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Once Upon a Time...
El colegio de Hogwarts se alzaba majestuoso en medio de un espeso bosque, con sus imponentes torres góticas y su icónica entrada custodiada por dos estatuas de leones de piedra. A medida que se acercaba el invierno, la nieve comenzaba a cubrir el terreno, añadiendo un aire mágico al entorno.
Sin embargo, a pesar de la belleza del lugar, el ambiente dentro de Hogwarts estaba cargado de tensiones debido a la amenaza constante del señor tenebroso, Voldemort. El temor a que sus seguidores se infiltrasen en la escuela era palpable entre los estudiantes y el personal.
Las medidas de seguridad se habían reforzado considerablemente. Los pasillos estaban vigilados por centinelas mágicos que patrullaban constantemente, sus varitas preparadas para cualquier eventualidad.
Los cuadros encantados, que normalmente conversaban alegremente, ahora se mantenían en silencio, alertas ante cualquier movimiento sospechoso. Las puertas de las aulas y de las habitaciones de los estudiantes estaban protegidas por complicados hechizos y encantamientos, garantizando su seguridad.
Esa noche, mientras una fría brisa soplaba por los corredores oscuros y desiertos, el director de Hogwarts, Albus Dumbledore, caminaba con paso firme pero preocupado. Su barba blanca ondeaba ligeramente a medida que avanzaba, reflejando los pensamientos e inquietudes que rondaban su mente.
Dumbledore sabía que la amenaza del señor tenebroso estaba cada vez más próxima. Las fuerzas del Mal se estaban reuniendo y era crucial proteger a los estudiantes y al colegio entero de cualquier posible ataque. Sentía la inmensa responsabilidad de ser el guardián de Hogwarts, el defensor de la magia y de todo lo que era bueno en el mundo.
Mientras avanzaba por los pasillos, Dumbledore reflexionaba sobre cómo fortalecer aún más la seguridad del colegio. Planificaba reuniones con los profesores para discutir nuevas estrategias y estaba en constante comunicación con el Ministerio de Magia para reportar cualquier indicio de actividad sospechosa.
A medida que las horas pasaban y la noche se volvía más fría y solitaria, Dumbledore no estaba solo en su preocupación. Aunque intentaba mantener la calma y la esperanza en su rostro, podía sentir la tensión en el aire. Los sueños y aspiraciones de los estudiantes, su inocencia y su deseo de aprender, estaban amenazados. El legado de Hogwarts estaba en riesgo.
A pesar de todo, Dumbledore nunca dejó que la inquietud dominara su espíritu. Siempre fue un símbolo de sabiduría y fortaleza, inspirando a todos los que lo rodeaban con su confianza y liderazgo.
En esa fría y solitaria noche, Dumbledore prometió a sí mismo y a la comunidad de Hogwarts que haría todo lo posible para proteger a los estudiantes y defender el colegio contra el señor tenebroso. Sabía que la batalla que se avecinaba sería difícil y su única esperanza era un alumno de 16 años.
