CAPÍTULO 5: SORPRESA

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VALENTINA

No tengo palabras para describir lo incómodo que había sido el trayecto hacia mi casa.
Nunca había deseado tanto bajarme de un coche como lo estaba haciendo ahora mismo.

—Hemos llegado.—El canario puso el freno de mano cuando estuvo justo delante de mi casa.

—Gracias por traerme Pedri.—Empecé a recoger mis cosas como pude antes de bajarme.

—Podrías ayudarla.—Pedri habló hacia Gavi, que se había quedado medio en trance desde que su amigo había vuelto a subir al coche tras repostar.

—Puedo sola.—Le corté Justo antes de que Gavi abriese la boca.
La verdad es que no tenía la menor gana de que el sevillano me ayudase, más bien prefería que se largasen cuanto antes de allí y que aquel día acabase ya.

Lo malo es que aquel día estaba siendo una completa mierda hablando mal y pronto y cuando por fin había conseguido coger todas mis cosas y estaba intentando abrir la puerta para salir del coche, se me volvieron a caer un par de cosas de la bolsa de papel que estaba casi desintegrada en su totalidad.

—¡Joder!.—Exclamé exasperada.

—Pff.—El bufido de Gavi solo hizo que incrementar mi ira.

—¿Pff qué Pablo?.—Me giré hacia él enfadada.

—Eres insoportablemente patosa.

—Y tú insoportable a secas y no te lo digo cada cinco minutos.

—Deja que te ayude.

—Ni de coña.

—No es que me apetezca ayudarte, es que me quiero ir a mi casa, y si vas a estar intentando hacerlo tú sola podemos estar aquí hasta 2030 esperando.—Exclamó enfadado Gavi.

—No gracias.—Intenté nuevamente hacerme con todo, pero fue en vano, uno de los paquetes se me volvió a resbalar.

—¡Por el amor De Dios, deja que te ayude Val, y tú Gavi, intenta ayudar de verdad si es que quieres irte!.—La voz de Pedri retumbó en el cubículo, ya era la segunda vez que había visto a Pedri enfadado en el día de hoy y honestamente espero no tener que hacerlo más...

Dejé que Gavi me ayudase y salí del coche con su ayuda sin decir nada.

Avancé con Gavi a mi lado en completo silencio hasta la puerta de mi casa.
Me apoyé como pude sobre el marco para intentar sacar mis llaves del bolso.

—Sabes que puedes apoyar algunas cosas en mi, se supone que he venido a ayudarte.—la voz de Gavi sonaba visiblemente agotada, como si estuviese cansado de pelearse conmigo.
Quise pensar que aquel era un gesto de benevolencia y dejé algunas cosas sobre sus brazos para poder abrir con más facilidad la puerta.

Una vez abierta la puerta entré a la estancia con Gavi a mis espaldas.

—¿Donde lo dejo?.—Me preguntó.

—Aquí está bien.—Señalé con mi cabeza la mesa del comedor y dejé también sobre ella las cosas que llevaba en mis brazos.

Pude ver como Gavi recorría la casa con la mirada, de pronto me sentía incómoda con su presencia aquí, jamás había traído nadie a casa de mis padres, bueno a ningún chico me refiero, ya me entendéis...

PRÓRROGA-PABLO GAVI-PAUSADA/EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora