No tengo planes de regresar

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 —Clarís, qué alegría tenerla aquí.

—Gracias, Maggie. ¿Podemos reunirnos? Pregunté mientras besaba su mejilla.

—Claro. Maggie se levantó, abrió la oficina de Jonathan y entramos. Ambas nos sentamos en las dos sillas frente a la silla grande de John. Fui yo quien inició la conversación.

—Maggie, sé que esto puede sonar extraño o tal vez no, pero no sé dónde está Jonathan. Hace ocho días se fue y solo he recibido tres mensajes suyos. No sé en qué país está, no tengo un número donde llamarlo, no tengo nada.

—Clarís, él se fue y al igual que a usted, no me dejó dicho nada. Su mirada estaba hundida en el piso.

—Maggie, tú eres su mano derecha, la persona en la que más confía para sus negocios. Jonathan Fuentes no mueve un dedo en esta oficina sin que estés enterada. Él siempre dice que eres la luz de este bufete. ¿Cómo me dices que no sabes? ¿Crees que puedo creerte que él no te lo dijo? Maggie, eres su mejor amiga.

—De verdad lo siento —me dijo con un tono de dolor.

Cerré mis ojos y respiré hondo, tratando de tranquilizarme y mantener mi compostura. Me acerqué a ella y tomé sus manos con las mías.

—Sé que probablemente él te haya dicho que no me dijeras nada, y realmente respeto tu lealtad. Pero como mujer, estoy desesperada. No puedo hablar con nadie más de esto. Somos figuras públicas, y tú eres la única que puede ayudarme. Piensa en ti. ¿Qué sentirías si Scott se va del país y no sabes dónde está? Pasan 8 días y no te responde las llamadas ni mensajes.

—Mal, muy mal.

—Correcto. Por eso te agradecería tanto si me dices algo, aunque sea mínimo, para ubicarlo.

Maggie bajó su rostro sin decir una sola palabra. No podía enojarme con ella; al fin de cuentas, sabía que seguía sus órdenes. Aunque Jonathan y yo formamos un matrimonio, entiendo que ella es su empleada, no la mía, y con ella, peor aún, porque es su mejor amiga.

Suspiré.

—Gracias, Maggie —me levanté sin decir más y caminé hasta la puerta hasta que escuché su voz, lo que me hizo detenerme.

—Claris.

—Sí, Maggie.

—Nadie más que usted podría averiguar dónde está. Usted tiene absoluto poder sobre todo lo de Jonathan.

Maggie era el perro fiel de Jonathan, pero también era una mujer excepcional. Era noble, como las personas que ya casi no se ven. Aunque no me lo dijo explícitamente, me dio una idea.

Al decirme eso, me reveló mucho más de lo que necesitaba. Inmediatamente entendí yo manejo todo lo relacionado con Jonathan, absolutamente todo.

Le sonreí amablemente.

—Gracias, Maggie.

Volví a mi oficina y lo primero que hice fue sacar el estado de cuenta de nuestra tarjeta internacional empresarial. Sin ningún esfuerzo de búsqueda, estaba a simple vista lo que andaba buscando: un pago que me llevaría al lugar donde estaba Oficentro DEX Málaga, España.

España, por Dios, está al otro lado del mundo. Respiré hondo, intentando controlar mi respiración mientras tomaba el teléfono para llamarlo. Sin embargo, mi mano temblaba y mis lágrimas fueron más rápidas que mis intentos de calma. ¿Qué estoy haciendo? No debería estar haciendo esto; él es mi esposo.

Después de un momento de duda, decidí marcar su celular nuevamente, aferrándome a la esperanza de que, esta vez, respondiera. Sin embargo, el silencio del otro lado de la línea resonó más fuerte que nunca. Las horas se volvieron eternas mientras esperaba una señal, un indicio de que aún le importaba. Pero no hubo respuesta.

Estimada Claris OlsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora