𝐗𝐕𝐈𝐈. 𝐀𝐋 𝐄𝐒𝐓𝐈𝐋𝐎 𝐌𝐔𝐆𝐆𝐋𝐄.

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Ellis llegaba a entender la actitud de los de Hufflepuff (y no le agradaba, Cedric siempre tenía que agarrarla antes de que fuera a amenazar a alguien o lanzarle un maleficio) porque ellos tenían un campeón propio al que apoyar. Le daba tristeza y a la vez molestia ver cómo de repente casi todos los alumnos de Hogwarts se volvían en contra de Harry Potter.

Sin mencionar que a Harry le arruinaba un poco más el hecho de que Cedric quedaba mucho mejor que él como campeón. Cedric era extraordinariamente guapo, con la nariz recta, el pelo moreno y los ojos grises, y aquellos días no se sabía quién era más admirado, si él o Viktor Krum.

Ellis frunció tanto el ceño cuando veía a varias chicas, que tanto interés habían mostrado en conseguir el autógrafo de Viktor Krum, le pedían a Cedric que les firmara las mochilas.

—Si esto sigue así, no voy a tardar en lanzarme de la torre de Astronomía —hablo Ellis caminando con rapidez, haciendo que Cedric casi trotara para poder alcanzarla.

—Que no te escuchen decir eso de ese modo, van a pensar que eres mi novia celosa —dijo Cedric entre risas viendo la cara enojada de su mejor amiga.

—La mayoría de Hogwarts cree que si somos novios solo que no lo hemos anunciado o que nos gustamos, pero que ninguno da el primer paso para no acabar con la amistad, he escuchado a varios decirlo y no sé qué es peor, que crean lo primero o que estén pensando que si somos novios, salgo perdiendo en las dos opciones.

—¡Oye!, ¡Yo también tengo lo mío! ¡Lo dices porque te gusta Potter, es eso!

—¡No me gusta Potter!

—Ni tú te crees esa mentira —dijo Cedric con los ojos entrecerrados— desde que te dijo que tus pecas son hermosas has dejado de taparlas, cosa que cuando yo decía eso las seguías tapando.

—¿Q-qué? ¡No es cierto!, ¡se tapaban cuando me maquillaba! Además, no las he tapado porque se me acabó el maquillaje y contigo es muy distinto.

—Emily te regalo maquillaje hace unos días y es distinto porque yo no te gusto.

Cedric sonrió triunfante al ver como Ellis no hallaba como contrarrestar, lo cual hizo que se pusiera roja y lo fulminara con la mirada.

—Ves, no puedes negarlo —dijo Cedric mientras colocaba su brazo alrededor de los hombros de Ellis.

—Oh, claro que sí puedo —contesto Ellis con indignación.

—No, no puedes.

—Ni, ni piidis.

Ellis lo remedo mientras hacía una mueca que hizo que Cedric abriera la boca ofendido. La castaña sonrió burlona hasta que escucho unas risitas de unas chicas, su sonrisa se borró al notar que los estaban siguiendo.

𝗢'𝗕𝗿𝗶𝗲𝗻¹: 𝗘𝗹 𝗰𝗼𝗺𝗶𝗲𝗻𝘇𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora