/9/ Los de primero

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Esta vez, Gojo se había encargado de comprarme algunas prendas de ropa para que pudiese "tirar ya al contenedor aquellos arapos mugrientos", tal y como describió él, y tampoco le culpo de las formas, porque tenía razón.

Daba gusto sentir el tacto de la ropa limpia sobre la piel, y su olor penetrante en mis fosas nasales. Por mi parte, encargué de levantarme con tiempo suficiente para que Satoru no me volviese a llevar hasta el colegio como si fuese un tirachinas.

El albino arrancó el coche, y en menos que canta un gallo habíamos llegado a la escuela de Hechicería. Aún no me gustaba el destino, pero hasta que no encontrase al niño de mi Mundo Interior no pensaba abandonar.

Hoy la puerta estaba abierta, así que entramos sin detenernos fuera.

Estaba a punto de adentrarme en los pasillos del edificio cuando una voz juvenil me llamó a mis espaldas.

—Disculpe, señorita Hoshikawa.

Me giré. De aquella manera tan educada me llamaba un niño de unos diez años, cuyo rostro reconocí al instante.

—¡Ey! Tú eres el chico al que aparté ayer de Sukuna, ¿no? ¿Cómo estás?

—¡Sí, soy yo! Estoy bien, gracias. A-a lo que venía... —Tomó aire—. Simplemente quería agradecerle lo que hizo por mí. Le he traído esto...

El chico se sacó de la espalda un ramo de flores sencillamente hermoso. Eran petunias, lirios y tulipanes perfumados, recogidos con un enorme lazo de raso rosa. Aquel muchacho se había gastado un buen dinero en una floristería cara.

Pensé en decirle que se lo diera a su madre para alegrarla, pero me pudo la atracción visual de las flores.

—Oh, ¡me encantan! Y huelen muy bien. ¿De verdad que esto es para mí?

—Pues claro, ¡se merece la floristería entera! Lo que pasa es que no tenía más dinero, jeje...

No me podía creer que se me pudiera ablandar el alma tan rápido con un crío. Lo miré con ternura mientras le posé la mano en su hombro. Estaba claro que ese pobre niño se había pillado de mí, a juzgar por como sentía las pulsaciones de su corazón y sus pensamientos, además del tono rosado de sus mejillas.

—Muchas gracias, de verdad. Acepto el regalo con gusto. Pero tendrás dinero para el almuerzo, ¿no?

—Qué va. No tengo un duro...

—Pues la próxima vez recuerda reservar una moneda para la máquina expendedora. Espera un momento. Oye, Gojo...

El albino había estado escuchando toda la conversación, esperándome para entrar a la sala de profesores. Tenía una profunda mirada asco y recelo clavada sobre el pobre niño, quien parecía a punto de desmayarse.

Saqué a Gojo de sus pensamientos con un chasquido de dedos.

—¿Hola? ¿Gojo? —Volvió en sí—. No tendrás algo de calderilla para el almuerzo de...

Me volví a mirar al chico.

—¿Cómo te llamas?

—Kai Masamichi.

Así que era familia del jefe... Eso explicaba qué hacía un niño tan pequeño por aquí.

—Gracias —me volví hacia Gojo—. ¿Para el almuerzo de Kai?

—¿Y por qué no vendes parte de las flores para devolverle dinero al niño? —Dijo con una sonrisa sarcástica.

—Porque no te cuesta nada darle una puta moneda. Si hace falta, te la devuelvo el próximo día.

IMÁN DE CAOS ☯~Gojo x tú~☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora