CAPÍTULO 26: AMANECER

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VALENTINA

¿Alguno ha visto bob esponja?, ¿Sabéis el despertador que tenía ese dichoso dibujo amarillo?, ¿Recordáis lo insoportable que era y lo estruendosa que era?, bien, pues eso no es nada comparado con el insoportable ruido de la alarma del móvil de Gavi.

–Apaga.–Mascullé mientras le pegaba aún adormilada.

–Eso intento, no encuentro mi móvil.–La voz de Gavi era más ronca de lo normal.

La alarma seguía sonando de fondo haciendo que mi cabeza estuviese a punto de estallar en mil millones de pedacitos.

–Joder Gavi.–Me Senté enfadada sobre la cama, odiaba que me despertasen pronto.

–No lo he hecho a propósito, sabes.–Se excusó.

Su pelo estaba alborotado, tenía la marca de las sábanas sobre su mejilla derecha.

Pff, ¿yo no podría haber nacido simplemente así de guapa?.

Bueno y por cierto, aprovecho para plantear una cosa, ¿Cómo alguien que aún sigue teniendo las legañas en los ojos puede simplemente mirarte y que se te caigan las bragas instantáneamente?, pregunto.

Gavi seguía rebuscando entre las sábanas sin éxito.

Decido levantarme e intentar mirar debajo de la cama y... ¡Bingo!, estaba allí casi al fondo.

–Está aquí.–Me estiré para conseguirlo y en cuanto lo tuve entre mis manos salí de debajo de la cama tan rápido y tan enfadada que Gavi se asustó al instante.

–¿A ti te parece normal poner una alarma a estas horas?.–Me quejé mientras le devolvía el teléfono.

–Val que tampoco es tan pronto, son las 8 de la mañana eh.–Me dijo de lo más normal.

–Pff.–Me quejé.

–Lo dices como si no te levantases a esta hora nunca.–Contraatacó.

–Lo hago todos los días, mucho antes de hecho.

–Entonces no entiendo de que te quejas, ¡madre mía!.–Se indignó.

–¡Estoy de vacaciones!.–Me quejé.

–Entonces calla y vuélvete a dormir y ya.

–¡Una vez me despierto ya no puedo volver a dormirme así como así.–Me quejé.

Gavi soltó un suspiro exasperado y justo cuando pensaba que iba a marcharse de mi habitación y que me dejaría allí plantada con mis dramas, se puso justo delante de mi sin apartar su mirada de la mía.

Tenía que levantar un poco la cabeza para poder mirarlo bien a los ojos. 

Su mano derecha me acarició la mejilla y no pude evitar cerrar los ojos por un segundo mientras disfrutaba de su tacto.

–Lo siento.–Dijo.

Y yo abrí los ojos de golpe, ya que lo que menos me esperaba era tener un a disculpa por parte de Gavi.

PRÓRROGA-PABLO GAVI-PAUSADA/EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora