Me encontré con la mirada de ella

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El corazón se detiene; una parte de uno muere con esa persona indiscutiblemente. Los recuerdos invaden la mente sin permiso, un dolor te presiona contra la pared y no te das cuenta, el aire comienza a escasear y es en ese momento cuando los ojos reaccionan y lloran.

La muerte es uno de los momentos más difíciles que puede experimentar un ser humano. Saber que el cuerpo que tanto amaste ya no tiene vida, que no volverá a hablarte, acariciarte o simplemente estar presente y darte cuenta de eso desgarra el alma.

Trataba de buscarlo en cada recuerdo, exigía a mi oído recordar su voz.

Su cuerpo reposaba sobre una sábana blanca y delicada, volviéndose cada segundo más pesado. La habitación parecía encogerse, limitando mi acceso al oxígeno, mientras reflexionaba sobre cómo podría seguir adelante sin él; habrían momentos en los que desearía correr hacia él, solo para encontrarme con la dura realidad de que ya no estaría.

Ese día él partió, y yo me quedé con el vacío eterno de tenerlo conmigo. Mi luto no fue vestir ropa negra o dejar de escuchar su música favorita; el luto era la ausencia de mi sonrisa desde que el cerró los ojos.

 Te amo Will, hasta el punto de entregar mi vida y la del amor de mi vida por ti.

Claris envolvía ese cuerpo sin vida con una amalgama de emociones, sus manos se sumían en él con una ira inexplicable, una ira que no pronunciaba con palabras, pero que resonaba en toda la atmósfera con la pregunta silenciosa: "¿Por qué me dejaste por segunda vez?" mientras Gustavo me daba un brazo y compartía palabras de consuelo que sinceramente no logro recordar. Desde el momento en que cerró los ojos, lo único que permanece vívido en mi memoria son los ojos de Maggie, aguardándome en la puerta de la habitación del hospital.

Claris asumió por completo la responsabilidad del funeral, tomando decisiones en cada detalle y encargándose de los comunicados necesarios. El día del entierro, opté por mantenerme al margen de los rituales fúnebres, permitiéndome observar y participar desde la distancia, junto a Maggie. Desde nuestro punto de vista, podíamos ver a todos los presentes: Joe, Estrella, Luna, Sofí, Braulio, Silvi, Lucí, Tere, Jeycod, Mara, ministros, clientes, abogados, mi madre y Julián. Todos, junto a Claris, compartieron el adiós al cuerpo de Will.

Mi madre y Claris se encontraban devastadas en ese momento; sus cuerpos físicos estaban presentes, pero sus almas parecían deambular en otro lugar. Poco a poco, las personas se retiraban, dejando a Claris cada vez más sola.

De repente, escuché una voz detrás de mí.

—¿Quién es la mujer de la rosa blanca?

Me volteé hacia la voz.

—Laura.

—La misma, dijo mirándome fijamente a los ojos.

Había cortado su cabello a la altura de la barbilla, lo que hacía que su rostro tuviera una apariencia más rígida. Sus labios, maquillados con un tono oscuro, acentuaban su expresión, otorgándole una dureza común en ella. Laura, es la hermana menor de Will, compartía únicamente a su madre como progenitora; su padre provenía de una historia diferente al de Will. Un hombre adinerado de negocios, el padre de Laura decidió llevarse a ambas mujeres a vivir a Canadá cuando Will cursaba su primer año de colegio. La madre de Will optó por irse, dejando a Will al cuidado de una tía. A partir de ese momento, la comunicación entre ellos se desvaneció hasta que ambos alcanzaron la adultez.

—Laura, lo siento, no tuve cabeza para llamarte.

— No te preocupes, Sofía me llamó. ¿Quién es la mujer que quedo sola con la rosa blanca?

—Claris.

— ¿Tu esposa?

Resoplé.

— Sí, mi esposa.

Estimada Claris OlsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora