Capítulo 16: El comunero.

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Ni siquiera recordaba haber entrado. La memoria de la anterior noche estaba guardada translúcidamente en mi mente. Sin embargo, no pude decir que me despertó el sol del amanecer entrando por mi ventana, pues no había tal ventana. Me despertó un reflejo.

Había alguien sentado al lado de mi.

Yo estaba cubierta por una gruesa sábana, mi cabeza mirando hacia mi izquierda. La cama era demasiado grande para mi, y yo me había hecho en una esquina. Sólo mis ojos se habían movido, aún no había recaudado el valor para mover un sólo dedo.

Podía sentir el calor de su cuerpo emanando. Su respiración era lejana, pero evidente. Su presencia era demasiado imponente para ser desapercibida. Y me estaba observando.

No debería estarlo, pero estaba aterrorizada. Fácilmente podría ser Rach, esperando a que despertara. Sin embargo, aquella presencia parecía robarme todo aliento.

Me levanté de golpe, tirando la sábana al piso, y poniéndome en pie. En la puerta, vi el último reflejo de unos cabellos negros. En la cama no había nadie, sólo la silueta de una mano, que había dejado la sábana levemente arrugada.

-Qué diablos-dije.

En ese momento, Rach irrumpió en la habitación. Golpeó el marco de la puerta.
-Veo que ya estás despierta.

Yo lo miré de reojo.

-Había alguien aquí. Sentado en mi cama-espeté.

Rach levantó una ceja, y abrió la boca, pero pareció arrepentirse.

-Vale-dijo, indiferente-. ¿Dormiste bien?

Parpadeé, y recogí la sábana del piso. Sentí el impulso de abrir la cortina, pero sabía que detrás de ella sólo había más oscuridad.

-Enciende la luz-pedí. Rach obedeció. Sin embargo, no había ningún interruptor, las luces se prendieron espontáneamente.

Yo lo miré con pregunta en mis ojos.

-Un poco de magia. Tal vez lo aprendas, si es que puedes-dijo, curvando una comisura de sus labios.

Le lancé una mirada desafiante. "Con que poniéndome a prueba, ¿eh?". Cerré mis ojos, y apagué las luces, sin estar segura de cómo.

Rach sonrió, y e imitó mi mirada. Las cortinas se abrieron por sí solas.
-¿Qué más tienes, Thames?

Hice un gesto con las manos, y la puerta se cerró de golpe. Acto seguido, me crucé de brazos y sonreí.

Rach asintió, orgullosamente.

-No eres nada menos que lo que esperaba. Aunque tu mente te juegue malas pasadas, eres talentosa.

Me encogí de hombros. Las luces se encendieron de nuevo, y la puerta se abrió.
-Hoy tenemos cosas que hacer, Rhodeva. Te daré ese recorrido que necesitas.

Sin mucha emoción, murmuré un "vale."

-¿Puedo tomar una ducha?-dije. Rach frunció el entrecejo.

-Normalmente sólo los animales toman duchas-dijo Rach.

-¿Así qué los Draka son animales?-dije. La expresión de Rach no se inmutó.

-No-respondió-. Puedes tomar una ducha, pero son afuera.

Suspiré con alivio.

-Gracias a Dios-dije, y me estuve escabullendo fuera de las cuevas en cuestión de segundos.

...

El agua no era tibia.

Las duchas no eran para nada elegantes. Estaban diseñadas genuinamente para animales. Pero no me pudo importar menos, me despojé de mis ropas y las dejé en el suelo. Dejé que mi cabello cayera, y fuera alargado hasta mi cintura. Estaba terriblemente enredado, así que traté de separar los nudos a medida que el agua los revelaba. Estaba helando afuera, y las copas de los árboles se movían con el viento. Sin embargo, no me importó estar debajo de un chorro de agua helada. Jamás había experimentado algo tan refrescante.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora