Chapter 01

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Lavanda 

Coriolanus camina varios metros tras el Fideo que habla animadamente con los otros camaradas exponiéndoles las nuevas andanzas que tiene previstas para el próximo domingo libre, habla tan alto que él puede escuchar perfectamente cada una de sus palabras.

No importa realmente cuánto tiempo lleve aquí, sabe que nunca va a poder comprender la cabeza de estas personas. Son gente extraña, sosa. Casi podría parecerle gracioso como parece atraer a esa gentuza a su alrededor, pero tiene que ser sincero, al menos es más sencillo lidiar con idiotas, que con rebeldes, como Sejanus.

Hace algunos días que ha dejado de verlo en la base, y aunque los demás se han mostrado genuinamente desconcertados ante su repentina ausencia él no. Sabe perfectamente la razón de su degradación, lo que realmente le ha sorprendido ha sido el silencio que ha rodeado tal situación. 

Casi llegó a pensar que iban a exponerlo frente a todos. 
Que proyectarían la grabación del charlajo frente a todos mientras enviaban a Plinth a la horca por traidor.

Pero para nada ha sido de ese modo.
Simplemente, lo han enviado lejos. Sabe Dios donde este ahora.

—Eh Snow, hay un sobre con tu nombre —suelta uno de sus compañeros mientras sostiene el recado alzado sobre su cabeza—. Parece elegante.

Asume que debe ser alguna carta de su prima poniéndolo al día sobre la situación familiar, cosa que ha estado esperando desde su última carta. Aunque los separen tantos kilómetros, no puede dejar de pensar en los problemas que le aguardan en el capitolio, el arrendamiento y el dinero con el que no cuentan.

Espera que la propuesta del Comandante sobre el traslado al dos culmine de forma positiva para él de una vez por todas. Sería buena, al menos, resolvería algunos de sus problemas y le daría más herramientas para arreglar los demás.

—Y tiene perfume —se ríe Claus antes de entregarle, por fin, el escrito a su destinatario—. ¿Es de una novia tuya allá en tu casa? ¿No le dijiste que no volverías pronto, Snow?
—¿Todavía les dura la ebriedad? ¿O por qué tan animados está mañana?
—Siempre tan carismático compañero.

Coriolanus le arranca la hoja de las manos y se pierde en el pasillo para leer a solas su nuevo correo. Sabe que si se queda en el comedor no va a poder librarse de las constantes curiosidades de sus compañeros de pelotón.

Mi queridísimo Coryo:

Habría querido llamar para poder explicarte la situación aquí en el capitolio, pero, el tiempo se me ha escapado de las manos. Sinceramente, tampoco soy capaz de expresarlo con palabras aquí en papel, porque aún no he podido asimilarlo totalmente, han sido días tan cortos para todo lo que ha pasado que no he sido capaz de unir las partes de este caos.
       Me habían dado la posibilidad de que tu superior te pusiera al tanto de todo en mi lugar, pero pensé que quizá, te sería más reconfortante leer algunas líneas escritas por mi, tratando de explicar la situación.
        Como dicen por ahí, creo que la manera más sencilla de hacer esto es, soltarlo sin ningún tipo de anestesia, así que... simplemente lo haré: he enviado esta misiva para ponerte al tanto de mi reciente compromiso, y pronto matrimonio.
        Puedo sospechar las preguntas que podrían estar ocupando tus pensamientos en este momento, pero, podremos resolverlas cuándo estemos frente a frente, en casa.
        Recuerda lo mucho que te queremos y echamos de menos.

       Y no te preocupes por mí, ten por seguro que confió plenamente en estas decisiones: los Snow siempre caen de pie, 
                                                                                                                                                                           TIGRIS.

Snow deja la fina hoja de papel sobre sus rodillas y se permite un momento de desconcierto antes de revisar nuevamente el sobre para cerciorarse de que no hay más contenido olvidado allí dentro, pero no lo hay, solo la carta de su prima. 

—¡Snow! —una voz se cuela en su turbación y exige su total atención—. Esperan por usted en el despacho del Comandante. 
—¿Ahora?
—Ahora.

Se mete su correo en los bolsillos y se sacude las manos antes de seguir al uniformado por el pasillo.
Pretende concentrarse en su recorrido, pero en realidad, sigue con la cabeza repleta de interrogantes.

¿Matrimonio? 
No puede comprenderlo.

¿Qué clase de hombre querría casarse con Tigris? Una mujer que no tiene nada más que ofrecer que un apellido casi olvidado, y un montón de deudas ocultas bajo al mantel.
Solo tendría sentido si fuese algún hombre que ha perdido la razón completamente. 

Solamente imaginarlo lo hace sentirse asqueado. 

¿Qué está haciendo Tigris en su ausencia? 
¿Qué ha querido decir con que va a explicarle todo cara a cara?

—Van a indicarle cuándo pueda pasar, manténgase atento.

Asiente, incapaz de responder con palabras a su orden, y lo ve marcharse por donde han venido.

Piensa, la única manera de que lo envíen a casa es que alguien compre su pasaje de vuelta, y su familia no tiene ni una mínima posibilidad de comprar algo así, si siquiera puede mantener su casa en pie. 
Quizá, el repentino prometido de su prima tenga algo que ver con esta situación. 

Eso lo hace aún peor.

Un oficial abre la puerta y le indica, mediante señas, que camine dentro de la oficina con rapidez.

—Soldado Snow —el comandante Hoff saluda con firmeza antes de volver a tomar su lugar tras el escritorio—. Bienvenido, nuevamente.
—Comandante... 

Su cerebro no conseguía dictarle más palabras, se sentía perplejo como cuándo cayó dentro de la jaula del zoológico rodeado de tributos desconocidos. 
Las palabras de Lucy Gray aquella vez, consiguieron devolverle las ideas a su lugar. Pensó que era como si Lucy le convidara algo de su encanto y su astucia, con la que había conseguido ganarse a la gente en aquella cosecha. 

Por un segundo, deseó que ella estuviera aquí ahora, como si la necesitara para algo.
En seguida se auto reprendió por ello, él era él sin Lucy Gray, podía hacerse con las riendas por si solo.

—Primero, permítame entregarle mi felicitación, que espero le haga llegar a su prima.
—Le aseguro que así será.

No importaba si no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo, no tenían porque saberlo.

—Esta misma tarde un aerodeslizador partirá con destino al Capitolio, sé que es algo pronto pero espero que sea el tiempo suficiente para que tengas tus cosas en regla.
—¿Mis cosas?
—Alégrate soldado —sonríe—. Vas de regreso a casa.

Asintió, sin sonreír, como si realmente estuviera contengo.

Dedicó la mañana a preparar las pocas cosas que tenía en la habitación, y mientras lo hacía, notó como ese peculiar aroma seguía empapándole el olfato.
Acercó sus dedos a su rostro y aspiró con inseguridad, allí estaba, el perfume de aquel sobre seguía impregnado en sus manos: lavanda.

Era inusual que Tigris hiciera algo así. 
Ella podía oler a muchas cosas, especialmente, productos químicos que utilizaba para quitar manchas en el taller de Fabricia, o a repollo, y esa sopa que tanto cocinaba en casa, pero no a lavanda.

Además, la lavanda era tan corriente para algo así...

De pronto, sintió un deja vü y se vio parado junto a una escalera esperando que alguien viniera a su encuentro, recordó como supó que ya no estaba solo cuándo reconoció aquel aroma cuándo aquella mujer se arrimó a donde él estaba, conmovida por su visita... 
Se acercó tanto que recuerda haber olido su perfume a repostería y...lavanda.

Ma Plinth. 

all the things you stole from me ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora