Capítulo 25

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Abril se recuperó a pasos agigantados. Cada semana se fortalecía y confiaba más en su capacidad para caminar. La transformación fue increible de ver, Samantha tuvo que contener las lágrimas cada vez que Abril daba otro paso, cada vez más fuerte y más segura después de meses de estar sentada en una silla de ruedas.

Samantha y Amairani se alternaban llevando a Abril a sus sesiones de fisioterapia, ambas observando a Abril caminar, primero agarrándose a las barandillas y luego sin ellas, con orgullosas miradas en sus caras. Tardaba mucho en llegar, pero lentamente se puso de pie. Hubo días en que tuvo algunos contratiempos y tropezó con sus propios pies, riéndose mientras se estrellaba contra el suelo. Luego volvería a levantarse, decidida a mantenerse erguida. Lenta pero segura, aprendió a caminar de nuevo.

Llegó el invierno otra vez. El frío helado y los vientos aulladores no fueron suficientes para amortiguar el buen humor de Abril, especialmente con la Navidad a la vuelta de la esquina. Especialmente en este particular jueves por la mañana cuando se levantó de su silla de ruedas por última vez, con una gran sonrisa en su rostro mientras la guardaba.

-¡No puedo creerlo, soy libre! -Abril se rió, tirando de Samantha hacía ella mientras su cara se arrugó. Samantha se rió con ella, dejando que Abril la abrazara con fuerza. Se apartó un poco, besándola rápidamente antes de que su expresión se volviera sería.

-En realidad quiero hablar contigo sobre algo, ahora que estás oficialmente de pie. -le dijo Samantha, con una mirada nerviosa en su rostro mientras se sentaban a desayunar.

Abril la miró perpleja.

-¿Qué pasa? Te ves preocupada.

Samantha se mordió el labio, metiendo la mano en el bolsillo de su pijama mientras tomaba un sorbo de su café. Su mano salió, apretada alrededor de algo pequeño.

-Sé que que sé que te dije que te quedaras aquí porque tenía un ascensor y podría cuidarte más fácilmente, y ahora que ya no necesitas el ascensor, puedes volver a tu propio apartamento. -balbuceó Samantha- Pero no tienes que hacerlo, quiero decir, ¿Podrías... puedes mudarte conmigo? Pero sólo si tú quieres. -extendió su mano hacia Abril, abriendo lentamente los dedos para mostrarle la pequeña llave plateada ubicada en el centro de su palma.

Samantha miró a Abril con los ojos muy abiertos y un pequeño pliegue entre las cejas, preocupada de que Abril quisiera más espacio ahora. Para Samantha, era todo lo contrario, no quería volver a que Abril sólo tuviera un cajón y tener que alternar entre sus apartamentos para quedarse.

Abril sonrió ampliamente, dejando escapar una risa ahogada, y Samantha se dió cuenta de que tenía los ojos llenos de lágrimas. Estiró la mano hacia adelante, levantando la llave. Durante los últimos meses, había estado tomando la llave de repuesto cada vez que salía con alguien que no era Samantha, y la devolvía tan pronto como llegaba a casa. Ahora, ella tenía la suya.

-Te amo. -susurró Abril, medio levantándose de su asiento para inclinarse hacia adelante y besar a Samantha, saboreando el café amargo en sus labios.

-Creo que tengo que empezar a empacar. -Abrilsonrió, mordiendo su tostada. El rostro de Samantha se dividió en una amplia sonrisa, llena de alivio y amor.

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Limpiaron la mitad del armario de Samantha, dejando espacio para la ropa de Abril. Samantha compró algunas estanterías para su oficina, y pronto las paredes estaban cubiertas de cientos de libros de Abril. Por la noche, después de que ambas habían terminado el trabajo, Samantha se sentaba detrás de su escritorio, terminando algunos trámites, y Abril sacaba un libro de los estantes y se acurrucaba en el sillón, leyendo hasta que lograba alejar a Samantha de su computadora y llevársela a la cama.

Señas | RivariDonde viven las historias. Descúbrelo ahora