/20/ Sin compromisos

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Llegamos a casa sobre las cuatro de la madrugada. Gojo apenas podía escribir el código de la puerta, y yo era incapaz de contener la risa floja. Habíamos tomado más de diez cubatas por cabeza, y esta no me daba lo suficiente como para pensar en nada de lo que hacía.

—¡Por fin! —Gritó triunfante, mientras abría la puerta y entrábamos adentro de la vivienda. 

Intentó mostrar su caballerosidad abriéndome la puerta, pero se tropezó en el intento, y yo no pude aguantarme la risa.

—Madre mía, vas peor que yo.

—¿Pero tú estás oyendo como te baila la voz? —Se reía tontamente.

La risa nos cesó por unos instantes a los dos a la vez. Satoru se quedó mirándome mientras me sentaba en el sofá y me quitaba los tacones, suspirando aliviada. 

Por un momento, mi cerebro tomó el control, aunque tras pronunciar la siguiente frase volví a perder la conciencia de lo que ocurría:

—Me lo he pasado muy bien esta noche.

El albino sonrió, más que de costumbre. Cerró la puerta de la entrada y se tiró en el sofá a mi lado, con las piernas separadas y la cabeza echada hacia atrás. Se giró a mirarme y, con un bostezo fingido, pasó su largo brazo por encima de mis hombros. 

Nos volvió a entrar la risa tonta mientras, inconscientemente, mi cabeza se iba acercando más y más a su pecho. Noté como su pulso se aceleró al instante, con sus potentísimos latidos retumbando en lo más profundo de mis tímpanos, y yo era incapaz de evitar la sensación táctil de su tonificado pectoral y sus musculosos brazos. 

Una idea descabellada y necesitada fue impulsada por mi descontrol, y estaba dispuesta a aplicarla a la realidad.

—¿Continuamos la cita?

—¿A qué te refieres...?

—No te hagas el tonto —dije, mientras me subía en sus piernas y jugueteaba con los botones de su camisa—. Sabes a qué me refiero.

Por unos segundos se quedó de piedra, como sorprendido. Parecía que algo maquinaba en su mente, a pesar de la falta de claridad por la embriaguez. Una sonrisa terminó abriéndose paso en su expresión.

—Pero ¿sin compromisos posteriores?

—Sin compromisos —respondí, casi susurrando en su oído.

Gojo me miró de arriba a abajo con deseo; me complacía saber que le gustaba la propuesta. Sonreía pícaramente y trazaba figuras en mis piernas con sus dedos fríos.

—Vamos a mi cuarto.

ADVERTENCIA: contenido sexual:

Cruzó el pasillo conmigo en brazos mientras le desabrochaba los botones de la camisa, para ir ganando tiempo. Cerró la puerta de su cuarto tras de sí (por si acaso) y se sentó en la cama, conmigo encima. 

Me comenzó a besar de una manera violenta y salvaje, incluso saciante, mientras me movía lentamente sobre su miembro, sintiendo como este crecía y su dueño dejaba escapar un gemido mudo. 

Sus manos pasaron de mis muslos a las nalgas, tratando de hundir sus dedos en ellas. A cada minuto que pasaba se podía oír una respiración más acelerada. Paró un momento de tocarme para quitarse la camisa, a la cual ya había desabrochado yo los botones. Comencé a seguir sus besos mientras recorría su trabajado cuerpo con mis manos, gozando de aquella maravilla que entonces era mi posesión. 

Él, ni corto ni perezoso, se apresuró en bajar la cremallera de mi vestido y librarse de él, para poder atender mi escote como era debido. Sus manos siguieron mi cintura hasta dar con mis senos, y empezó a apretarlos por debajo del sujetador. Pequeños suspiros de impresión se escapaban de entre mis labios, mientras conseguí librarme de la prenda para que tuviera más "libertad". Sus besos cesaron en mi boca, ya que empezó a atender a mis pechos a través de pequeñas mordidas repentinas y lamidas, por lo que yo bajé una de mis manos por todos sus abdominales hasta dar con aquello que tanto deseaba, apretándolo con fiereza. Podía notar lo grande que era sin necesidad de que mis ojos lo vieran; estaba endurecida y erecta. Satoru soltó un gran gemido.

Fuera en reacción o como venganza, me agarró con bruteza y me tiró en la cama. Se puso encima de mí y deslizó sus manos por mi piel desnuda hasta dar con mis bragas de encaje, generándome escalofríos en todo el cuerpo. Algo allí abajo era cada vez más palpitante, más necesitado de ese placer que solo me podía dar Gojo. Sus dedos pasearon por toda mi intimidad hasta que trataron de entrar por mi vagina, como si quisieran atravesar la licra. Me arrancó las bragas de un tirón y empezó a recorrerlo todo al desnudo. Comenzó a masajear mi clítoris, haciéndome retorcerme de placer y gozo. Sus dedos se movían a la velocidad de la luz, literalmente, y yo sentía que estaba rozando la gloria celestial.

Estaba llegando al clímax completo. Tampoco es que fuese muy consciente de que le estaba llamando por su nombre de pila mientras me lo hacía, lo cual pareció enloquecerle, yendo incluso más rápido que lo imposible.

Una vez percibí que calificó mi intimidad como "suficientemente mojada", le hice cambiar de posiciones. El otro parecía no poner pegas, o al menos de momento. Ahora yo, recién llegada al éxtasis, le bajaba los pantalones, presenciando aquel bulto enorme que tapaban los calzoncillos. Me deshice de ellos por aquel simple motivo, tratando de vincularme lo antes posible a su miembro.

Y así lo hice. Hice que me la metiera de una estocada, lo cual me hizo rozar el cielo. Empecé a saltar descontroladamente, buscando de manera continua ese placer q me generaba el roce de su miembro por el interior de mi vagina. Con cada salto que daba, Satoru gemía. En un momento de descuido, y pareciendo inconsciente, se revolcó conmigo hasta acabar ahora él encima de mí.

Bueno, eso después de estar un rato peleando conmigo para ver quién se quedaba con la posición dominante. Al final me dejé ganar un poco, estando algo cansada.

—Serás todo lo fuerte que tú quieras, pero conmigo eres débil... Y eso me vuelve loco. Ahora ábreme las piernas.

Sus aires de superioridad me daban ganas de pegarle una buena paliza, pero más ganas me daba él de que me dejase en silla de ruedas. 

Sin que pudiera hacer nada al respecto, mis piernas se abrieron solas, y Satoru comenzó a entrar y salir de mi intimidad a una velocidad inimaginable (sin llegar a ser ultrasónica). Sus movimientos en mi interior me generaban retuerzos de placer, desembocado en sonoros y entrecortados gemidos. Él parecía estar pasándolo en grande, sin cansarse ni nada. Cada vez quería ir más y más rápido, mientras que yo ya sentía que me iba a correr de un momento a otro.

—Satoru, para —le suplicaba. 

Sin embargo, hacía caso omiso a lo que le decía, yendo a lo suyo. Mis uñas empezaron a desgarrarse sobre su amplia espalda, tratando de manifestar de cualquier forma posible que no podía más.

Jamás pensé que yo podría durar menos que alguien en el sexo, (aunque esto no se lo admitiría a Gojo fácilmente). 

Justo cuando me iba a correr, se salió, dándome justo el tipo de libertad que necesitaba. Buen sexo, la verdad. Tuve que tomarme un tiempo desplomada en la cama para rebajar las pulsaciones de mi corazón. 

Después me puse su camiseta del pijama, la cual me quedaba como un vestido muy corto, y aproveché para ir un momento al baño y evitar una buena infección cuando noté que ya había pasado la etapa de embriaguez.

Volví al cuarto, con las piernas temblando. Él estaba al lado de la puerta, cerrando la del armario tras haberse puesto unos calzoncillos limpios. Justo cuando estaba a punto de caerme por los temblores, me agarró. Con una sonrisa perfecta, me alzó en brazos y me depositó con cuidado en la cama. 

Me quedé observando cómo rodeaba el mueble y se metía por el otro lado del lecho, hasta tumbarse a mi lado. Coloqué mi cabeza sobre su pecho y él comenzó a acariciármela. Su respiración ahora era tranquila, acompasada con los grillos que canturreaban en el silencio de la noche.

—No follo mal, ¿eh?

—No —me reí—. Aunque yo lo hago mejor.

—Puede ser.

Bostecé, adormilada por las caricias que me proporcionaba el albino. Me acercó aún más a su cuerpo y nos enterró bajo las sábanas, cerrando así una de las mejores noches que tuve en toda mi vida.

Aunque, claro, eso tampoco se lo admitiría fácilmente.

IMÁN DE CAOS ☯~Gojo x tú~☯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora