CAPITULO VEINTICINCO - LAURA

2 2 0
                                    

               29 de abril del 2019

A pesar de ser lunes, hoy estoy destrozada. El mes que viene será el último que tengamos laboratorio por las tardes y estoy intentando llevarlo todo al día, por lo que me pasé el fin de semana en el laboratorio el tiempo que Jacobo no me hizo salir, aunque los sábados intentamos no hacer nada referente a los estudios.

Jacobo también está más ocupado que de costumbre, porque los dos últimos sábados por la tarde ha tenido tiempo libre para estar revoloteando en el jardín mientras Desirée intenta poner en orden nuestro huerto.

Aunque sé que entre ella y mi mejor amigo no ha pasado nada, Jacobo mira a Desirée de la misma forma que Rafael me mira a mí a veces. No sé si a mi amigo le gusta o solo es atracción sexual, pero Desirée parece que también le corresponde.

He intentado hablar con los dos al respecto, por supuesto, sin que el otro esté presente, y ninguno se atreve a dar el primer paso. Jacobo tiene miedo de perder la independencia que ahora tanto valora y creo que Desirée también. Posiblemente, el haber tenido relaciones largas que no han llegado a un buen desenlace, influye para que te dé alergia una nueva relación seria.

Cuando llego al piso, son casi las siete de la tarde y un paquete me espera encima de la mesa de la cocina. Sé que es para mí porque recibí uno igual hace unos diez días. Es una carta preciosa de Rafael con un sencillo de Vanesa Martín y Melendi, Frenar enero. Mi colección de discos de vinilo va aumentando y me encanta.

- ¡Hola, familia! – saludo a Jacobo, a la Yaya y a los dos guardaespaldas que nos cuidan.

- Hola, Laurita – me devuelve el saludo la Yaya, mirando al paquete.

- ¿Es para mí? – me hago la ingenua.

- Como si no lo supieras, amiga. Mi hermano te está malcriando y cuando regrese, lo va a pasar mal – bromea Jacobo.

- Peludo, no te pongas celoso. La semana pasada recibiste tú una sorpresa y yo no recibí nada – le digo mientras abro el paquete.

- ¿Otra vez música? – pregunta la Yaya.

- Sí, la de hoy es una sorpresa porque la pienso poner después de cenar, mientras leo la carta en mi cuarto. Ahora, si me lo permitís, me cambio de ropa y vuelvo – les digo mientras salgo del salón.

***

Voy a mi cuarto a cambiarme, pero antes pongo muy bajito el disco que me ha llegado hoy, para que nadie pueda oírlo antes de tiempo. Es verdad que Rafael me está malcriando, pero no lo veo desde hacía tres semanas y se me hace eterna la espera.

Los paquetes nos los entrega el propietario de la cafetería de al lado, no sé cómo le llegan a él, pero mientras él me los dé a mí, no me parece un problema no saber cómo los recibe. En su última carta me decía que antes de que acabe junio estará de vuelta. Por lo menos es una fecha más concreta que la última vez que hablamos, donde no sabíamos en qué momento del verano volveríamos a vernos.

- ¿Tienes hambre? – me pregunta la Yaya, cuando regreso a la cocina.

- Me muero de hambre – le respondo.

- Pues tendré que empezar a preparar más cena, porque últimamente se te ha abierto el apetito.

- Es por el cansancio – me defiendo – los últimos días han sido muy intensos en el instituto y llego agotada a casa. Esta mañana casi no me levanto de la cama.

- ¿No será por lo que has soñado? – me molesta Jacobo, siempre buscando los tres pies al gato.

- ¡Jacobo! – le reprende la Yaya.

- Yaya – le dice Jacobo mientras la abraza – hasta en la forma de reñirme cuando me meto con Laura, te pareces a Rafael.

Todos nos quedamos pensativos, ya que lo echábamos de menos. Hasta los guardaespaldas han oído hablar tanto de él, que parece que lo conocen, aunque solamente lo hayan visto el día que nos secuestraron.

***

A veces, imagino que hubiese pasado, si no nos hubiesen encontrado, si no hubiésemos ido a esa cafetería ese día. Posiblemente, el padre de Rafael seguiría solo y su madre continuaría con los trabajos mal pagados. Además, Rafael estaría vigilándonos todo el día y agotado de ser siempre el primero en salir y el último en llegar.

Pero ¿estaríamos juntos? ¿O yo seguiría confundida con lo de la novia y poniéndolo celoso cada vez que encontrase la ocasión? ¿Nos habríamos únicamente besado o no hubiésemos podido resistirnos y por lo menos nos hubiésemos metido mano hasta acabar haciendo cosas que deseábamos, pero que no deberíamos?

No creo que hubiésemos llegado al sexo, Rafael no lo hubiese permitido sin una relación estable. No obstante, hacer que yo llegase al clímax o que llegase él era cuestión de tiempo. No solo nos queremos, también nos deseamos. Nuestros cuerpos se atraen desde hace años y contra eso es muy difícil luchar.

ÍNGRIMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora