Chapter 37

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Chapter 37;
"A reason for all that I do"
(The reason - Hoobastank)

Coriolanus se sentó en el suelo todavía sosteniendo la mano de Sejanus y apoyó la cabeza en el lateral del colchón. No quería marcharse y dejarlo, aunque una parte de su ser interior le recordaba que en gran parte, esto era su culpa. Como si eso fuera suficiente razón para que tuviera que abandonarlo, como si su simple toque fuera nocivo.

Todo porque había sido él el emisario de ese charlajo. 
Nunca podría borrar ese error de su historia.

Cerró los ojos con el cuerpo tan agotado que le impedía esforzarse en mantenerlos abiertos. Si pensaban matar a Sejanus mientras dormía entonces tendrían que sacarlo de allí a rastras. Y podía jurarlo, no se las dejaría fácil.

—Coriolanus —abrió los ojos, seguro de que solo llevaba un segundo cerrados—, querido...

Oh, era Ma.

—Levántate del suelo.
—N-no yo...me quedaré.

Quizá debía pedir permiso, después de todo, Ma solo lo había llamado porque temía que fuera su última oportunidad para hablar con Sejanus. Pero no quería arriesgarse a que le dijeran que no así que se mantuvo firme en su lugar.

Notó algo de tristeza adicional colarse en los ojos de aquella mujer, aunque le sorprendía que siempre pudieran verse más tristes. 
Antes quizá se habría alegrado de ello, antes...cuándo pensaba que los Plinth solo merecían sufrimiento por "robarle" a su familia lo que les pertenecía por derecho. Ahora ya no. No habiendo conocido tanto a esta gente que casi era su familia más que la propia.

Además a diferencia de él, ellos no tenían la culpa de nada.

—Te harás daño —afirmó realmente preocupada—. Levántate, por favor... —le ofreció su mano para ayudarlo a ponerse de pie y él aceptó.
—Quiero quedarme —repitió.
—Está bien, está bien... —no se escuchaba muy convencida pero tampoco parecía tener ganas de discutir—. Pero no puedes dormir en el suelo —soltó su mano una vez que él se incorporó—. Sejanus estará bien.
—No quiero irme...
—No te pediré que te marches —aseguró con la intención de calmarlo—, pero no voy a dejar que duermas en el suelo.

Le dio la espalda para revisar uno de los armarios que contenían la ropa de cama. 
Él no supo que hacer.

—Ma... —la palabra se escapó de sus labios antes de que pudiera advertir su nacimiento y la mujer se volvió a mirarlo con compasión.

Antes la compasión había sido su principal enemiga. Siempre pensaba que si la gente te tenía lástima era porqué eras alguien débil, pero ahora, ya no sabía nada.
Por un momento, a Vesta se le rompió el corazón ante la imagen. 

Seguía enojada, por supuesto que seguía enojada, pero no podía ignorar el hecho de que quizá, ese cariño en los ojos del niño no podía ser una farsa. No tenía idea de porqué, pero algo dentro de ella le decía que probablemente el cariño por Sejanus era genuino y no un invento más.

El dolor en ellos casi confirmaba esa sospecha.
No podías fingir esa desolación. Aunque quisieras, no podías inventarte tal tristeza.

—Dime Coriolanus.
—Lo siento —escupió con la voz estrangulada—. Lo siento tanto —se soltó a llorar de repente—. Lo siento por enviar ese mensaje, y por mentirte, y por decir que Sejanus me quería —lloró con desconsuelo, como el niño que era—. Sé que no me quería pero yo...no puedo perderlo —aceptó con las mejillas empapadas—. No puedo, no puedo...lo necesito tanto que no podría soportarlo.
—Cariño —se acercó a él con lentitud.
—Soy tan malo —afirmó—. No sé porqué tengo que ser así. No sé porqué no puedo dejar de ser así.
—No eres malo.
—Soy horrible.
—Ey —pidió que parará—, no digas eso. Sejanus seguro que no quiere oírte decir eso.
—No quiero que nada le pase.
—Ven aquí —lo acogió entre sus brazos y el niño se dejó abrazar como si fuera lo que más había necesitado en su vida—. Tranquilo.
—Perdóneme, por favor, perdóneme. Traté de arreglarlo, traté de revertir las cosas y no pude. Lo siento.
—Está bien, Coriolanus —respondió resignada—. Está bien. Por favor, tienes que dormir.
—No puedo.
—Tienes que dormir.
—No puedo, no quiero dejarlo solo.
—Bien, no lo dejaras —afirmó convencida—. Ven, preparemos algo para que duermas aquí ¿Si?
—Gracias.
—No sé porqué...pero hiciste feliz a mi chico muchos años. Pienso que no podrías haberlo hecho si fueras malo —le confesó y él sintió que el corazón se hundía ante aquella revelación.
—Trabajo para ser digno —respondió—. Aunque él nunca me perdone. Trabajo para merecerlo.

all the things you stole from me ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora