Capítulo 4: Ancianas y Montauk.

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Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.


Corrige tus errores y sonríe al futuro.

El clima extraño continuó, lo que no ayudó con mi humor. Una noche, una tormenta estalló las ventanas de mi dormitorio. Pocos días después el tornado más grande de todos los tiempos aterrizó en el Valle de Hudson, a solo cincuenta millas de la Academia Yancy. Uno de los acontecimientos de la actualidad que estudiamos en Ciencias Sociales fue el número inusual de pequeños aviones que había caído en el Atlántico repentinamente este año.

Empecé a sentirme irritable la mayoría del tiempo. Aun así, para mi sorpresa, ahora que sabía aún mejor, lo que pasaba, mis calificaciones ascendieron de D a C. Evité meterme en peleas con Nancy Bobofit y sus amigos.

Asombrosamente, nuestro Profesor de Castellano, el Sr. Nicoll, me preguntó cómo había yo logrado semejante mejora para las pruebas de deletreo, una sonrisa apareció en mi tierno rostro femenino, pero no le contesté y me colocó D+ en mi prueba.

El director le envió a mi mamá una carta la siguiente semana, haciéndolo oficial: Nuevamente, yo sería invitada para volver el siguiente año a la Academia Yancy.

Eso pondría a mamá muy contenta y orgullosa. Así mismo, yo también me sentía orgullosa, por mis logros.

Pero, aun así, quería estar con ella en nuestro pequeño departamento en el extremo este de la ciudad, incluso si tenía que ir a una escuela pública y soportar a mi obstinado padrastro y sus estúpidos compañeros de póker.

Había cosas que extrañaría de Yancy, durante el verano o incluso después de él, pues no sabía si quizás, debería de quedarme. La vista de los bosques desde la ventana de mi dormitorio, el río Hudson en la distancia, el olor de los árboles de pino... ya quería llegar al Campamento y contemplar el pino de Thalía. Extrañaría tener a Grover a mi lado.

Extrañaría la clase de latín también (el torneo loco de Quirón) y su fe en que yo podía hacer las cosas bien.

Mientras los exámenes se acercaban, latín era el único para el que estudiaba a conciencia. Aun así, recogía fragmentos de todo lo demás.

La noche antes de mi final, me sentí aliviada y en esta ocasión, no tuve necesidad de lanzar la Guía de Cambridge de la Mitología Griega a través de mi dormitorio. Ahora ENTENDÍA aquellas palabras que, en la anterior línea de tiempo, habían empezado a saltar fuera de la página. Estaba jubilosa de que ahora, yo SÍ fuera a recordar la diferencia entre Quirón y Caronte, o Polidectes y Polideuces. ¿Y conjugar esos verbos en latín? Muy fácil, pues podía hablarlo con gran fluidez.

Tenía ya chuleado, los tres exámenes del día siguiente: latín/Mitología Grecorromana, Literatura y Pre-Algebra. Y el de Pre-Algebra (junto al de Calculo) eran los que más me preocupaban.

Solo entonces, sentí un perfume, que había estado oliendo recientemente y una sonrisa apareció en los labios. —Literatura, latín y Pre-Algebra. Estás bastante aplicada. Algo inesperado en los hijos de Barba Percebe.

Me intenté girar en mi silla, pero ella odiaba que fuera arrogante. Me puso de pie y volví mi mirada hacía ella, comenzando una venia. —Bienvenida Ate... —solo entonces, noté que no era Atenea. —Perdón: Sea usted bienvenida, a mi humilde habitación en la Academia Yancy, Lady Minerva. —Ella me acarició la mejilla, mientras me sonreía, para luego plantarme un beso en los labios, dejándome con ganas de más, al tiempo que me guiñaba el ojo y desaparecía.

En la noche, mientras dormía, entendí el porqué del beso: Sabiduría. Ella me transmitió algunos de sus conocimientos.


Corrige tus errores y sonríe al futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora