Capítulo VII

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Resultados

Camina por los pasillos que alguna vez recorrió siendo otro chico: un chico que todavía no se conocía tanto como se conoce hoy. Ahora tiene claro todo lo que haría por salvar su estatus, y eso, es mucho más de lo que tenía en aquel entonces.

No le parecía tan extraño cuándo los guardias del recibidor ignoraron su presencia de manera descarada, al menos, no hasta que consiguió llegar al ascensor que daba al laboratorio sin tener que dar explicaciones.
Era quizá algo obvio, después de todo, la Dra. Gaul siempre le había dejado claro que lo consideraba alguien inteligente. Ella ya debía haber advertido que, en algún momento, iba a presentarse a verla.

—Joven Snow —escuchó su voz lejana e inmediatamente empezó a tratar de encontrarla con su mirada— ¿Qué tal su viaje?

Recorrió el laboratorio a paso lento, admirando sin ver las criaturas extrañas que estaban encerradas en enormes jaulas de vidrio. Eran seres desagradables pero nada de lo que viese aquí podría parecerle tan repugnante como aquellos mutos con plumas del distrito doce. 
Era una ironía que no estuvieran creados dentro de este sitio.

—Bien —soltó justo al tiempo que la encontró alimentando alguna otra criatura modificada.

Solamente pudo mantenerle la mirada escasos segundos porque, las pantallas tras de ella robaron su atención con una rapidez sorpresiva.
¿Estaban allí cuándo esas serpientes mordieron a Clemencia? ¿o eran una nueva adquisición para sus nuevas ideas?

—Tengo que admitirle que, aunque siempre tuve grandes expectativas puestas en usted, me sorprendió recibir su envió tan  estratégicamente ¿Sabía que ese había sido su uso en la guerra? Reclutaban información y reproducían el mensaje una vez que habían vuelto a su base. Fue una buena manera de tener conocimiento sobre los planes rebeldes.
—Hasta que los rebeldes los descubrieron.
—Sí, una verdadera lástima.

Se acercó a él a paso decidido y siguió su mirada una vez estuvo parada a su lado:

—De cualquier manera, me gusta más supervisar mis proyectos en persona —sonrió con frialdad— ¿Le gustaría acompañarme? Quiero saber porque se ha pasado a verme tan pronto. 

Mientras caminaban a la par hasta un destino que él desconocía, se debatió internamente por donde empezar su planteo. Había tantas cosas en su cabeza que no podría advertir cuál era menos ridícula.

—Me dijeron que no iba a volver, al menos, hasta dentro de veinte años.
— ¿Después de todo el tiempo que invertí en usted? Seguro que no habría sido igual de educativo si le advertía que se terminaría alguna vez. 

Ósea que ¿No solo volvía por qué su prima estaba a punto de casarse?
¿la Doctora siempre tuvo planes de hacerlo volver a casa?

—Me sorprendió en parte cuándo me comunicaron que había pedido el distrito doce, pero bueno, los errores también son parte del aprendizaje.
—Créame, eso lo sé. Sí que he aprendido.

Admitió con molestia.

— ¿Por eso está aquí, señor Snow? ¿Para preguntarse por qué volvía?
—Pensaba que tenía algo que ver con Tigris.
—Muy adorable —no lo dice como un cumplido—, tiene talento pero carece de ambición. 
— ¿Tigris?
—En este mundo estar dispuesto a hacer lo que sea para conseguir el orden es algo que solo pocos tienen. Como usted.

Hizo un ademan frente a un muro totalmente blanco y al cabo de unos segundos, un panel casi trasparente se iluminó frente a ellos: un seguro.
No había visto algo así antes, como todo lo que había dentro de ese laboratorio.

Cuándo la puerta se abrió ante ellos el fuerte color rojo destacó entre todo lo demás; sobre una silla pegada a una de las paredes yacía un uniforme de la academia y una camisa color azul.
Otra vez pensó en Clemencia, pero entonces recordó que su prima le había dicho que ella era quien aportaba ideas para la nueva edición de los juegos dentro de un año.

Seguro ya no había rastro de aquella picadura de serpiente más que en la memoria de ellos dos.

De repente unos gritos llenaron el vacío silencio que había comenzado a instalarse en el ambiente.
Gritos desgarradores llenos de terror, y aunque no quiso, lograron estremecerlo por completo.

Primero fue la sorpresa, pero después de un par de segundos, mientras escuchaba al heredero de los Plinth ahogarse entre sonidos desgarradores, empezó a sentir que se le pegaba su terror.
Cómo si pudiera sentir una pizca de lástima por lo que le estaba pasando.

— ¡Ma¡ ¡Por favor, Ma!

Tenía los puños apretados alrededor del dobladillo de su camisa, tan fuerte que cuando dio un respingo se arañó la palma de la mano.

Una oscura carcajada se coló en sus oídos desde algunos pasos atrás:

—Creía que no eran amigos —se volvió a mirar a la Doctora Gaul que le sonreía con malicia— ¿No fue usted mismo el que lo dijo?
—N-no somos amigos.
—Entonces debería reconsiderar lo que eso significa para usted, señor Snow.

Se sintió furioso cuando tuvo que agitar los párpados para espantar lágrimas que no había notado aparecer.

—La empatía por los rebeldes tiene que haber sido algo que le pegó su amigo Plinth.
—Yo no empatizo con rebeldes, yo le envié ese charlajo para dejarlo claro.
—Entonces supongo que esas son lágrimas de alegría —se encogió de hombros—. No se preocupe por él, usted quizá le evitó un destino peor...
— ¿C-como cuál?

Le costaba pensar con los gritos de Sejanus tras su conversación. Le entraba una curiosidad extraña.

Cómo sí no le hubiera bastado con ver lo que aquellas serpientes coloridas le habían hecho a Clemencia.
Quería saber que era aquello que le producía tanto dolor a alguien tan grande como Sejanus.

Siempre había sido un tipo corpulento, algo que delataba su clara alimentación buena, además de no carecer de dinero, la cocina de Ma pondría así a cualquiera.
Si no fuese porque era sensible como un niño podría haber intimidado a cualquiera.

—Me habían informado sobre su presencia en uno de los ahorcamientos públicos ¿No? Es lo que hacen con los traidores
—Sejanus es un idiota no un traidor.

La mujer volvió a carcajearse. 

—Puede que si...

Empezó a sentir un temblor apoderarse de la punta de sus dedos.
Bien lo había dicho la noche anterior, no podía soportar aquellos alaridos que tanto le recordaban a los Sinsajos.

Conseguían estremecerlo.

La Dra. Gaul caminó delante de él unos cuantos metros y se detuvo a contemplar algo detrás de una enorme pared de cristal, Coriolanus lo dudó unos segundos pero cuándo consiguió controlar sus manos, entonces, la siguió.

Primero vio su cabello, empapado, pero aún así rizado, como siempre.
Contempló el sufrimiento en su rostro y el esfuerzo que hacía por zafarse.

Tenia grilletes alrededor de las muñecas y correas alrededor del torso del cuerpo.

Por el rabillo del ojo, pudo distinguir como una sonrisa se asomaba al semblante de la mujer parada a su lado.

— ¿Q-qué es lo que hace con él?
—Tranquilo señor Snow, ya se lo dije una vez: el placer de experimentar resultados por si mismos es responsabilidad de cada uno. 

¿Qué?

all the things you stole from me ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora