CAPITULO TREINTA Y CINCO - JACOBO

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              27 de junio del 2019

No me puedo creer que mi amiga quiera irse hoy a su casa. Mañana es viernes y quería salir con ella y unos amigos por ahí. Quizás repetir lo del karaoke o ir a jugar a los bolos. Desde la fiesta del viernes pasado no ha sido la misma. Supongo que está cansada de no ver a Rafael y el que él haya estado tan cerca de nosotros y no lo hayamos podido ver, le ha afectado bastante.

- Venga, Laura, no me hagas esto. Planeamos estar juntos el primer fin de semana de las vacaciones. No querrás que los pase con los trogloditas de mis amigos. Seguro que a Rafael no le hace gracia la idea de que me dejes solo – intento convencerla.

- Es que estoy supercansada, Jacobo – se excusa ella.

- Pues descansa, sabes que en casa no hace falta que hagas nada. Nos tiraremos a la bartola todo el día, como si hubiésemos tenido una noche de sexo desenfrenado – intento animarla.

- No es eso, además, mañana tengo cita con el médico. Fuiste tú quien me dijo que me hiciera las analíticas y como tengo el médico cerca de nuestro piso, tengo que regresar. Entre semana no tiene citas y tendría que esperar al próximo sábado.

- Pues me voy contigo – me ofrezco.

- No digas disparates. Los de seguridad me siguen a todas partes, ellos me llevarán y mi hermano llega mañana por la mañana.

- ¿De verdad estás tan mal? – me preocupo.

- No lo sé. Lo que sucedió en la fiesta la semana pasada me ha dejado muy nerviosa. Tengo náuseas, frecuentemente, y por las mañanas me cuesta levantarme. Creo que el estar tanto tiempo sin Rafael me está pasando factura. Además, saber que él no está seguro del todo es algo a lo que no termino de acostumbrarme – me dice más desolada de lo que la he visto en los últimos meses.

- No te puedo reprochar nada – me sincero – yo no sé si hubiese tenido tu templanza. Llevas casi un año viviendo esta situación y en realidad nunca te hemos visto quejarte, solo aquella vez que te desmayaste y nos preocupaste de verdad, y que vuelvas a estar a punto de perder los nervios es algo normal.

- Gracias, Jacobo, eres el mejor amigo del mundo. Lo hecho tanto de menos – me dice triste.

- Yo también – le digo con una sonrisa en los labios.

- Yo antes lo echaba de menos y lo deseaba a partes iguales. Sin embargo, ahora, solo tengo ganas de que me abrace, de sentir su olor. Me he vuelto una ñoña – se queja.

- No, amiga, aunque el echarlo de menos es mucho más fuerte que cualquier atracción sexual. Cuando una pareja se quiere de verdad, es normal que se echen de menos sexualmente, pero pasado un tiempo, el cariño y las ganas de sentir que está contigo es más fuerte que cualquier otra sensación.

- Pues sí, incluso he pensado en comprarme un perrito o un gatito para que me haga compañía.

- ¿Por qué nosotros no somos suficiente? – le pregunto levantando las cejas.

- Claro, pero es diferente. Un gatito es un animalito que está ahí, para hacerle mimitos.

- Pues en cuanto empiece el curso te regalo un gatito – me comprometo, dando el tema por zanjado.

- No, cuando empiece el curso, espero que Rafael esté con nosotros – me responde, seria.

- Todavía nos queda el viaje a Marruecos – intento animarla.

- Si se cumple lo que dijo Rafael, que el mes que viene acabará todo, podremos ir sin problemas. Mi hermano lo está planeando sin él y si aparece se acoplará. A mí me parece que es una de esas sorpresas que a veces preparan, pero no le digo nada para no aguarle la fiesta.

- ¿Tú crees? – dudo, aunque yo sé a ciencia cierta que es una de esas sorpresas.

- Te acuerdas de que la última vez los volví locos los días antes de vernos. Santiago aprende rápido y seguro que no querrá vivir esa situación otra vez – me dice un poco más animada.

- Pues yo no puedo reprocharle nada, opino igual que él. Estuvimos a punto de contratar a un sicario para que te matara – bromeo.

- No seas exagerado, Peludo. Además, eso era, sobre todo, por lo de la pedida. Es que era todo un poco estresante. Casi mato a Rafael cuando me dijo dos minutos antes de ir a ver a mi familia a dónde íbamos.

- En realidad, no te lo dijo, se dio cuenta tu hermano de que estabais llegando a tu casa. Pero lo peor, fue cuando nos avisó de que sus padres también estarían, mientras tu tía abría la puerta – le recuerdo sin poder contener las risas.

- Deberíamos haber grabado ese día. Seguro que nos reiríamos mucho cada vez de que lo viésemos – dice mientras empieza a reírse ella también.

- Tú estabas tan enfadada que le apartaste la mano – le echo en cara.

- Sí, a pesar de que lo había hecho todo para que no sufriera tanto durante más tiempo del necesario.

- Sí, mi hermano siempre pensando en ti.

- Y yo diciendo cosas como que era la única en la facultad que aún era virgen – recuerda, haciéndonos reír tan fuerte que acabamos llorando los dos.

- Sabes que tengo razón – le digo a Laura cuando puedo volver a hablar - esta es una historia de la cual nos reiremos durante años.

- Sí, aunque todavía, cuando me acuerdo de los padres de Rafael, me da un poco de vergüenza. Siendo él tan comedido, no entiendo cómo ha podido enamorarse de una loca como yo.

- Pues por eso mismo, Laura, tú le ofreces todo lo que él no es.

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