Capítulo Final

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Era mitad del verano, dos años después del día en que Samantha vió por primera vez a Abril.

No el primer día que se conocieron, pero era la primera vez que Samantha entró en la biblioteca y vió a Abril apilar libros entre los estantes. Abril no sabía el significado de este día, ella era ajena mientras cantaba en voz alta junto con la radio mientras conducia.

Sorprendentemente, ella era una buena cantante, y Samantha sonrió mientras la miraba detrás del volante. Hace unos meses, Abril había obtenido su licencia, finalmente superando la barrera final en su miedo, los autos.

El sol cayó sobre ellas cuando dejaron la ciudad detrás de ellas. Era la mitad del día y tenían un largo camino por recorrer.

-Estás mirandome de nuevo. -dijo Abril, volteandose para mirar a Samantha. Sus lentes cubrían sus ojos, pero Samantha sabía que se arrugarían en las esquinas.

-Me gusta mirarte. -le dijo Samantha, levantando una de las manos de Abril del volante y besándola en la parte posterior. Abril puso los ojos en blanco, sonriendo ampliamente mientras se concentraba en el camino.

-Entonces, ¿cuándo vas a decirme a dónde vamos? -Abril preguntó, levantando una ceja y volteando la cabeza ligeramente en dirección a Samantha

-Te lo diré cuando lleguemos allí. -sonrió Samantha, asimilando la expresión frustrada de Abril.

Fue una sorpresa, algo que había planeado para Abril porque sabía que lo disfrutaría, aunque Samantha no lo hiciera.

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Les llevó horas.

Condujeron por el desierto, disfrutando del calor del sol mientras conversaban y Samantha escuchaba a Abril cantar cada vez que se escuchaba una canción que le gustaba.

Todo estaba bien en el mundo, y ninguna de las dos quería estar en ningún otro lado. Era dificil imaginar que hace dos años, Samantha tenía miedo de apegarse, de amar a alguien, Abril no podía hablar y no había podido superar el trauma de su infancia. Parecía que a Samantha la habían hecho amar a Abril, bañarla de amor y afecto, y en estos días Abril hablaba sin parar, llenando cada silencio con su burbujeante charla. Samantha apenas podía recordar una vida sin la voz de Abril en ella.

Cuando llegaron, Samantha sospechaba que era tres tonos más blanca, y ya temía su decisión. Estaba tan asustada y tal vez un poco nerviosa cuando se detuvieron donde le indicó. Salieron, estirando las piernas después de estar sentadas en el auto por tanto tiempo.

-¿Ahora qué? -Abril preguntó, mirando el paisaje sin rasgos distintivos. Había algunas rocas gigantescas a cien metros de distancia, y mucha arena, pero además de eso no había nada.

Por aquí dijo Samantha, tendiéndole la mano para que Abril la tomara.

El sol brillaba en el horizonte cuando Samantha las condujo hacia las rocas, la puesta de sol estaba casi a la mano. La vista era espectacular, sin nada que las interrumpiera.

Las rocas se hicieron más grandes cuanto más se acercaban, y con cada paso Samantha se ponía más nerviosa. Ella agarró con fuerza la mano de Abril, buscando consuelo y tranquilidad. Ella nunca dejaría que le pasara nada malo.

De cerca, las rocas eran fácilmente de cien pies de altura, proyectando sombras gigantes, que fueron bienvenidas después del abrasador calor del sol. Aun así, Samantha las condujo hacia adelante y las sacó del otro lado de las rocas.

Abril se protegió los ojos del sol y dejó escapar un grito de sorpresa cuando vió la vista. A una docena de metros de distancia, un hombre estaba parado junto a un globo de aire caliente medio inflado, la fuente del miedo y la ansiedad de Samantha.

Señas | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora