Capítulo 24

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24

-Bosque Sangriento-.


De entre las ramas, los huesos,

entre el lodo, los cuerpos,

bosque sangriento,

bosque sangriento,

¿Es el rojo de tus hojas,

el mismo rojo de los muertos?


Caminaban junto al crujido de las ramas. Los palitos rotos que colgaban de las ramas gruesas parecían huesos de dedos, junto con el viento, se movían para atrapar sus ropas o se rompían para acompañar al resto, que se encontraban en el suelo.

La sola visión del cielo rojizo y los árboles oscuros parecía someter a aquellos que se animaban a entrar a las fauces del bosque.

Un silbido bajo recorría todo el lugar, siseante y cantarín.

–No se detengan– Helena desplegó una barrera alrededor del grupo, aislando el sonido.

–Mierda, como lo odio– Ica revolvió sus cabellos malhumorado.

–¿Qué cosa?– Preguntó una maga.

–La melodía de la memoria. El silbido que comenzó a sonar antes es un encantamiento de alto nivel creado por Ilias, el líder de Viuda Blanca.

–Hace tiempo leí en un libro acerca del Bosque Sangriento, pero en ninguno se mencionaba la melodía de la memoria.

–Son pocas las cosas que se saben del Bosque Sangriento, la mayoría de los libros fueron escritos por las fantasías de sus autores. Un verdadero conocedor del Bosque Sangriento, nunca lo pondría en palabras. Esto es todavía menos probable si hablamos de la melodía de la memoria.

–¿Por qué?

–Es una canción que viaja hasta los recuerdos de las personas y desentierra sus dolores más profundos, incluso aquellos que han sido olvidados. Es muy fácil que las personas sucumban ante la locura si sus traumas son expuestos de esta manera– La maga dejó de hacer preguntas. Sostuvo con fuerza sus prendas y su capa de protección de alto nivel. En silencio agradeció tener a alguien como la cuarta fundadora capaz de crear una barrera de aislamiento de alto nivel. Cuando se enteró que debía ir al Bosque Sangriento, su garganta se cerró bajo el terror, pero no se negó. Conocía la misión, si fallaban, no habría tiempo ni siquiera para tener miedo, moriría sin poder dejar un último lamento en este mundo. Aceleró el paso para mantenerse lo más cerca posible del conejo que parecía saber mucho y la cuarta fundadora.

Darcy observó con ojos curiosos el resto del bosque. Era un lugar peculiar. Podía notar en las acciones de la maga que se apresuró a estar junto a los fuertes y en los ademanes nerviosos de algunos Onis, el aura opresiva que el bosque tenía. A diferencia de ellos, una sensación familiar emanaba de su piel. Como un llamado, al igual que con la Cerradura de la Sombras, un viejo pasado quería resurgir en su memoria: ecos de guerra, el metal contra el metal y la voz clara y atronadora de un general. Antes de que las imágenes destellaran en sus ojos, Darcy lo detuvo con un movimiento hacia su sien.

–¿Estás bien?– Viendo la alarma en los ojos verdes, Darcy dejó caer una palma reconfortante en la cabeza rubia.

–Lo estoy.

–Entiendo– Light continuó mirando al frente, con cuidado. Darcy se perdió en el perfil del duende, recordando cuando este había salido del taller después de estar encerrado ahí durante cuatro días. Un Light distinto, uno que no conocía, pero parecía no desentonar en realidad: con una mirada que se encontraba pérdida en un mundo que él jamás podría alcanzar y un semblante ausente de emocionalidad, de calidez, de luz.

El duende recolector de llaves y el coleccionista.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora