Capítulo 17: El inesperado pasado de Rach Bachdiom.

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-Despierta, ya. Es casi el medio día-dijo Rach, encendiendo las luces de mi habitación.

La verdad era que no había podido dormir mucho. Los sucesos de la noche anterior aún rondaban mi mente, y despertaban preguntas que me atormentaban. Tal vez era cierto, y todo lo que conocía era potencialmente una mentira. Tal vez cuando Mason decía que no se debía confiar en nadie, había estado incluyéndose a sí mismo. ¿Había sido yo la ingenua?

-Buenos días-respondí, incorporándome.
Rach se sentó en la cama, y me hizo un gesto para que me acercara.

-Tu actitud me ha estado preocupando-comenzó, mirándome a los ojos-. Dime, Rhodeva. ¿Qué sucedió anoche?

Fruncí el entrecejo. ¿Debía preguntarle a Rach sobre ello? ¿Confiaba de alguna manera en su respuesta? No, no lo hacía. Pero hasta que los Draka llegaran, no podría tener comunicación con Mason.

-Rach... Te voy a preguntar algo, y quiero que me respondas con la verdad, y nada más que ella-le dije, tratando de emplear aquella mirada hipnótica sobre Rach. Aunque, a juzgar por su expresión, no estaba haciendo efecto alguno-. ¿Por qué las alas de mi tío están en el museo?

Rach ni se inmutó.

-No creo que tu familia sean los únicos Thames. Probablemente, se tratan de las alas de algún prisionero con el mismo nombre.

Asentí. Pero la expresión de Rach era demasiado neutral. Estaba tratando muy duro de ocultar su sorpresa.

-Creo...-comencé-, creo que me estás mintiendo, Rach.

El Folka me analizó con la mirada. Su expresión se estaba tornando dura.

-¿Por qué es eso?-preguntó.

Tuve que resistir el impulso de entornar los ojos.

-Bueno, la última vez que me hablaste del museo habías dicho que se trataban de las alas de Folka muertos. Ahora, has admitido que se tratan de las alas de prisioneros. Al parecer, eres un mal mentiroso, Rach.

Rach apartó la mirada, y se levantó de la cama. Se posó al lado de la cortina, y la abrió, para mirar a través de la ventana. Lo cual, habría sido lógico si no fuera porque al otro lado de la ventana no había nada más que roca.

-No me gusta hablar de eso, Rhodeva.

-Y a mí no me gusta estar aquí, pero de igual manera lo hago-dije, sabiendo que estaba tocando un nervio, pero quería explicaciones.

Rach me miró, con ojos vencidos. Suspiró.

-Solo se encarcela por dos motivos: traición y asesinato. Se exilia por violación de normas importantes. Las alas del asesino de mis padres están ahí, y él sí está muerto.

Ensanché mis ojos. Deseé tener otro lugar al que mirar, pero Rach me miraba con ojos expectantes.

-Oh, lo siento-dije. Momento incómodo.

Rach de nuevo se acercó a mí, y su lástima expresión se apaciguó.

-No confías en mí, ¿no es verdad?

-Yo no confío en nadie-dije, por más mentira que fuera.

Rach soltó una risa amarga.

-Hagamos un trato-dijo-. Te contaré todo sobre mi, lo que no le cuento a nadie, lo que me hace ser como soy. Me abriré a ti, pero tú tendrás que confiar en mí a cambio, y dejar de cuestionarme como si fuera tu enemigo.

-¿Y de qué me serviría saber más sobre ti?-le pregunté.

Rach frunció el ceño, parecía casi disgustado.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora