Capítulo 21: Reencuentro en el Balneario.

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Percy Jackson, pertenece a Rick Riordan.

Corrige tus errores y sonríe al futuro.


N/A: Sinceramente, ninguno de los dos, quería escribir este capítulo, pero decidimos obligarnos a escribirlo.


Clarisse, Thalía, Nyssa, Atenea y yo, recibimos la visita de Hera o, mejor dicho: Juno.

Ella me besó con pasión y luego nos miró, notamos las presencias de Ares, Zeus, Hefesto y Poseidón ¿o serían acaso Marte, Júpiter, Vulcano y Neptuno?, aunque no los veíamos, pero escuchamos cinco chasquidos de dedos y sé que Clarisse, Thalía y Nyssa, sintieron el escozor de que les fueran dibujadas las líneas y los símbolos de sus padres, en sus brazos derechos.

Nuestro barco se expandió bastante y muchos Pegasos aparecieron.

—Saquen a las hijas de Belona de allí —dijo el tío Z... ¿Tío J? —La mitad de los Pegasos, deben de viajar junto a Reyna al Campamento Romano y la otra mitad, junto a Hylla a la guarida de las Amazonas.

—Sí señor. —dijeron ellas, mientras el viaje continuaba y ellos desaparecían, dejando solo a Atenea, ¿Minerva?

Yo sonreía. Se veía una línea azul y marrón a lo lejos. Un minuto más tarde se divisaba una isla con una montañita en el centro, con un deslumbrante conjunto de edificios blancos, una playa salpicada de palmeras y un puerto que reunía un surtido bastante extraño de barcos.


— ¡Bienveni...! —Alcanzó a decirnos Hylla, antes de dejar caer el sujeta papeles. Llevaba sus ropas de azafata: traje azul marino, maquillaje impecable y cabello recogido en una cola de caballo. Nos estrechó la mano en cuanto pisamos el muelle.

—Ve por Reyna y trae todo, incluso tu mascota Jaguar —ordené, Hylla asintió y se fue corriendo a buscar a Reyna.

El lugar era alucinante. Allí donde mirases había mármol blanco y agua azul. La ladera de la montaña se iba escalonando en amplias terrazas, con piscinas en cada nivel conectadas entre sí mediante toboganes, cascadas y pasadizos sumergidos que podías cruzar buceando. Había fuentes con surtidores que rociaban el aire de agua y adoptaban formas imposibles, como águilas volando o caballos al galope.

Vimos toda clase de animales domesticados. Una tortuga de mar dormitaba sobre un montón de toallas. Las clientas del balneario –solo mujeres y jóvenes, por lo que iba viendo– ganduleaban tiradas en tumbonas, tomando combinados de fruta o leyendo revistas, mientras se les secaban en la cara las mascarillas de hierbas y les hacían las uñas unas manicuras con uniforme blanco.

Al acercarnos a las escaleras, liberé todo mi poder y pasé a mi forma de Diosa, mi cabello se volvió de un estilo Punk, mis ojos resplandecieron en verde marino, una armadura me recubrió, mis pechos, caderas y trasero aumentaron su tamaño. Sabía cuales eran mis dominios, incluso si estos jamás fueron pronunciados por los Destinos: Princesa y segunda heredera del trono marino, las corrientes oceánicas, estrategia suicida y fidelidad.

La perra, había estado sentada junto a su telar del tamaño de una pantalla de televisión gigante, tejiendo hilos de colores con las manos con una destreza asombrosa. El tapiz tenía un brillo trémulo, como si fuera en tres dimensiones, y representaba una cascada tan vívidamente que se veía cómo se movía el agua y cómo se desplazaban las nubes por un cielo de tela.

Pero ahora, Circe había caído al suelo, la silla estaba volcada y nos miraba, con ojos de terror. Su cabello oscuro y largo, estaba trenzado con hilos de oro; tenía unos penetrantes ojos, de un verde enfermizo y llevaba un vestido de seda negra con estampados que parecían moverse también. Eran sombras de animales en negro sobre negro, creo que ciervos corriendo por un bosque nocturno. —Perseo... Jackson... ahora... eres un... una diosa...

—Exactamente, Circe. —dije yo, causando que temblara (solo un poco) —Por órdenes del dios del rayo, cielos, la lluvia y Rey del Olimpo: Lord Júpiter y la diosa del Matrimonio, el hogar, la familia, a maternidad y las mujeres y reina del Cielo: Lady Juno, se ordena la liberación inmediata de las hermanas Ramírez-Arellano.

— ¡Lle...! ¡llévatelas!

—Así me gusta —Me giré y junto a mis compañeras Semidiosas, descendimos por el mismo camino que tomamos, mientras que yo encerraba mi poder.

Una vez reunidas con ambas, les dije que repartiríamos los Pegasos presentes en el barco y que la mitad, irían con Reyna al Campamento Júpiter, mientras que la otra mitad, irían con Hylla a la guarida de las Amazonas.

Pero antes de irse, ambas querían ver cuan buena me había vuelto yo, con el pasar de tantos años, pues encontraron sus propias espadas, dejadas aquí por Júpiter y con tres movimientos, desarmé a cada una.

Eso las hizo sonreír, levantarse felices del suelo y besarme, primero una y luego la otra.

Partieron, una vez que estaban seguras de tener todo lo que necesitaban en sus respectivos caballos alados y levantaron vuelo, yendo juntas por un largo rato, hasta que ya no las vimos en el horizonte.

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