17. Mordida [Alfa x Omega]

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Aunque fuera inútil y sinsentido, Abel tenía la costumbre de morder con ahincó el cuello de su Alfa, aún si fuera incapaz de dejar aquella marca que tanto complacía a los Alfas. Pero era algo que le excitaba, algo que necesitaba toda vez que compartían un celo.

Era cómo si el mismo reclamara la existencia de su pareja y reviviera su propia marca; no tenía sentido, y probablemente su Alfa lo dejaba hacer a capricho porque lo amaba, pues la mordida que iba a desaparecer pronto. Su pareja era demasiado indulgente con él, pues seguramente la marca de mordida que a veces se dejaba hacer le traía rumores en su trabajo (o miradas de reproche de parte de sus vecinos, una pareja ya entrada en sus sesenta o cerca y que se escandalizaba por la afrenta a las viejas costumbres).

Pero Abel era feliz, y consideraba injusto que los Alfas fueran los unicos con el poder demostrar la pertenencia y el lazo que tenían con otra persona. Así que, suponía, esa era su forma de rebelión, y su forma de demostrar su amor.

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