Capítulo 8: La aldea de los forjadores

425 32 9
                                    

-Fer-susurré rápidamente.
Él sólo se movió unos centímetros, sin captar mi mensaje.

-¡FER!
Él se sobresaltó, y se despertó mirando a todos lados, en busca de peligro.
-Los Draka, están aquí, vienen por nosotros-le informé, él ladeó la cabeza como un pájaro.
-Es imposible, no nos pudieron haber seguido hasta aquí. Los Draka no salen de su volcán jamás, y tú lo sabes.
<<Tal vez vinieron a buscarme>>, pensé.
-Míralo por ti mismo-sugerí.

Fer asomó su cabeza por la apertura.
-Eh... Eva... Esas no son personas...-dijo Fer, titubeante-. ¿Recuerdas el bosque que quemaste? Estoy casi seguro que es ese.
-¿Qué? ¡Pero ese bosque lo pasamos hace dos días!-respondí.
-El fuego se ha expandido, no se ha apagado. El bosque está enfadado-dijo.
-¿Y cómo explicas la formación Draka que se forma con el fuego?
Fer volvió a ingresar su cabeza en el refugio.
-¿No te he dicho que los bosques son mágicos? ¿Que tienen vida propia? Creo que el bosque nos está intentando enviar un mensaje.
-¿No acabas de decir que está enfadado? No sé tú, pero cuando algo está de mal humor, yo me alejo-respondí.
Fer suspiró.
-Tal vez sea algo importante, ven conmigo.
<<Nos vamos a incinerar>>, pensé, pero igual manera lo seguí.

...

Aterrizamos a una distancia prudente del fuego, y nos fuimos acercando cautelosamente.
-No tengas miedo, el bosque lo podrá sentir y se aprovechará de él-murmuró Fer.

Asentí, aunque me costaba mantener la cordura estando en aquel siniestro lugar. Nos adentramos por los árboles, pinos, manzanos y hasta algunos que había perdido sus hojas. Era como una mezcla de todas las estaciones; había brisa de verano, belleza de primavera, misterio de otoño y frialdad de invierno.

Fer y yo vimos que las llamas adornaban la copa de los árboles, nada más. No consumieron sus troncos, ni perjudicaron a la hierba debajo. El problema era que, aún estando lejos del suelo, las llamas estaban muy cerca como para que un Folka se acercara.

-Yo no puedo pasar-declaró Fer-. Me mataría.
Sabía que yo tenía cierta resistencia al fuego, por haber crecido tan próxima a él, pero no sabía hasta que punto esa resistencia sería útil.

Me armé de valor, y me aproximé lentamente al techo de fuego. El terreno que cubría era del tamaño de dos canchas de baloncesto. Mis instintos me decían que mi objetivo estaría en todo el centro del terreno.
Y, como era de esperar, sí estaba ahí. Desde la distancia a la que me encontraba pude ver un cuerpo recostado sobre la hierba, parecía estar inconsciente, o peor, muerto.

El fuego encima de mi cabeza amenazaba con derretirme lentamente, como a una figura de cera. Sin embargo, no me sentí débil. Mis fuerzas no me abandonaron. Traté de obligar a mi cuerpo a ignorar el calor, que se estaba volviendo insoportable.

Lentamente, me fui acercando al cuerpo. Supe que era un Draka, pues su cabello estaba ardiendo, pero el resplandor de las llamas no me permitió ver su rostro.

El ambiente se comenzó a llenar de humo, y de un momento a otro, me estaba sofocando. Era como estar de nuevo nadando en la lava. Mis pulmones se hacían cada vez más chicos. Esto si me dejó por lo suelos, falta de toda energía.
Sacando alientos de donde no los había, me arrastré por los suelos, tosiendo y raspando mis codos. Tomé al cuerpo de un pie, e intenté arrastrarlo, pero no se movió. Puse mis rodillas sobre el suelo para gatear, y con la poca vista que me quedaba, pues todo se veía borroso, vi que la raíz de un árbol estaba agarrando al Draka del cuello. Acerqué mi mano hacia la raíz, pensando que milagrosamente, esta se esfumaría ante mi tacto.

Pasó todo lo contrario. Una nueva rama nació que se enroscó alrededor de mi mano, tan fuerte que me trancó la circulación. Rayos, cuanto ansiaba tener un cuchillo en ese momento. Apoyándome contra el tronco con un pie, halé mi mano intentando liberarla, mientras con mis alas intentaba hacer que el humo se alejara. Me sorprendí al ver que otra raíz nacía y se apoderaba de mi pie, dejándome atrapada en una posición increíblemente dolorosa.

Draka y Folka, Libro 1: Los híbridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora