CAPITULO UNO - RAFAEL

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14 de diciembre del 2018

Hoy, que me presento a carretera para sacarme el carné de conducir, no puedo dar crédito a que estos cavernícolas me hayan puesto un GPS y se piensen que no iba a averiguarlo. ¡Pero si siempre tengo un detector de radiofrecuencia encima! Deberían de saber que es lo primero que controlo, sobre todo, Tomás. Seguro que están escondidos por ahí para seguirme en el examen. Esto ha sido idea de Tomás, aunque sé que Marcos lo ha ayudado. Si suponen que van a reírse a mi costa, lo lleva claro. Van a perderme de vista en cuanto empiece el examen.

Lo que aún no me termino de creer es que Marcos les haya permitido salir de la finca para venir a ver mi examen de conducir. Seguro que es una forma de molestarme por mis escapadas sin su permiso, pero es mucho despliegue de efectivos para un simple examen de carretera.

He puesto el dispositivo de GPS en el bolsillo de la chaqueta de otro alumno que se va a presentar hoy también, sin que se percatara. La intención es que lo sigan a él. Sin embargo, a estas alturas ya sabrán que los he descubierto porque el chico se fue en un coche hace unos minutos y yo estoy aquí, a la intemperie, a la vista de todos y no me muevo. Me imagino a Tomás maldiciendo. Esto va a ser divertido.

- Manuel Santana – oigo mi nombre actual y me acerco al examinador – iremos los dos solos.

- Claro, señor – le contesto educadamente, mientras me subo al coche, ajusto el asiento y los espejos y me pongo el cinturón de seguridad.

- Por lo que veo en su expediente, ha tomado clases fuera de una escuela.

- Sí, señor, tengo una situación delicada y no me permiten visitar escuela alguna – intento ser breve y educado, él ya está al tanto de que el examen es individual y, seguramente, se habría dado cuenta de que mi caso era un tanto especial.

- Pues vamos a hacer el circuito cuatro – me contestó.

- Desconozco los circuitos, señor, perdone, no quisiera importunarlo.

- Tranquilo, muchacho. Tú sigue recto y yo te iré avisando – me dijo en un tono amable.

- Perdone, señor, necesito pedirle un favor – Tomás y los chicos me están siguiendo con un coche, dos vehículos más atrás, y tengo que hacer algo.

- ¿Un favor? Verás, solo si haces bien la prueba podrás aprobar, es por tu bien y por el bien de los demás usuarios de las vías.

- No, señor, por supuesto que ese no es el favor. Nos están – hago una pausa para luego continuar – siguiendo, pero no es nada preocupante. Si usted me permite realizar una maniobra durante dos minutos para despistarlos, sin que esto se tenga en cuenta para calificar mi examen, yo los despistaría.

- ¿Una maniobra? - el examinador me pregunta intrigado.

- Sin poner en peligro a ningún usuario de las vías, por supuesto – me apresuro a contestar.

- Si está seguro de esto, muchacho, que por cómo va conduciendo veo que tiene mucha seguridad al volante, adelante, le doy dos minutos.

En cuanto escucho las palabras del examinador, miro por el retrovisor, pongo el intermitente a la derecha y me paso al carril para salir de la autovía. Sigo con el intermitente puesto y el vehículo de Tomás ya está detrás de mí, también con el intermitente y en el mismo carril que nosotros. En el último segundo, no tomo a la derecha, sino que me meto en la izquierda. Ellos no pueden salir de su carril porque, a su lado, el carril izquierdo está ocupado y se ven obligados a tomar la salida. Los he perdido, mejor dicho, ellos me han perdido a mí.

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