Capítulo 14: Combate contra Ares.

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Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.

Corrige tus errores y sonríe al futuro.

Salimos en la playa.

Y ahí estaba, esperándonos, enfundado en el guardapolvo de cuero negro y las gafas de sol, un bate de béisbol de aluminio apoyado en la moto rugía a su lado, y el faro volvía rojiza la arena. —Eh, chavala —me llamó Ares, al parecer complacido de verme. —Me alegra verlas vivas.

—Me has engañado. —le dije de nuevo, pero con un tono de desenfado total —Has robado el Yelmo y el Rayo Maestro.

Ares sonrió. —Volvamos a lo nuestro, chavala: No soy tu enemigo, esto es una prueba y TODOS están mirando ahora mismo. Nada personal, claro.

—Si ganas, ¿Qué harás? —dejé la pregunta en el aire—. Si pierdes, le llevo el rayo personalmente al tío Z.

Ares asintió con desdén y esgrimió su bate de béisbol. —Hay ordenes: Que te dirijas al Campamento, tan pronto terminemos el combate. Tranquilas las tres: Yo lo llevaré sano y salvo, lo juro por el Estigio —y se escuchó el trueno a lo cual nosotras asentimos — ¿Cómo lo prefieres? ¿Combate clásico o moderno? —Le mostré mi espada, mientras la hacía bailar entre mis dedos. —Para estar muerto tienes mucha gracia —contestó—. Probemos con el clásico. —Entonces el bate se convirtió en una enorme espada cuya empuñadura era un cráneo de plata con un rubí en la boca. —Espero que tengas memoria muscular chiquilla... Oh... alguien quiere combatir contigo —Y en un segundo, ocurrió el cambio físico. Marte llevaba un corte de cabello al estilo militar, y su rostro estaba cubierto de cicatrices. Llevaba gafas de visión nocturna que brillaban desde el interior o gafas de sol para cubrir sus cuencas de llamas. Marte cambió sus ropas, por un uniforme militar de los Navy SEALS. —Nunca tuve la oportunidad de combatir contigo, Percy... perdón: Penny. Es un combate amistoso, después de todo: Deben de llevar el Rayo.

—Entiendo, Lord Marte —dije yo, desenfundando mis espadas y colocándome en posición de batalla, cerrando mis ojos un segundo, el mar liberó una gran ola, que vino directamente hacía mí y por un instante, desaparecí en su interior, antes de que el agua se retirara y yo terminara vestida con una armadura de colores marinos.

Un mandoble dirigido a mi cabeza silbó en el aire, pero yo ya no estaba allí. Mi cuerpo pensaba por mí. Pero fui recibido por un golpe del lado no afilado de la hoja y salí volando.

El agua me hizo rebotar un poco, pero pronto estaba totalmente despierta y me catapultó hacia mi adversario, y cuando bajaba descargué mi espada. Pero Marte era igual de rápido: se retorció y desvió con su empuñadura el golpe que debería haberle dado directamente en la cabeza.

Sonrió con aprobación. —No está mal, no está mal. —Volvió a atacar y me vi obligada a volver a la orilla. Avancé de frente, con las dos espadas, lanzando tajos y estocadas, que Lord Marte desviaba o confiaba en su armadura y su escudo, me agaché y le lancé un golpe directo a la mandíbula, al cual él retrocedió. me atacó con tal fiereza que tuve que concentrarme al máximo para no acabar hecho trizas y centrarme en desviar su espada, si es que estaba a punto de alcanzarme.

No encontraba ningún resquicio para atacar, pues su espada era más larga que Terraemōtus y Seismós. «Acércate. —me había dicho Luke una vez en nuestras clases de esgrima— Cuando tu espada sea más corta, acércate.» Me metí en su campo de acción con una estocada, pero Ares estaba esperándolo. Me arrancó la espada de las manos con un brutal mandoble, pero lancé un corte ciego con Seismós y lo hice gritar de dolor, al haberle alcanzado en el otro brazo, haciendo que saliera su icor de una herida en la parte interna del antebrazo derecho.

Salí despedida hacia atrás, ocho o diez metros, cuando recibí un golpe en el abdomen. Me habría roto la espalda de no haber caído sobre el mar. Veía doble y sentía el abdomen como si acabaran de atizarme con un ariete, pero conseguí ponerme en pie y el mar me revitalizó, salí del agua y Marte asintió, con aprobación, ante mi técnica de esgrima. volví a lanzar una estocada al rostro de Marte, quien volvió a desviarla. Luego, desvió un ataque al abdomen, otro al pectoral y uno a la pierna.

Yo apenas y lograba esquivarle. Tenía que agradecer a casi una década de entrenamiento, entre los campamentos Mestizo y Júpiter.

Atacó. Desvié su espada. Me acerqué lo suficiente para alcanzarlo e intenté engañarlo con una finta, pero paró el golpe y me empujó hacía atrás, dos o tres veces.

Me agaché y esquivé un mandoble, antes de enterrarle la espada en el muslo, haciéndolo gritar. El aire caliente, me mandó nuevamente al agua. —Bien... bien hecho, chica. Luchas como una autentica guerrera. —Yo asentí ante el cumplido y Marte dio paso a Ares, quien solo asintió. —Vuelvan al Campamento y avisen a Quirón, yo llevaré este al Olimpo y ya verán un mensaje Iris de padre. —miró a Clarisse, quien tragó saliva y él asintió —No dejes de entrenar, niña. Eres por mucho, tan buena como Frank. —a Clarisse le aparecieron lagrimas en los ojos, al saber que su padre la aprobaba y yo me dirigí hacía ella, quien estaba muy feliz.

Ares, quien había vuelto a tener el control, arrojó algo al suelo y Thalía fue a recogerlo, para después levantarlo al aire. —Son boletos de avión.


Habíamos sido los primeros héroes en regresar vivos a la colina Mestiza desde Luke, así que todo el mundo nos trataba como si hubiéramos ganado algún Reality Show.

Según la tradición del campamento, nos ceñimos coronas de laurel en el gran festival organizado en nuestro honor, y después dirigimos una procesión hasta la hoguera, donde debíamos quemar los sudarios que nuestras cabañas habían confeccionado en nuestra ausencia.

La mortaja de Thalía era de color cían y tenía rayos de hilo dorado aquí y allá.

La mortaja de Clarisse era escarlata y tenía bordado un jabalí.

Mi mortaja era verde mar y algunos toques de azul, con un tridente plateado.

Mientras la cabaña de Apolo dirigía el coro y nos pasábamos sándwiches de galleta, malvaviscos y chocolate, me senté rodeado de mis hermanos, los amigos de Annabeth de la cabaña de Atenea y los colegas sátiros de Grover, que estaban admirando la recién expedida licencia de buscador que le había concedido el Consejo de los Sabios Ungulados.

Grover se iría en ese preciso instante, evitando (según él) acercarse al Triangulo de las Bermudas e ir hacía el este, tal y como recordábamos haber encontrado a Pan, durante la aventura del Laberinto de Dédalo.

No estoy segura de que vuelva a sentirme tan contenta o triste como en aquel momento.

Pero, por la mañana, la mayoría se marcharía a pasar el año fuera.

Le escribí a mi madre, diciéndole que me quedaría a entrenar y fui a decírselo personalmente a Quirón, quien asintió y me puso en la lista de permitidos en año Estival.

Corrige tus errores y sonríe al futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora