Capítulo XI

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ONCE:
"PROBLEMAS"

Coriolanus se despierta de golpe, alertado por el sonido de la suela de unos zapatos golpeando el suelo cerca de él. Por un instante pensó en que era Tigris andando de acá para allá mientras preparaba alguna sopa de repollo para el desayuno. Fue un pensamiento fugaz.

Y entonces recordó que ya no vivían solo los tres.

Abrió los ojos de repente y se encontró con la imagen de la Sra. Plinth abriendo la cortina para dejar de entrar algunos rayos de luz a la habitación.

Se alarmó.
¿Qué hacía la Sra. Plinth en su habitación?

Examinó la habitación con la mirada y se dio cuenta de que no era su habitación.

—Querido —la mujer otra vez le mostró su expresión de arrepentimiento—. No quería despertarte.
—E-es que... —rápidamente cayó en la realidad.

Seguía en la habitación de Sejanus, sosteniendo su mano.
Que humillante.

—Es que... —di algo—. No quiso soltarme.

Fue lo único que se le ocurrió.

—Debe haberte reconocido —sonrió mientras se acercaba a su hijo que todavía tenía los ojos cerrados—. Nunca ha sostenido la mano de nadie más.

¿Reconocido? Como si fuera un perro tras su dueño.
Podría reírse de eso si todavía no estuviera tan adormilado.

En parte, era reconfortante que hubiera sido ella quien lo hallara en aquella situación. No tenía que darle más explicaciones.
En realidad, podía usarlo a su favor.

—¿De verdad?
—Quizá lo hace feliz saber que estás bien. 

La curiosidad le burbujea por dentro. Quisiera ser capaz de preguntar cuál es la versión que ellos tienen sobre la condición de Sejanus.
¿Cuánto tiempo lo habrán tenido en arresto antes de enviarlo de vuelta a casa?

—He preparado algo para el desayuno cielo, por si quieres bajar.
—Oh sí, supongo que tengo que hacerlo. Tigris se extrañará si no me encuentra en la habitación.
—Seguro.

Suelta el agarre de Sejanus y atraviesa la habitación con intenciones de perderse en el pasillo que lo lleva a las escaleras.

—Señora Plinth —suelta sin pensar.
—Dime, cariño.
— ¿Cómo es que ellos dos están comprometidos?

En realidad, quiere preguntar: ¿Por qué ella?

—Bueno, ella me comentó que le habías dicho que si necesitaba alguna cosa con urgencia podía acudir a mi —recuerda eso—. Lo que sucede es que tu abuela se puso enferma y me pidió ayuda con sus cuidados. Yo, sinceramente, prefiero no indagar en lo que hay detrás de todo.

Habla de su pobreza.
Lo entiende.

—Fue muy dulce y agradable. Me alegró por fin tener a alguien con quien conversar. Es una chica preciosa.
—Lo es, sí.
—Después de enterarnos lo de Sejanus, estaba muy preocupada por ti así que simplemente tratamos de tranquilizarla y decirle que si alguna cosa hubiera sucedido seguro que ya lo sabríamos.
—Claro.
—Una tarde, cuándo regresaba del pueblo, la encontré esperándome mientras charlaba con mi marido. En la cena él me dijo que era lo mejor. Que nunca nadie más querría casarse con nuestro hijo en aquel estado. Pensé que era descabellado, yo...pienso que él va a estar bien ¿Sabes? Pero no puedo engañarme tanto. Sé que nunca fue bienvenido por las chicas de tu clase.
— ¿Y Tigris aceptó?
—Fue un trato entre ellos dos. Lo único que pude hacer fue ayudarla con la mudanza. Con Strabo las cosas son así, él toma las decisiones y los demás solamente nos acoplamos a ello. Así fue como nos fuimos del distrito dos.
—Lo siento.
—No tienes nada que sentir cielo. Está bien, fue para proteger a Sejanus. Lo sé —le dio una mirada al niño que todavía dormía plácidamente—. Hicimos de todo. Y aún así, lo estamos perdiendo.

—N-no —se acercó un poco a ella—. Sejanus es un chico fuerte. Él va a salir de esta.
—Claro —recobró la compostura y le enseñó una sonrisa muy forzada—. Claro que sí.

Nunca se lo habría imaginado, pero aquella mujer se estaba rindiendo frente a él.
Era una imagen muy difícil de ver.

Le dio una mano un corto segundo y entonces salió de la habitación, donde el aire había empezado a volverse pesado.
Imaginaba que era difícil. Hacer todo para proteger a tu hijo y que terminara de aquella forma tan desagradable. Preso de su propio cuerpo.

Solo pensarlo le causaba escalofríos.

Se dio una ducha rápida y se quitó la pereza de encima antes de bajar las enormes escaleras que daban al salón.
El aroma a la comida de Ma Plinth había invadido cada rincón.

Eso era lo único bueno de este lugar.

Buscó a su prima con la mirada pero no la encontró en ningún sitio.
¿Ya se había ido?

Tomó un trozo de tarta y camino por las habitaciones tratando de encontrar un rastro de la chica. Y lo encontró.
La descubrió en su estudio, llorando en silencio.

—Tigris...

Ella se sobresalto ante su presencia.

—Coryo, pensé que seguías durmiendo.
—Ya no...

Se acercó con cautela y ella se apresuró a secarse las pocas lágrimas que seguían en su rostro.

—¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
—Si, no pasa nada.

Llevaba el abrigo de su madre encima de su ropa común. 
Algo le sucedía, y no era nada.

—Tigris...
—No te preocupes Coryo, todo esta bien ¿Desayunaste?

No le gustaba que ella lo evadiera.
No le gustaba esta nueva ella que hacía cosas a sus espaldas. Le sabia mal.

Quería de vuelta a la Tigris de antes, a la que hacia todo por su familia sin importar lo grave que fueran las cosas. 

—¿E-es por Sejanus? 

No sabía porque se la había ocurrido aquello, era como una especie de intuición.

—Me da mucha pena —confeso ella—. Verlo así.
—Pero ¿No va a mejorar? —fingio preocupación.
—No te preocupes.

—Tigris...

Ella soltó un suspiro de resignación.

—Strabo me ha pedido que adelantemos los preparativos de la boda. 
— ¿Qué? ¿Por qué?
—Dice que su salud va a peor. Temé que si no nos apresuramos...

— ¿Y vas a casarte? ¿Aún así?

—Coryo yo...solamente quiero protegerlos, a la abuela, a ti...
—No lo entiendo...
—Solamente quiero que alguien me quiera.

Confesó sin vergüenza alguna.

— ¿Y tú? —escupió con algo de enojo—. ¿Tú lo quieres a él?
—Si. Lo quiero.

Estaba en problemas.

[borrador]

N/A: jsjsjs momento triangulo amoroso? yo no sé.

Ann.

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