𝗢'𝗕𝗿𝗶𝗲𝗻¹: 𝗘𝗹 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗼

𝐗𝐗𝐗𝐈𝐕. 𝐄𝐋 𝐂𝐎𝐌𝐈𝐄𝐍𝐙𝐎 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝟐...

Advertencia: El próximo capítulo contiene escenas gráficas de violencia, incluyendo violencia física y psicológica que pueden resultar perturbadoras para algunos lectores. Se recomienda discreción al continuar leyendo. Si este tipo de contenido te causa malestar, te aconsejo omitir la lectura de este capítulo.
(Capítulo no tan larga)

𝘕𝘢𝘳𝘳𝘢𝘤𝘪ó𝘯 𝘦𝘯 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢

Mi mano cubrió la boca de Cedric para evitar que emitiera algún sonido mientras miraba cuidadosamente a mi alrededor. Gracias a mi magia, logré desaparecer de la vista de todos, aunque estaba muy cerca de ellos nadie podía verme ni sentirme. Esto fue algo sorprendente, ya que mi magia actuó por sí sola, creando una ilusión a mi alrededor, lo que me confundió un poco, pero aun así aproveché la oportunidad y caminé hacia Cedric, tomando fuertemente su brazo y sacándolo de ese círculo de personas enmascaradas. Aunque no pude evitar que Cedric se asustara y soltara un grito que fue rápidamente ahogado por mi mano.

Cedric me miró con los ojos muy abiertos, atónito de por qué nadie había notado nuestra presencia.

—Ced… Necesito que te calmes ¿sí? —dije mirándolo fijamente— Voy a sacarnos de aquí, pero para ello necesito que mantengas la calma.

Cedric asintió levemente con la cabeza en respuesta, lo que hizo que suspirara y quitara la mano de su boca.

—Bien… Esto dolerá —murmuré, más para mí que para él.

—¿Q-Qué?

Ignoré por completo a Cedric y rodeé con mis brazos su cuello, donde yacía la cadena que lo mantenía encadenado. Cerré los ojos, permitiendo que mi magia fluyera fuera de mí, rompiendo la cadena y a su vez causando un dolor infernal en mi cuerpo. Después de unos segundos, las cadenas cayeron al suelo, liberando finalmente a Cedric.

Retiré mis manos de su cuello y las miré. Las puntas de mis dedos habían adquirido un color negro inusual. Cedric tomó mis manos y las miró también, frunciendo el ceño.

—Deja de arriesgar tu salud, maldita loca —dijo sin ocultar su enfado.

—Te voy a salvar el culo, maldito idiota —respondí del mismo modo.

Cedric resopló, puso los ojos en blanco y desvió su mirada.

—La copa.

—¿Quieres un vinito? —dije, intentando bromear un poco para suavizar el ambiente.

Cedric me miró con una sonrisa burlona, pero esta desapareció en cuestión de segundos.