Feliz divorcio

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Esa mañana tan esperada llegó para todos, no sé si era ansiedad o nervios, pero mi ojo había estado teniendo un tic toda la madrugada, no dormí y las criadas también sentían esa tensión en mi.

Me ofrecieron el desayuno, un té, un masaje y un sin fin de cosas a las cuales me negué. No tenía muchas ganas de nada ese día en particular, al salir de mi habitación el marqués me miraba con cierta compasión.

—¿Sabías que los divorcios también son días felices?— un intento de risa salió de mi
—No veo el salón decorado eh— Caminamos hacia la sala de divorcio, mis manos estaban sudorosas y sentía que la camisa y la capa me estaban ahogando.

Todo comenzó, ni siquiera preste atención a todo lo dicho, de hecho estuve disociada incluso cuando Ergy entro en la habitación. Pero puedo asegurarles que esos momentos quería reír sin parar, sin embargo todo acabo sin complicaciones. Esa tarde fui a ver a Sovieshu a su oficina, cuando entre estaba con un montón de botellas al lado.

—Es una linda tarde— dije mientras abría las ventanas y cortinas
—¿Linda? ¿de verdad esto te parece lindo?— Termine lo que hacía y me senté frente a él
—El atardecer, es morado. Sabe majestad, el alcohol no es un consolador perfecto, mañana será su peor enemigo si sigue sirviéndose copas— Su rostro me miró con molestia, le mostré la mejor de mis sonrisas y me puse a recoger las botellas— ¿Cuantas copas rompió ya? no, no tendré que barrer.

El seguía errático, pero sin demostrar nada solo me vio recoger los pedazos de vidrio.

—Puedes dejarme solo, mañana ya vienes a regañarme. Hoy no quiero nada, de nadie— me dijo mientras se pasaba las manos por el cabello
—Majestad, encerrar a su majestad en la residencia Trovi es lo más inmaduro que usted ha hecho— el me miró con más molestia
—¿Tú vas a hablarme de madurez? apenas y tienes 18 años, no sabes nada del mundo, ni del amor ni
—Amaba a Mackenna y lo deje ir— mi respuesta lo dejo sin aliento
—Ire a verla, no voy a dejar que se largue con él, voy a atarla a mi lado ella no puede hacerme esto...ella
—¿Podría dejar de pensar en usted un momento y mirar lo que nos está haciendo?— De nuevo sentí su silencio, termine de recoger los vidrios, lo puse en un saco junto a las botellas vacías.

Aleje de él las botellas aún con alcohol, después suspiré mientras tomaba su saco.

—Andando, debemos ir a dormir, hoy fue un día bastante cansado ¿no le parece?— trate de seguir firme, si ya me había ganado el desprecio de Laura, la condesa, de Heinry. Supongo que debía aferrarme a todo lo que me quedaba y luchar por dejarme a mi a salvó.

Caminamos hacia su habitación, él miraba desolado hacia el frente, cuando llegamos a su habitación lo ayude a recostarse y me senté en un sofá al lado de su cama.

—¿Cuál color quedaría mejor para mí vestido de su nueva boda? había pensado en color narciso, un color que se ame a si mismo jajaja ¿no es gracioso?— Seguía sin responder a mis chistes, se que eran malos pero ¿qué va?

—Mañana, ven conmigo y convence a la emperatriz de que no se case con ese tipo
—Ire con usted, pero...no para eso.
—Gracias por traerme hasta aquí, creo que sí no hubieras llegado seguiría bebiendo— Me rei entre dientes
—¿No ha ido con Rashta?— El negó con la cabeza
—No tengo ánimos para verla— no lo juzgo, yo tampoco.
—¿Quiere que le pida un té? ¿un masaje?— el siguió negando
—Cuentame algo...¿por qué te quedaste a mi lado y no te fuiste con ella como la mayoría?— resople ante su pregunta, se notaba que estaba borracho
—Porque el marqués necesitaría ayuda, él se volvería loco contigo solamente.

No dijo nada más y después se durmió, lo arrope como pude y me fui a mi habitación. A la mañana siguiente lo primero que me despertó fue una criada con la petición de Sovieshu a que lo acompañará.

Decidí no ir en carruaje con él, tome mi caballo propio y a pesar de que viajamos muy poco sentí esos minutos como horas sobre mi espalda a punto de explotar.

Y, si, adivinaron, en cuanto llegó se puso a gritar como un loco a Navier, amenazando a Heinry y acusando a todo el mundo de sus culpas: típico de él. Cuando me cansé de ese teatro me baje del caballo y me acerque al portón.

—Rey Heinry, Señorita Trovi, buenos dias— saludé con una reverencia, sus miradas eran secas, me lo imaginé pero antes de que pudieran decir algo, tome a Sovieshu del brazo y se lo torcí, el obviamente expreso su dolor y aquí se preguntarán ¿cómo no estoy muerta?

—Señorita, podría porfavor
—Podria usted majestad dejar de avergonzar al imperio, le recuerdo que la duquesa Trovi ha dejado de ser la emperatriz, ella ya no porta el escudo y al ser la prometida del rey Heinry su reputación ahora representa a otro imperio. Sin embargo usted es nuestro monarca, es el portador del escudo real y nuestra imagen no solo aquí, si no en otros lados. ¿Así se muestra el emperador de Oriente?

Si, hubo un enorme silencio, los guardias de milagro no me mostraron sus espadas directo al cuello, cuando lo solté suspiro y sin mirar a Navier o a Heinry se subió al carruaje.

—Él aún no cambia de opinión señorita Trovi, le recomiendo que comience a actuar de otra forma, él seguirá en esta necedad pero le aseguro que cualquier pez que deseé nadar bajo mi custodia podrá ser libre.

Ninguno dijo nada, subí a mi caballo y dando una última mirada a Navier, quien seguía silenciosa alcé la voz.

—¡No hay nada que ver aquí señores, andando al palacio! ¡No más escándalos por hoy!

Y si, me regañaron al regresar al palacio.














Reviví 🫂

Una mexicana en la emperatriz divorciada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora