𝐗𝐈𝐈. 𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀Ñ𝐀 𝐕𝐎𝐙.

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Habían pasado varios días después de su cumpleaños, los cuales Ellis andaba bastante pensativa. Aquella mañana, como si su cerebro se hubiera pasado la noche discurriendo, Ellis se levantó temprano. Se vistió a la pálida luz del alba, salió del dormitorio y bajó a la sala común, en la que aún no había nadie. Allí cogió un trozo de pergamino de la mesa, y escribió en él la siguiente carta:

Querida madre:

Espero que hayas tenido unos días bastante tranquilos, sé que San Mungo te ha mantenido un poco ocupada y en parte mi tío Ricky también. No tenía ni idea que tú y tío Ricky fueron los que le dieron los trajes a los chicos, fue muy gracioso, no me voy a cansar de decirlo, Les agradezco que ayudaran a que mi cumpleaños fuera maravilloso.

Bueno, ahora sí, ando un poco preocupada mamá. No te lo dije al comienzo porque pensé que no era nada importante, pero ahora, con algunas cosas que han sucedido, me temo que sí es de importancia. En los mundiales, antes de que la marca tenebrosa apareciera, sentí varias punzadas en la cabeza y un mal presentimiento, no sé cómo, pero sabía y sentía que algo malo iba a pasar, pero no lo pensé mucho porque las punzadas me habían dejado bastante mareada y confundida, no le tome importancia.

Y hace una semana, sucedió algo que me generó preocupación, y es que la profesora Trelawney me había dicho algo muy acertado a lo que sentía, “Veo en ti tiempos difíciles… muy difíciles, presiento que eso que temes va a ocurrir y quizás antes de lo que creas…”

Sé que no te hará gracia leer esto y si te soy sincera, a mí tampoco, pero quiero saber qué me está sucediendo. Otra cosa que me preocupa es que también en un momento sentí a mi magia querer atacar a alguien, estaba muy furiosa con esa persona y ¿mi magia me cosquilleaba para poder salir?, se sentía raro, pero la logré retener. Me cuesta entender y quiero saber si tú sabrías que es lo que sucede, ¿sí, alguna vez mi padre paso por esto o si solo soy yo?

Bueno, creo que eso es todo, espero tengas unos días tranquilos, mamá. Te quiero mucho, cuídate.

Estaré esperando tu respuesta.


Tu adorada hija; Ellis O’Brien.

Salió por el hueco del barril, camino por los pasillos del castillo, que estaba sumido en el silencio, y finalmente llegó a la lechucería, que estaba situada en la parte superior de la torre Oeste.

La lechucería era un habitáculo circular con muros de piedra, bastante frío y con muchas corrientes de aire, puesto que ninguna de las ventanas tenía cristales. El suelo estaba completamente cubierto de paja, excrementos de lechuza y huesos regurgitados de ratones y campañoles. Sobre las perchas, fijadas a largos palos que llegaban hasta el techo de la torre, descansaban cientos y cientos de lechuzas de todas las razas imaginables, casi todas dormidas, aunque Ellis podía distinguir aquí y allá algún ojo ambarino fijo en ella. Vio a Harry, percatándose de su presencia, se detuvo quedándose quieta en su lugar; el azabache no se había dado cuenta de su presencia. Caminó de prisa hacia una lechuza blanca acurrucada entre una lechuza común y un cárabo, resbalando un poco en los excrementos esparcidos por el suelo. Ellis tuvo que morderse el labio para aguantar la risa que quería soltar.

𝗢'𝗕𝗿𝗶𝗲𝗻¹: 𝗘𝗹 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora