CAPÍTULO 12: Contratiempos

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El barón Draxum había viajado hasta la ciudad oculta en busca de respuestas. ¿Su destino? 

El titán llorón.

Pero poco le valió venir si tuvo el gran descuido de no mantenerse oculto ante las autoridades del lugar. A pesar de saber que era él más buscado, no reparó en un buen disfraz para pasar desapercibido.

-Malditos...- Gruño cuando tuvo que alzar varias raíces del suelo. Estos tipos en naves flotantes lo venían persiguiendo ya desde hace un rato. Tenía que darles el crédito de estar a la altura de causarle molestias. Antes apenas y podían seguirlo un par de minutos. Ahora ya tenían casi media hora de persecución, si continuaba así, sus reservas mágicas se verían afectadas. Y con ello, estaría a merced de la policía de la ciudad oculta.

Varios rayos de energía junto a explosivos de anulación de poder le fueron lanzados, por lo que hábilmente uso sus raíces y se apartó surfeando del lugar.

Y nuevamente, cuando ya estaba fuera de peligro, alzó varias enredaderas al aire, esperando destruir algún globo aerostático.

-Te tenemos rodeado. Ríndete y déjanos capturarte en nombre de la policía de la ciudad oculta. -Oyó decir por un alta voz a uno de los Yokai dentro de los globos aerostáticos. Solo había podido derribar a un par de estos.

-Tsk...

Giro para ver si era cierto lo que decía el oficial. Si bien si lo tenían rodeado, aun podía haber más de ellos. Tenia la confianza suficiente para continuar con su escape. Lo iba a lograr. Solo que se estaba tardando un poco.

Entonces nuevas enredaderas surgieron del suelo y con ellas salieron un par de flores gigantes, las cuales escupieron un esporas que nubló la visión de sus perseguidores. Esto lo aprovechó para abrirse camino rumbo al bosque retorcido.

Esperaba no encontrarse con las brujas que habitaban el lugar. Le caían mal. Eran poco científicas, llenas de escepticismo y trucos baratos. Puagh.

El ladrido de unos perros demoníacos le sacaron de su pensamiento.

Estos estaban a nada de alcanzarlos con filosos dientes.

La cabra usa un par de bolitas verdes para distraerlos con el mal aroma que emitieron al rebotar junto a los cuerpos de esas pequeñas bestias de un ojo y cuatro patas.

Inmediatamente estos aullaron por el mal olor que les inundó y dejaron su persecución. Una sonrisa se empezó a formar en la cara del científico pero cuando más perros reemplazaron a los afectados su ceño se volvió fruncir, reemplazando la felicidad anterior.

Continuando con su persecución dentro de la maleza oscura y tétrica, terminó tropezandose con varias raíces del lugar. Los perros aprovecharon su descuido para tirarse lanzarse sobre él.

Su tiempo de reacción para poder protegerse no era suficiente. Lo único que podía hacer era levantar su brazo para evitar un ataque mortal.

Fue inevitable cerrar sus ojos y esperar el obvio desenlace.

En cambio, un chillido lo obligó a mirar de nuevo.

Dos jóvenes se encontraban frente suyo, dándole la espalda y golpeando los perros demoníacos.

Uno balanceaba un palo de hockey de izquierda a derecha. Muy hábil, le recordó un poco a como April balanceaba el bate durante las batallas en las que había participado.

La otra chica se apoyaba con sus piernas y brazos para mandar a volar a los perros con golpes y patadas precisas y potentes. 

Entre la pequeña batalla que se había formado uno de los perros amenaza con morder y rasgar la piel del brazo descubierto de la chica, por suerte ella logra notarlo a tiempo como para poder usar un tessen y bloquear el ataque.

MAELSTROMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora