malo mintiendo-respondí.
Él sonrió.
-Eso es cierto, pero también es lo que te estoy diciendo-dijo Fer-.Un loco es un loco, Rhodeva. Hay cosas que aún no puedes saber, y al parecer tampoco yo.
Asentí, aunque me estuviera cansando del misterio.
-¿Cuánto falta para que lleguemos al bosque Folka?
Fer me dió una mirada divertida.
-Llevamos sólo un día viajando. Además, nos hemos desviado del camino. Estoy bastante seguro que la distancia no ha reducido mucho.
Al oír la noticia, los músculos de mi espalda gritaron.
-Fer... Mi espalda no estará completa para cuando lleguemos-dije.
Las comisuras de su boca se levantaron, sólo un poco. Él me miró con sus ojos grises.
-Es obvio. No estás volando de la manera correcta-explicó.
-¿Qué? ¿Y cuándo pensabas decírmelo?
-Cuando estuviéramos en el lugar correcto para darte unas clases de vuelo. ¿Qué opinas?
Yo suspiré.
-No, Fer. Si seguimos haciendo paradas no vamos a llegar nunca.
Fer sonrió burlonamente.
-¿Por qué tanta prisa? Lo único que te espera en el bosque Folka son arduas tareas, miles de preguntas y cientos de seres coloridos e irritantes como yo. Si fuera tú, no estaría muy ansiosa-bromeó Fer-. Si quieres, podemos perdernos en el bosque, y aislarnos de todo conflicto. Jamás volver a salir.
-¿Y vivir como un exiliado? ¿Perderme la guerra, además? Me encanta tu oferta, pero esa no soy yo.
Fer se encogió de hombros.
-¿Te imaginas? Los Folka no nos dejarían en paz, vendrían por nosotros una vez el plazo se hubiera cumplido.
-¿Cuánto plazo tienes para llevarme con los Folka?-pregunté.
-Un mes-respondió.
-¿No dijiste que el trayecto duraba sólo dos semanas?
Pude ver la sonrisa maliciosa formándose en su rostro.
-Fer... Me estás asustando. No me vas a secuestrar, ¿cierto?
Él rió.
-Si toma sólo ese tiempo, pero los Folka no lo saben. Quiero que nos tomemos un poco más de tiempo, porque te quiero enseñar cosas, cosas que ni los Draka ni los Folka te podrían enseñar.
-Eres un Folka, te estás contradiciendo-dije, con aire de superioridad.
-Tal vez sea un Folka, pero soy un chico especial.
La invisibilidad de sus alas brilló a la luz del sol matutino. Se veían cómo las alas de un fénix, y el volaba como uno de ellos, majestuoso, pero con un tipo diferente de encanto.
-Entonces, sobre esas clases de vuelo...
Él sonrió.

...

Estábamos parados sobre una alta montaña, desde la cual se podían ver los mágicos bosques y lagos cuyo propósito cruel no era visible.
-Bueno, lo primero que tienes que aprender es a despegar sin desgarrarte las articulaciones.
Yo asentí.
-Mira. Debes tomar provecho del tiempo, trata de que tus alas no se encuentren en posición vertical, pues no cortarás con el viento como es debido. Deben estar un poco inclinadas, para que sea más fácil-instruyó Fer, haciendo demostraciones, luego añadió-: Una vez estés en el aire, no agites mucho las alas. Deja que el viento sea tu soporte, como un ave. A ver, inténtalo.
<<Deja que el viento sea tu soporte.>> Me repetí.
Siguiendo sus instrucciones, me elevé en el viento. Sentí como este acariciaba mis pluma-escamas y me dejé llevar. Sentí el impulso de abrir mis brazos, jamás me había sentido tan libre. Dejé que las corrientes de aire me guiaran, sólo movía mis alas cuando me sentía inestable. Al parecer, no era tan mala en esto.
El desastre vino en cuanto aterricé. Me tambaleé y perdí equilibrio. Fui a dar contra el césped como un platillo volador roto.
-Lo has hecho bien-dijo él.
-Si estrellarse contra el suelo es bien, no me imagino mal.
-Tu error ha estado en que has tenido los brazos abiertos a la hora de descender. Deben estar pegados a tu cuerpo, para no interferir con el viento. Tus alas también deben estar dobladas. En otras palabras, debes descender con sólo la fuerza de la gravedad. Una vez estés próxima al suelo, abre tus alas; estas te servirán de una especie de paracaídas.
Lo intenté, y no obtuve un mejor resultado.
-Vamos, no te rindas-me entusiasmó, sus largas pestañas rojas parecían burlarse de mi al moverse con el viento.
Esta vez, lo logré. Caí ágilmente, pero también suavemente, como si mis alas hubieran sido un colchón de aire.
-Muy bien, ahora sólo tienes que hacer lo mismo, pero con estilo-dijo.
-Estilo tu abuela-dije, empujándolo fuera de la montaña y lanzándome detrás de él.
Los dos caímos y volamos al mismo tiempo, lanzándonos césped y riéndonos del otro.

...

No sé cuanto tiempo duramos así, pues las horas se me hicieron cómo minutos, pero para el final de su "clase", nos encontrábamos de nuevo en la cima de la montaña viendo hacia el cielo, sobre el cual estaba atardeciendo.
-El cielo aquí es extraño. Es muy diferente al cielo en el mundo humano-dije, contemplando los exóticos colores que se desenvolvían alrededor de las nubes.
-¿Cómo es el cielo en el mundo humano?-preguntó Fer, quién al parecer jamás había estado allí.
-Es bellísimo. Es azul, pero tiene variaciones entre claro y oscuro. Sus nubes están hechas de gas blanco, y si te concentras, puedes ver que forman figuras-respondí.
-¿Y los atardeceres? ¿Son iguales que acá?
-Sí, pero son menos misteriosos. Son menos mágicos, más humanos, más ordinarios-dije.
-Lo ordinario no tiene nada de malo. Es sólo un tipo diferente de belleza-dijo Fer, mientras su cabello se mezclaba entre la hierba.
-Aquí nada es ordinario-dije.
-Las noches lo son. El negro y el vacío son tan... Simples. Sólo sus estrellas lo adornan. Yo encuentro algo maravilloso en aquella simplicidad.
Yo volví mi cabeza hacia él. Fer no paraba de mirar el cielo, como si estuviera maravillado con sólo la vista. Vaya, jamás había visto a un chico tan profundo y minucioso, alguien para quien la vida significara más que sólo respirar. Para Fer, la vida escondía secretos y misterios, algunos de los cuales no debían ser desenmascarados.
"La híbrida de cabello rubio cambiará el destino, un destino que no fue creado para ser cambiado." La frase surgió dentro de mi como una inquietante alarma. No sabía que significaba, aún, pero algo me decía que su significado no era profundo. Era superficial, como la mayoría de los asuntos de los híbridos.
Yo no quería ser superficial.
-Fer, ¿nos podemos quedar a ver el anochecer?-pregunté.
Él suspiró.
-No, aquí no. Es muy peligroso andar solos por la noche y sin refugio.
-¿Por qué es peligroso?-reproché.
Fer mostró una sonrisa condescendiente.
-No todo es belleza en cualquier mundo, Eva.

...

En menos de diez minutos, Fer había armado un refugio con todo aquello que había encontrado, y nos encontrábamos escondidos entre los fronduosos árboles. A pesar de cualquier cosa que Fer me hubiera dicho, yo me sentía segura.
De repente, una necesidad se arremolinó dentro de mí. Algo me faltaba, y yo sabía qué era.
-Fer-dije, una vez él hubo terminado su refugio-. Necesito un arma.
Fer encorvó una ceja.
-¿Para qué? No querrás matarme mientras duermo, ¿no es así?
-Debemos protegernos. Si existe tal peligro, debemos combatirlo-dije.
-No podemos combatir ese peligro. No somos lo suficientemente fuertes-dijo Fer.
-Habla por ti mismo-le dije-. Confío en mis habilidades.
Fer suspiró.
-Está bien. Conseguiremos una en cuanto podamos-dijo Fer-. Por ahora, será mejor que durmamos, ellos pueden olernos si estamos despiertos.
Él se tensó, como si hubiera dicho algo que no debería. Pero ya era demasiado tarde.
-¿Quiénes?-pregunté.
Fer apartó la mirada.
-Los Draugr.
La palabra despertó recuerdos. Leto los había mencionado, eran parte de los olvidados.
-¿Quiénes son ellos?
-Espero que jamás tengas que saberlo-dijo Fer-. Ahora, por favor Eva, he dicho demasiado. Debemos dormir. Ya.
Yo obedecí, pero la llama de la curiosidad se había encendido dentro de mi, y una vez se encendía, no se apagaba.
Ambos dormimos en el suelo, aunque el espacio era tan pequeño que no pudimos evitar chocarnos un par de veces. Sí, los Folka también patean mientras duermen.

...

Lo que me despertó fue el calor. Era tan intenso que lo podía sentir desde tanta distancia. Antorchas. Lo supe instantáneamente.
Asomé la cabeza por un hoyo de nuestro refugio. A la distancia, pude ver las antorchas que alumbraban. Estaban organizadas en una formación que reconocería con los ojos cerrados.
Formación Draka.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora