Capítulo 24: Atando un cabo suelto.

109 12 0
                                    

Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.

Corrige tus errores y sonríe al futuro.

Todavía recuerdo, cuando conocí a Tyson en la línea de tiempo pasada: Un niño sin hogar, del escuela «progresista» Meriwether del centro de Manhattan, lo que significa que nos sentamos en grandes pufs, no en pupitres, que no nos ponen notas y que los profesores llevan tejanos y camisetas de rock, lo cual te parece genial...

Lo peor de Meriwether era que los profesores siempre se concentraban en el lado más brillante y positivo de las cosas.

Mientras que los alumnos... bueno, no siempre resultaban tan brillantes.

Como esa ocasión, cuando los del salón, habíamos leído ese libro titulado El señor de las moscas, en el que un grupo de chicos quedan atrapados en una isla y acaban volviéndose unos dementes.

Así pues, como examen final, los profesores nos enviaron al patio de recreo y nos tuvieron allí una hora sin la supervisión de ningún adulto para ver qué pasaba.

Y lo que pasó fue que se armó una batalla campal, entre los alumnos de séptimo y octavo curso, además de dos peleas a pedradas y un partido de baloncesto con placajes de rugby. Con el matón del colegio, Matt Sloan, dirigió la mayor parte de las actividades bélicas.

Y aquél día que me pasé por Meriwether, Sloan estaba repartiendo golpes a diestro y siniestro cuando cometió el error de intentar darle una a mi hermanito menor Tyson.

Una sonrisa tiró de mis labios, al ver como

Tyson era el único chaval sin techo de la Escuela Preparatoria Meriwether. Llevaba unos tejanos andrajosos, unas mugrientas zapatillas del número 50 y una camisa a cuadros escoceses con varios agujeros.

La Escuela Meriwether lo había adoptado a resultas de un proyecto de servicios comunitarios para que los alumnos pudieran sentirse satisfechos de sí mismos. Por desgracia, la mayoría no soportaba a Tyson. En cuanto descubrían que era un blandengue, un blandengue enorme, pese a su fuerza descomunal y su mirada espeluznante, se divertían metiéndose con él.

—Hola Tyson —le saludé, él no me reconocía, pero yo estaba a punto de llorar, al volverlo a ver. Me odié por haberme quedado en el Campamento ese año, en lugar de haber venido a Meriwether y llevármelo a la primera oportunidad, al Campamento.

—Hola, ¿Cómo te llamas?

—Soy Penélope, pero solo dime Penny. Ven: Voy a llevarte a un buen lugar —extraje un dragma de mi bolsillo —Stéthi —dije en voz calmada y en griego antiguo, en lugar de vociferarlo, estilo Annabeth —Ó hárma diabolés —arrojé la moneda a la calle. Pero en lugar de tintinear como es debido, el dracma se sumergió en el asfalto y desapareció. Durante unos segundos no ocurrió nada. Luego, poco a poco, en el mismo punto donde había caído la moneda, el asfalto se oscureció y se fue derritiendo, hasta convertirse en un charco del tamaño de una plaza de parking... un charco lleno de un líquido burbujeante y rojo como la sangre. De allí fue emergiendo un coche. Era un taxi, de acuerdo, pero a diferencia de cualquier otro taxi de Nueva York no era amarillo, sino de un gris ahumado.

El cristal de la ventanilla del copiloto se bajó y una vieja sacó la cabeza. Avidpa tenía sus típicas greñas grisáceas le cubrían los ojos, farfullaba entre dientes, como si acabara de meterse un chute de novocaína. — ¿Cuántos pasajeros?

—Dos al Campamento Mestizo, —dije yo, Avispa estaba por hablar, pero yo lo hice primero y le arrojé seis monedas al regazo —un pago extra, por las molestias, de que él, venga con nosotros.

El interior también era de un gris ahumado, pero parecía bastante sólido; el asiento estaba rajado y lleno de bultos, o sea que no era muy diferente de la mayoría de los taxis. No había un panel de plexiglás que nos separase de las tres ancianas damas que conducían. — ¡Long Island! —dijo la que conducía. — ¡Bono por circular fuera del área metropolitana! ¡Ja! —Pisó el acelerador y de nuevo, yo me golpeé la cabeza con el respaldo.


Llegamos a casa, al Campamento —Yo Penelope Jackson, permito a Tyson, entrar al Campamento —y ahora: A esperar hasta diciembre.

Beckendorf se llevó a Tyson a las fraguas. Yo le dije que se divirtieron y yo ya lo vería después.

Corrige tus errores y sonríe al futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora