"Mi devastación está regresando para convertirse en la tuya. Pensaste que podías lastimarme sin consecuencias, pero ahora eres tú quien está sufriendo. Mira todas mis lágrimas convirtiéndose en tus lágrimas, Mira
, todas las cosas que me robaste, ah...
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Chapter 32: "But you are what you did" (The smallest man who even lived - Taylor Swift)
Sejanus se despertó a media noche con una mirada picándole en la frente. A veces aquella paranoia era simple resultado de los restos de suero que se ocultaban dentro de su torrente sanguíneo, más hoy, era una cosa que parecía muy real.
Encontró a Coriolanus mirándolo desde la silla junto a su cama y se le seco la garganta al verlo.
¿Había venido a terminar su tarea? ¿Iba a intentar matarlo ahora que todos dormían?
Se imaginó sus delgadas y pálidas manos alrededor de su cuello, o aplastando su almohada sobre su cara sin piedad, hasta quitarle todo el oxigeno posible. Terminando con lo que había empezado el día que grabo aquella confesión.
Había escuchado su voz lejana mientras luchaba por apartarse del efecto de la morfina, o al menos creía que era su voz, pidiendo disculpas. Podía que no lo fuera, Coriolanus nunca pedía perdón. Era un arrogante y seguro pensaba que lo que había hecho había sido por su bien y no algo que lo había condenado a esta tortura diaria. Seguro que Coriolanus conseguiría excusar su traición con alguna cosa moral que sólo él entendería.
Pocas veces deseaba tanto ser capaz de huir como ahora. Intentó darle ordenes a sus piernas para que lo pusieran de pie, pero fue inútil y hasta humillante. Como si su cuerpo no fuera suyo.
—Perdona, no quería despertarte. —Coriolanus...
Tiene la garganta tan seca que le duele al hablar. Siente que está vomitando veneno: amargo y asqueroso.
El nombre de Coriolanus ahora sabe a veneno.
Lo mira un momento incapaz de ignorar el brillo que aparece en su mirada y el fantasma de sonrisa que le adora el rostro. ¿De qué se ríe? ¿De que ahora Sejanus es miserable? ¿De que aún, en esta condición, su nombre parece un rezo en sus labios?
No puede creer que alguna vez pensó que conocía a este chico.
—Hola.
Su calma empieza a generarle ansiedad. Si ha venido a matarlo ¿Por qué no lo hace de una vez?
— ¿Estás aquí o en mi cabeza? —pregunta realmente convencido de que esta solamente es otra de sus pesadillas.
A veces en ella ve a Coriolanus envolviendo la soga al rededor de su cuello y activando la trampilla en el árbol del ahorcado. A veces lo ve arañarle los ojos con uñas echas de acero, arrancándole la piel sin piedad para vestirse de ella.
¿Por qué esa parte del sueño no llega? ¿Por qué Coriolanus sostiene su mano con calma? —Aquí, realmente. —Oh...
Bueno, al menos el Coryo de sus sueños era algo predecible. Este chico aquí junto a él era un misterio, pero no uno emocionante. Un misterio aterrador.
