Capítulo 3: La conversión

406 32 6
                                    

Me desperté la mañana siguiente con demasiadas dudas en mi mente. Mi madre me había dicho que escapara, pero yo no lo había hecho. ¿Hice mal? No lo sabía, pero lo que si sabía era que yo había estado esperando por ser convertida desde hacía mucho tiempo, y no una a arruinar todo por algún sueño retorcido que tuve. Tal vez fue sólo proyección de mi mente, nada importante.

Mis compañeros también se despertaron. Era algo temprano, pero todos estábamos ansiosos por los eventos que iban a pasar aquel día. Nos turnamos la ducha, Callan siempre era el último, él se ofrecía. Tal vez era solamente porque quería dormir más.

Harriet salió de la ducha envuelta en una toalla. Con toda falta de pudor, se la quitó y comenzó a vestirse como si no hubiera nadie más en la habitación. Estuve casi segura que vi a Callan babeando.

Mi turno era el siguiente, estaba a punto de entrar en la ducha, cuando Harriet me tomó por el brazo, ahora en ropa interior.

-¿Qué hacías afuera anoche?-susurró a mi oído.

-Estaba con Roger-dije, no era del todo mentira.

-Ustedes son muy cercanos, ¿no? ¿Hay algo entre ustedes?

Yo casi me parto a carcajadas.

-Sólo amistad, cálmate.

-Bueno, la verdad me sorprende que ayer no estuvieras tratando de escaparte-dijo Harriet-. Es bastante tonto de tu parte seguir aquí.

Yo fruncí el entrecejo.

-¿A qué te refieres?

Harriet levantó una de las comisuras de su boca y se acercó a mi.

-Se lo de tu madre.

Mi corazón dio un vuelco, ¿habría visto ella mi sueño?

-¿Mi... madre?

La expresión de Harriet cambió, se llenó de confusión.

-No lo sabes, ¿no es así?

Yo no respondí.

-Necesitarás un consejo, hoy. Algo que hacer. Yo te lo puedo dar, pero a cambio de algo.

<<Ah, ya se a que viene esto.>>

-¿Qué quieres?-dije, de mala gana.

-Quiero que me ayudes a acercarme a Roger.

<<Ay, Dios mío.>> pensé.

-Si quieres acercarte a él, tu tienes voz. Alma, no sé. Pero voz tienes-dije.

-Muy graciosa. El problema es que creo que me odia-respondió Harriet.

-Roger no es la clase de persona que odiaría a alguien-dije.

-Da igual. Ayúdame en esto, y yo te daré un consejo cuando lo necesites. Cosa que, créeme, harás.

Yo entrecerré los ojos, estudiándola. No entendía qué me quería decir.

Hice un movimiento brusco y me libré de su agarre. Aunque no dije nada, el trato había quedado implícito entre las dos. Tal vez era una mala idea, pero con Harriet era difícil ganar un juego.

...

Poco después de arreglarme, el entrenador llego al dormitorio.

-¿Por qué se vistieron? ¡No pueden ir allá con ropa común! ¡Tienen que ir con la armadura de un Draka!

Como si fuera un milagro, Kaarina habló.

-Pero entrenador, no tenemos esa armadura aún.

El entrenador pareció indignado. Era fácil de desesperar.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora