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Once Upon a Time...
Caminaba por los pasillos de la academia pensando en sus cosas, rezaba por qué la tarta que Ace había echo par Riddle le gustará, no quería tenerlo en su casa ojeando sus cosas.
-Ah, solo espero que todo salga bien- Dijo Agatha sobre si misma- ¿Uh?-
Su atención fue desviada por el club de equitación y entonces los vio, Agatha se quedó mirando los bellos caballos y a los chicos que montaban a caballo.
Miró al de cabellos rojos subido en un hermoso caballo negro y blanco, Agatha lo miró con una sonrisa.
-Agatha- Riddle miró a la chica- Hola ¿Que haces aquí?-
-Solo estaba paseando- Confesó Agatha- No sabía que montabas a caballo-
-Oh si, me gusta bastante me despeja mucho las ideas- Riddle sonrió- ¿Como estás? ¿Como fue tu primeras lecciones del día?-
-Bueno un poco aburridas, todo es muy repetitivo- Confesó Agatha- Pero el jardín botánico es hermoso-
-Lo es-
-Tengo una idea- Riddle sonrió y le extendió el brazo- Ven conmigo, te llevaré a un lugar-
-¿A un lugar?- Pregunto Agatha con una sonrisa-
-Es un lugar secreto, solía ir mucho el año pasado- Confesó- Está dentro del recinto escolar así que no me salto las normas-
-Esta bien- Agatha subió con ayuda de Riddle al imponente caballo-
Partieron en un galope ágil y decidido por un estrecho sendero que Riddle conocía a la perfección. Los altos árboles, de frondosas y exuberantes hojas verdes, formaban un techo natural que ocultaba las últimas luces del atardecer.
Avanzaron con destreza, sintiendo el crujir de las hojas bajo las pezuñas del caballo, hasta llegar a un mágico claro en el pequeño bosque.
Allí, en el centro de aquel espacio sagrado, se encontraba un majestuoso árbol ancestral que reposaba sobre una colina cubierta por un suave lecho de flores blancas.
Riddle descendió ágilmente del caballo y se acercó a Agatha, tendiéndole su mano para ayudarla a bajar con gracia y delicadeza.
-¿My lady?- Le extendió la mano-
-Gracias- Agatha sonrió-
Una vez en tierra, se quedaron maravillados al contemplar la belleza del lugar. Los rayos de sol que aún alcanzaban a filtrarse entre las hojas de los árboles, iluminaban las flores blancas, creando un efecto de pureza y serenidad.
