/7/ El primer día

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La luz se dejó abrir paso cuando los brazos de Gojo empezaron a subir la persiana de la ventana. Abrí los ojos con pesar, pues siempre me había costado despertarme de las siestas; allí estaba el albino, de nuevo con su venda en los ojos, abriendo la ventana para que entrase aire fresco en mi habitación.

—¡Buenos días! —Exclamó con alegría, incapaz de ser comparado con lo reventado que estaba la noche anterior—. Venga, no seas remolona, que no queda mucho para que empiecen las clases. Por cierto, siento no haberte dejado nada para dormir anoche. Se me pasó por completo, ¿sabes?

—No importa —bostecé—. Ahora salte, que me voy a cambiar.

Se llevó la mano a la frente, como si se tratase de un gesto militar, y cerró la puerta tras salir del cuarto de invitados.

Me incorporé de la cama y me volví a vestir con la ropa que llevaba usando varios días, la cual tenía ganas de echar al contenedor más cercano. Me vestí con pereza y abrí la puerta, yendo hasta la cocina.

Me sentía como si estuviese siendo manejada como una marioneta, sin capacidad alguna de tomar mis propias decisiones.

"Típico de Jujustu". Me empezaba a arrepentir.

Gojo me esperaba sentado en la mesa, leyendo la caja de los cereales (que, por cierto, seguía sin saber cómo coño lo hacía con la venda puesta). Me senté en el mismo sitio que anoche y me dispuse a comer el tazón que me había preparado.

Un leve suspiro derramante de depresión se escapó de entre mis labios, y el albino se percató de ello.

—Es normal que te resulte todo tan extraño al principio, Hoshikawa, pero pronto verás las cosas de un modo totalmente diferente.

—Eso ya lo veremos.

—¿Qué te apuestas?

—¿Estás seguro? Vas a perder, Gojo. Esto no es lo que quiero. Y si no quiero algo, no lo hago.

—Hazme caso, querida; no perderé. Venga, ¿qué apostamos?

—El que pierda le consigue un gato al otro.

—Bien, tenemos un trato. Oye, Hoshikawa, ¿estuviste anoche en mi cuarto?

—¿Por qué iba a estar en tu cuarto? No, desde luego que no. ¿Por qué preguntas eso?

—Nada... Paranoias mías.

No sé qué habría visto o sentido el albino aquella noche, pero, milagrosamente, parecía que yo había quedado libre de sospechas. Sin embargo, ahora me comía la intriga de averiguar el porqué de su cuestión.

Gojo miró arriba al reloj de la cocina y pareció a punto de echar el café por la boca.

—¡Vamos tarde! Corre, joder, que Nanami me va a pegar.

Pensó entonces en algo, y se le escapó una sonrisilla divertida.

—Hmm, Nanami me va a pegar...

Volvió a la realidad, acordándose de nuevo de la hora que era. Se levantó de la silla de sopetón y me agarró por el brazo, corriendo en dirección a la puerta de la entrada.

Atravesamos la puerta, una vez hubo apagado todas las luces de la casa en milésimas de segundo gracias a su velocidad, y tecleó un código que dejaba el portal nuevamente cerrada. Iba corriendo para todos lados como un poseso.

—¡SUÉLTAME! —Exclamé—. ¡Por poco me matas por las putas escaleras!

—No hay tiempo —dijo pasando de mi puta cara, y a continuación me cogió como si fuese un saco de patatas, usando su velocidad digna de lo surrealista. Yo pataleaba y gritaba mientras le exigía que me bajase al suelo, aunque era inútil.

IMÁN DE CAOS ☯~Gojo x tú~☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora