Hoy por segunda vez me habían matado

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Me quedé con Will durante cinco días más hasta que estuviera mucho mejor solo fui a casa por ropa, luego de unos días volvió Will, el mismo de siempre parecía como si no hubiera pasado nada, como si no estuviera muriendo cada día. El doctor nos explicó que era normal podía un día recaer y levantarse bien o recaer y no levantarse más, decidí no alejarme de él, estar tan cerca suyo como fuera posible.

Mi vida tomo 2 rumbos en este momento aceptar que mi esposo se fue y por otra parte disfrutar cada minuto como Will me amaba y es que, si tan solo pudiera describir con palabras su forma de verme, de besarme, pero no hay nada que pueda decir para explicarlo, incluso nadie me ha hecho el amor como él.

Recuerdo ese día como si lo estuviera viviendo, llego a mi consultorio, pero le explique que no podría salir ya que tenía demasiados pendientes él se quedó conmigo y me ayudo a terminar, pedimos comida, reímos, trabajamos conversamos había papeles por todos lados nos sentamos en el piso con la cena, refrescos, me fascinaba verlo sonreír así tan lleno de vida.

Sentía a Will tan cercano no sé en qué momento dejamos que esto se perdiera, amaba su sonrisa era muy gracioso, su barba perfectamente perfilada, su perfume era excitante los hoyuelos de su barba encantadores y me invitaban a besarlos, su voz ronca era perfecta.

Se acerco más a mí y me beso nos besamos con el más sincero amor tomé su rostro en mis manos y sentí como sus manos desabotonaban mi blusa y yo no tenía ninguna intención de evitarlo quería entregarme a él como quise hacerlo hace años atrás pero no lo hicimos, quito mi blusa suavemente sin dejar de besarme sentía sus manos calientes tocar mi espalda, beso con sus labios cada parte de mi haciéndome suspirar entre sus brazos, todos los sentimientos que estaba experimentando eran prácticamente nuevos, Mientras Will me besaba cada milímetro de piel me veía a los ojos como que no creía que estuviera pasando.

Se tomo el tiempo de acariciarme, de besarme, el no tenia prisa y realmente yo tampoco. Sus dedos se movían suave por mis labios, y sus ojos brillaban, me deseaba, amaba de tenerme en sus manos.

Sobre la alfombra del piso me hizo el amor como nunca nadie me lo había hecho, me hizo sentir deseada en cada momento su cuerpo temblaba con el mío nuestras gotas de sudor se unían al igual que nuestras almas, éramos solo el yo amándonos profundamente, mi piel combinaba perfectamente con la de él, las pecas de sus hombros desfilaban con mis besos y su cuerpo me sostiene perfectamente mientras yo me hundía en sus ojos demostrándole cuando lo deseaba.

Caí rendida en sus brazos y estaba completamente segura de que deseaba repetir lo que acababa de pasar, mis pechos estaban alertas y mis manos deseosas algo me había entregado el que nunca había tenido, no sé si fue su deseo su pasión, pero su forma de hacerme el amor fue de otro mundo.

Deseaba tanto quedarme en ese momento pero desgraciadamente teníamos que seguir con el tiempo en contra con una maldita enfermedad que nos arrancaba la última posibilidad de ser felices, Will sufrió varias recaídas mas yo vivía más en su casa que en la mía y se me complicaba en ocasiones , así que le pediría a Will irse a mi casa las comodidades que habían en casa era mejores que estas a pesar que él vivía en un departamento de lujo no lo podíamos comparar con una casa llena de personal que lo podrán ayudar.

Sin embargo, antes de hablar con el fui hablar con Lucía

Entre a la cocina donde estaban Lucía, suspiré fuerte para tomar valor y le pedí conversar. Nuestra casa era muy grande tenía lugares maravilloso pero mi lugar favorito era la sala intima de la casa. Era un cajoncito con una chimenea y 2 grandes sillones de color vino y cada uno tenía un banquito para estirar las piernas.

Lucí se sentó en un sillón y yo en el banquito muy cerca de ella nuestras rodillas chocaban.

—¿Qué sucede mi niña?

Estimada Claris OlsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora