CAPITULO DIECISIETE - LAURA

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4 de abril del 2019

No sé cómo Jacobo me aguanta. Llevo unos días siendo tan insufrible que hasta mi hermano me ha amenazado con largarse y no volver hasta dentro de una semana. El pobre vino ayer a ayudar a Jacobo a soportarme, aunque no entienden que lo que me pasa es que estoy atacada de los nervios.

Este fin de semana, Rafael pedirá mi mano a mi familia y, aunque sé que está un poco pasado de moda, no puedo evitar sentir alegría y miedo por partes iguales. Así que para hacerlo más llevadero, he decidido hacerle la vida imposible a los que me rodean. Bueno, no a todos, solo a los que tengo más cerca y se preocupan por mí, sobre todo, a mi hermano y a Jacobo. También he vuelto loca a Desirée, pero ella no sabe que es lo que pasa, ya se ha quejado dos veces de lo rara que estoy en estos últimos días y no ha entendido que no quiera decirle nada.

Esta tarde hemos vuelto a ir los dos, Jacobo y yo, al salón de belleza. Durante unas horas fui otra vez su amiga Laura, la despreocupada y divertida, y nos lo pasamos genial. Hicimos casi todo juntos, menos la depilación, creo que Jacobo no soportaría el dolor. Yo ya me he acostumbrado a que me depilen completamente y estoy segura de que a Rafael le gusta.

El salón de belleza lo están traspasando. Es una pena, porque las trabajadoras son geniales. Pero la competencia de precios actuales está haciendo muy difícil que la empresa siga abierta. Lo traspasan con local y con todo. Otro local más en el barrio que quedará vacío.

Al lado tienen un local enorme que yo utilizaría para dar clases de baile, sería divertido y seguro que convencería a Jacobo para que se apuntase. El soñar no cuesta nada y durante un rato me imagino cómo sería ir a clases de baile de salón para prepararme para mi boda.

Como este fin de semana no asistiré a mi habitual clase de jardinería, invité a Desirée a tomarse algo con nosotros, después del salón de belleza. Ya Jacobo la ha visto alguna vez, pero nunca ha hablado con ella. Siempre me dice que es increíble lo diferente que somos y lo bien que nos llevamos, casi como Rafael y él.

- ¿De dónde venís tan guapos? – nos pregunta Desirée cuando llegamos al café que está al lado de casa, donde siempre tenemos una mesa reservada para nosotros, aunque esté a reventar de gente.

- Hemos pasado toda la tarde en el salón de belleza del barrio, el que está al final de esta calle – le explico.

- Me encanta ese salón, lleva más de treinta años abierto. Yo antes, cuando tenía más medios, solía ir allí una vez al mes – nos cuenta.

- Pues creo que, si la situación no cambia, lo cerrarán antes de que nos demos cuenta – le comunico.

- ¿Cerrarlo? Pero si es el mejor salón de belleza de la ciudad, aunque esté en este barrio de mala muerte - me contesta Desirée sorprendida.

- Eso se lo dices a las señoras que han dejado de ir para ahorrarse unos euros. Ahora todo el mundo prefiere ir a salones chinos, sin ofender a esta nacionalidad, que están en otros barrios – se inmiscuye Jacobo en la conversación.

- ¿Y tú también fuiste Jacobo? – pregunta extrañada Desirée.

- Claro, no voy a dejar a mi amiga sola porque en nuestra cultura eso de ir a los salones de belleza se vea como algo solo para chicas – le contesta él, divertido.

- Sí, a mi hermano no lo pude convencer, pero ya te he dicho que Jacobo es el mejor. Y como no se quiso depilar, le hicieron un rasurado – le contesto divertida.

- ¿¡Laura!? Esas cosas son solo entre el salón de belleza, tú y yo – me pelea mi amigo.

- Pues a mí no me importaría verlo – dice Desirée, descarada.

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