CAPITULO TREINTA Y DOS - LAURA

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                  22 de junio del 2019

Hoy estoy tan cansada que, a pesar de ser las diez de la mañana, no me he levantado de la cama. Ayer en la fiesta estuve bailando sin descanso hasta la una de la madrugada.

Al principio pensaba que Rafael llegaría en cualquier momento y que, ya que lo tenía que esperar, mejor sería pasándomelo bien. El saber que iba a verlo me ponía de buen humor. Cuando me di cuenta de que ya eran las doce de la noche, asumí que no lo vería, pero seguí bailando un poco más.

Jacobo tenía razón, tengo que mirarme el hierro, estoy tan agotada que me cuesta levantarme por las mañanas y eso no me ha pasado nunca, ni siquiera cuando murieron mis padres.

- Laura, ¿estás despierta? – me pregunta Jacobo en voz baja.

- Sí, Peludo, pasa – le contesto, mientras me pongo una bata.

- Supuse que querías almorzar en casa de mis padres, pero si quieres lo cancelo y nos vamos más tarde – me dice comprensivo, como siempre.

Rafael no podría haber encontrado a nadie mejor que me cuidase durante el tiempo que él no pueda estar conmigo.

- No, amigo, mejor nos vamos ya. Dejé todo preparado ayer por la tarde, solo me doy una ducha rápida, como algo y nos vamos. La Yaya se fue ayer a casa de los padres de Rafael, pero no sé qué harán los demás.

- Si te refieres a nuestros amigos Carlos y Roberto, se vienen con nosotros. Parece ser que desde hace una semana les han ordenado que tú eres máxima seguridad y estarán hasta final de julio pegados a tu trasero. En agosto tendrán vacaciones.

- ¿Y eso por qué? – le pregunto sin entender que ha cambiado para que tomen nuevas decisiones en lo referente a nuestra seguridad.

- No lo sé. Órdenes de arriba – me dice levantando un poco los hombros.

- Otra vez con los de arriba – me quejo.

- Es lo que me dice Roberto, ya sabes que con las cosas del trabajo son muy reacios a hablar – intenta Jacobo justificar a mi hermano y a mi novio.

- ¿Contigo? Muy reacios a hablar. Peludo, estás perdiendo facultades – lo fastidio un poco.

- Lo sé. Por cierto, ¿sabemos algo de Rafael? – se preocupa.

- No, se lo ha tragado la tierra. Anoche volví a hablar con Carlos, no el de seguridad, sino el del instituto, y volvió a confirmar la historia.

- ¿Y qué es lo que sabemos? - pregunta intrigado.

- Rafael llamó a Carlos el lunes, le hizo prometer que no le diría ni una palabra a nadie, solo podría hablar de esto conmigo. Estuvieron estudiando y haciendo exámenes hasta el viernes por la noche. Le dijo que estaría conmigo media hora y luego tendría que desaparecer, pero se le retrasó el último examen oral. Y ya no sabemos nada más.

- A lo mejor tenía una hora concreta en la que tenía que irse y se le hizo tarde. Sabes que si él pudiese haría lo imposible para estar contigo.

- Pero él siempre queda en regresar durante todo un día, para que sea más flexible.

- Quizás esta vez no. Cuando lleguemos a casa le diremos a Santiago que le envíe un mensaje para saber si está bien – me dice Jacobo para tranquilizarme.

- Tienes razón, puede que no haya pasado nada, solo que no puedo quedarse más tiempo, al fin y al cabo, se le retrasó el examen. Deja que me duche y nos desayunamos.

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