CAPITULO VEINTINUEVE - LAURA

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20 de junio del 2019

Estoy a punto de entregar mi último examen y estoy agotadísima.

Casi no me levanto esta mañana, pero en cuanto tuve el examen delante, me concentré y lo terminé como una campeona. Jacobo estaría orgulloso de mí. Él acabó ayer por la tarde y está esperando por mí para celebrarlo. Está empeñado en que nos bebamos una botella de tequila.

Él sabe que yo no bebo y yo sé que él le prometió a Rafael que se controlaría con la bebida, pero le dejo que diga lo que quiera. Desde la vez que estuvimos en el karaoke, no ha estado con una chica y dice que necesita desviar esa energía acumulada hacia alguna parte. Al fin y al cabo, yo he tenido sexo más recientemente que él y tengo que consolarlo. Como tiene razón, no discuto, sino que le sigo el juego.

- Amiga, llevo aquí veinte minutos esperando. ¿Dónde te has metido? – se preocupa Jacobo, sentado en nuestra mesa habitual en la cafetería al lado de casa.

- Hoy he ido al examen caminando y como no tenía la bici, pues, he tardado un poco más de lo acostumbrado en regresar.

- Se te ve muy cansada, a partir de mañana todo será descansar y disfrutar. Te vienes a casa unos días, ¿verdad? – me dice un poco mimoso.

- Solo tres o cuatro días, mi abuela quiere que regrese ya. No la veo desde hace casi un mes – tengo muchas ganas de ir con Jacobo, pero también de ver a mi familia.

- Pues cuando te vea no te va a conocer. No me malinterpretes, estás guapísima, pero estoy seguro de que has subido dos o tres kilos en los últimos meses.

- Es que no he hecho, sino estudiar, comer y dormir. Casi no he ido al gimnasio y si te soy sincera, llevo semanas que ni me apetece..., ya sabes.

- No, Laurita, no sé – a Jacobo le gusta sacarme a veces de mis casillas.

- No tengo apetito sexual – le digo avergonzada.

- Lo has dicho y nadie ha venido a detenerte, ¿te das cuenta? – se burla de mí.

- Vale, lo que tú digas – me enfado.

- Pero eso de no tener apetito sexual es nuevo. Hace unos meses te lanzabas encima de mi amigo volviéndolo loco y ahora, que has conseguido lo que querías, quizás tu interés ha disminuido.

- ¿Tú crees? – me preocupo.

- Tranquila, cuando vuelva Rafael, seguro que lo encerrarás en tu cuarto durante tres días.

- Y tres noches – añado.

- Te has probado el traje para mañana.

- Sí, y me queda genial. Hasta el antifaz es precioso. Pero que sepas que no tengo ganas de ir – le digo como una niña pequeña.

- Como siempre, aunque también sé que vas a ir, porque se lo prometimos a Rafael. Quizás sea la última fiesta en la que él no esté. Además, necesito una noche de sexo salvaje.

- Si en la última fiesta te escaqueaste como un cobarde – le echo en cara.

- Es que la chica no me gustaba mucho – se excusa él.

- La chica era preciosa, supongo que el problema eres tú. Desde que tienes esa relación con Desirée, has dejado abandonadas a las demás chicas.

- ¿Qué relación con Desirée? – me responde molesto.

- Esa relación, en la que no estáis saliendo, pero estáis todo el día tonteando.

- Eso no es verdad – se defiende Jacobo.

- Pues claro que lo es, aun así, como es tu relación, yo no me entrometo, solo te digo lo que veo.

- Es que tu amiga tiene algo, ¿sabes? – me dice levantando las cejas.

- Sí, lo mismo que tú, ganas de llevarte a la cama – le digo descarada.

- Laurita, te has vuelto una desvergonzada.

- No, Jacobito, lo soy desde hace tiempo. Ya sabes que es típico en mí decir barbaridades cuando no debería.

- Sí, la mejor fue en tu pedida – se burla de mí riéndose.

- No me lo recuerdes. ¡Qué vergüenza! La próxima vez que vea a los padres de Rafael, no voy a poder mirarlos a la cara – con mucho que pasasen los días, el pudor que ese día me hace sentir no disminuye.

- En el fondo fuiste muy mona, un poco bruta, pero mona.

- No quiero ni pensarlo, Jacobo – le digo para que cambie de tema.

- Ya te he dicho que en unos meses te reirás de todo eso.

- Te reirás, tú, que no tienes corazón – le acuso poniendo cara de ofendida.

- Por cierto, casi me olvido de decirte que los de seguridad vienen con nosotros a la fiesta de mañana.

- ¿Por qué? – le pregunté contrariada.

- Órdenes de arriba.

- ¿De arriba? ¿Quién está arriba? – quiero saber.

- Imagino que tu hermano, o Rafael, no lo sé. Yo los dejo que jueguen a los espías y solo sigo órdenes.

- Pues yo también seguiré las órdenes. Por cierto, no me pidas lo de siempre. Me voy a tomar un té verde, a ver si me espabilo.

- El sábado nos vamos unos días a mi casa, pero cuando regreses a la tuya, prométeme, que te harás una analítica para que te miren el hierro. Con lo vital que tú eres, el estar tan cansada debe ser debido a algo más que los exámenes.

- Te lo prometo – le digo para que me deje tranquila y porque sé que tiene razón.

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