Cap. 29: Una profecía, una promesa y un reclamo tardío

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Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.


Corrige tus errores y sonríe al futuro.

Alguien... algo se aproximaba. Una turbia niebla verdosa impedía ver de qué se trataba, pero cuando se acercó un poco más, todos los presentes —campistas y cazadoras por igual— ahogamos un grito.

—No es posible —murmuró Quirón. Nunca lo había visto tan impresionado—. Jamás había salido del desván. Jamás.

Tal vez no. Sin embargo, la momia apergaminada que encarnaba al Oráculo avanzó arrastrando los pies hasta situarse en el centro del grupo. La niebla culebreaba entorno a sus pies, confiriéndole a la nieve un repulsivo tono verdoso. Nadie se atrevió a mover ni una ceja. Entonces su voz siseó en el interior de mi cabeza. Los demás podían oírla también, por lo visto, porque muchos se taparon los oídos. «Soy el espíritu de Delfos —dijo la voz—. Portavoz de las profecías de Apolo Febo, que mató a la poderosa Pitón.» El Oráculo me observó con sus ojos muertos. Luego se volvió hacia Artemisa. «Acércate, tú que buscas, y pregunta.»

Artemisa tragó saliva y avanzó con firmeza. ― ¿Qué debo hacer, para preservar el Olimpo?

Seis buscarán en el oeste al gran general enemigo, para evitar la guerra. Uno se salvará a la maldición de la tierra sin lluvia, la princesa de los mares y la cazadora del jardín muestran la senda, campistas y cazadoras prevalecen unidos, a la maldición del titán uno resistirá, y uno sufrirá por mano paterna.

Me acerqué a Zoë, coloqué una mano en su hombro, esperando que fuera un gesto reconfortante. ― "Sufrirá, no morirá por mano paterna". ―ella asintió.

En medio de un silencio sepulcral, la niebla verde se replegó, retorciéndose como una serpiente, y desapareció por la boca de la momia. El Oráculo se sentó en una roca y se quedó tan inmóvil como en el desván. Como si fuera a quedarse junto al arroyo cien años.

Lo mínimo que podía haber hecho la momia era volver andando al desván por su cuenta. Pero no. Nos tocó a Grover y a mí llevarla de vuelta. Y no creo que fuera por nuestra popularidad precisamente. — ¡Cuidado con la cabeza! —me advirtió Grover mientras subíamos las escaleras. Demasiado tarde... ¡Paf! Le di un trompazo al rostro momificado contra el marco de la trampilla y se levantó una nube de polvo.

— ¡Vaya, hombre! —La dejé en el suelo y miré a ver si había desperfectos. — ¿He roto algo?

—No sabría decirte —repuso Grover encogiéndose de hombros. Volvimos a levantarla y la colocamos en su taburete, los dos sudando y resoplando. ¿Quién habría dicho que una momia podía pesar tanto? En vista de lo ocurrido, parecía evidente que el Oráculo no iba a hablarme. Aun así, sentí un gran alivio cuando salimos del desván y cerramos la trampilla de un portazo. —Menudo asco, Penny —dijo Grover.

Todo el mundo estaba aplaudiendo o sonriendo, al verme, luego de haber ganado frente a las cazadoras. Y, además, estaba el asunto de la nueva profecía del Oráculo. Era como si esta vez, el espíritu de Delfos hubiese querido meterme con calzador en la misión.

El consejo se celebró alrededor de la mesa de ping-pong, en la sala de juegos. Atenea hizo una seña y todos nos pusimos serios. ―Según palabras de Artemisa, el Taurofidio, ya ha sido enviado con el tío Poseidón y prepara una pecera, para luego enviarla directamente a la sala del Consejo, en donde lo defenderemos, para que nadie pueda tomar tal magia en su poder. Según las palabras del Oráculo, la Princesa de los Mares, es decir: Penélope Jackson y la Cazadora del Jardín, es decir: Zoë Belladona.

―Ya son dos miembros de la misión. ―dijo Quirón ― ¿Quién más debe de ir?

―Iré ―dijeron con decisión Atenea, Artemisa y Thalía. Las tres hijas de Zeus, se miraron entre ellas y asintieron.

Hazel y Bianca se miraron. Hazel asintió. ―Y queda una vacante...

―Yo. ―dijo Bianca con decisión, Nico sorprendido, dio un paso al frente, pero Bianca miró a la hija de Plutón. ― ¿Lo cuidarás en lo que volvemos?

―Sí.

― ¿Lo ayudarás a entrenar?

―Lo prometo ―volvió a decir. Bianca miró de reojo a Will y él asintió, acercándose a la hija de Plutón y al hijo de Hades.

Le entregamos una mejor espada a Bianca, una espada más para su peso y ella la aceptó, también aceptó un escudo de plata y un cuchillo de caza, más bien alguna clase de espada, como los cuchillos que ella usó en la línea de tiempo pasada, para enfrentarse al padre de Zoë; estos eran artículos típicos de una Cazadora, que Artemisa invocó para ella.

El cuchillo de caza/espada, cambió su hoja de plata, a una de hierro estigio, que Bianca casi deja caer, pero la sostuvo con firmeza y asintió, lista para la misión. ―No estoy tan indefenso, como puedo parecerlo a simple vista. Hazel tuvo más experiencia que yo, a lo largo de los años y ella me entrenó. También tuve un permiso de mi padre, para conocer a otros hermanos nuestros... ―e hizo una mueca ―como Adolfo o Atila el Huno y ellos me ayudaron a entrenar... ―lo pensó por un instante ―mis hermanos no son los más geniales de la historia humana.

Hazel le palmeó la espalda a Bianca, dándose mutuamente, sonrisas irónicas. Y Hazel tomó la palabra. ―He estado entrenándola todas estas décadas en el Casino Loto. No hemos perdido el tiempo, precisamente. ―delante nuestro, ambas se quitaron sus camisetas y se colocaron unas anaranjadas, típicas del Campamento Mestizo.

Thalía y yo, tomamos algunas de nuestras cosas y seguimos a nuestras compañeras, no sin antes, prometerle a un muy preocupado Nico, que mantendríamos a Bianca y a Hazel a salvo.


Todos vinieron a despedirse de nosotros, justo cuando, sobre las cabezas de mis primos, el símbolo de poder del tío H. El Yelmo de la Invisibilidad. Y Quirón tomó la palabra, tal y como acostumbraba a hacerlo en estos casos. ―Dios de la muerte y la riqueza, señor del Inframundo. Salven Nico y Bianca di Angelo, Hazel Levesque, hijos del rey del Inframundo.

Corrige tus errores y sonríe al futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora