CAPITULO OCHO - MARCOS

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7 enero del 2019

Llevo media hora corriendo con estos locos y aún no ha amanecido. Rafael tiene demasiada energía. Cuando empezamos todos a correr, ya él había corrido y, aun así, volvió a hacerlo con nosotros. Se nota que este chico lleva años entrenando sin descanso, preparándose para el presente. Aunque creo que le prepararon demasiado bien para lo que se le iba a venir encima.

He leído el expediente completo del secuestro y se merendó a todos esos chicos. Además, es un genio, literalmente. Lo único preocupante es su faceta de hacker. Estoy seguro de que no lo ha utilizado para lucrarse, pero nos ha hackeado el sistema, sacado las direcciones de los chicos que le cuidan y nadie se ha dado cuenta de la intrusión. Yo tampoco he dicho nada. Cuando me enteré de que les envió regalos a los chicos por Navidad, intenté averiguar si había hackeado nuestra seguridad sin encender las alarmas. Pero nadie, absolutamente nadie, sabía nada y lo dejé pasar.

Después de correr, nos vamos al gimnasio. Puedo comprobar que los chicos están en forma. Parece ser que es cierto que entrenan casi todos los días. El ambiente es muy jovial. Todos llevan más de cinco años trabajando en mi equipo y nunca los había visto tan cómodos en un trabajo. Además, Rafael los tiene a raya y el cuartel general está limpio y ordenado.

Cuando terminamos de entrenar, Rafael nos obliga a ducharnos antes de meternos en el jacuzzi, no sin antes llamarnos marranos. A pesar de ser la persona más joven en la finca, con sus solo dieciocho años, actúa como el más adulto.

Normalmente, tengo que llamarles la atención a los chicos para que guarden el orden, mantengan la limpieza y, a veces, hasta para que cuiden su forma física. Rafael ha hecho que esa parte de mi trabajo no tenga mucho sentido aquí. Mantiene a los chicos en forma y hace que se cuiden y esté todo limpio y en su sitio, aunque también los consiente un poco, como un padre.

Los chicos tienen razón. Es increíble lo bien que sienta el poder relajar los músculos en el jacuzzi. Rafael no vino con nosotros, él se duchó en su establo, como lo llaman ellos y luego se fue a preparar el almuerzo al cuartel general. La sauna está casi montada, pero todavía no se puede utilizar, así que cuando terminamos en el jacuzzi los chicos se van a terminar de montarla.

Yo me voy al laboratorio de Rafael con Tomás. Como siempre, Rafael tiene todo impoluto. Tomás intentaba explicarme un poco el uso del telescopio, pero yo estoy bastante perdido. Nunca había utilizado un telescopio y hoy tampoco voy a hacerlo, pero me sorprende todo lo que Tomás sabe de astronomía y con la pasión que habla de ello. Estos chicos son una caja de sorpresas.

- ¿Le has contado nuestros planes para el año que viene? - pregunta Rafael, cuando entra en el laboratorio.

- No he tenido tiempo. Ni siquiera he podido contarle, realmente, lo que hacemos aquí – contesta Tomás.

- No querrás aburrirlo el primer día que pasa con nosotros. ¿Sabes cuánto tiempo nos queda para poder volver a nuestra vida normal? – me interroga Rafael, cambiando de tema.

- Al principio planificamos que todo el asunto del juicio iba a tardar dos años, pero el juez nos dijo, después de oír todas las declaraciones, que a final de este año podría haber acabado todo, posiblemente en octubre, después del verano. Pero esta semana hemos tenido una reunión de urgencia. El intento de asesinato de estas Navidades ha hecho que todos se replanteen la premura de este caso, al cual ya se le estaba tratando de urgente por la imposibilidad de poder proteger a algunos de los testigos. Posiblemente, antes de que empiece el verano habrá acabado la investigación y el juicio. Han incomunicado a los tres sospechosos que no han colaborado y no les han dejado forma alguna de tener algún contacto con el exterior. Han encontrado muchas pruebas y los testigos también han ayudado mucho, aunque algunos de los testigos también permanecen en prisión.

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