𝘊𝘰𝘯𝘷𝘪𝘷𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢

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gatodeaccion

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Siempre odié la escuela militarizada. 

Estuve desde el preescolar en una academia militar ya que mi madre estaba obsesionada con que su hijo sea un defensor de la patria y esas mierdas que nunca entendí.

Durante todos los años que duró mi educación primaria, fui molestado por ser el más bajo de mi clase, casi nunca tuve un amigo y los profesores me molestaban diciendo que era un débil espécimen. Aun así, mi madre se empeñó en que continuara sufriendo los desprecios de un sistema asqueroso y vomitivo.

No cambió mucho cuando empecé la secundaria. Me hice buen amigo de un tipo y su hermano, además de otro muchacho que tenía la melena de un león. Literalmente éramos los cuatro contra el mundo, pero la pubertad es cabrona y mientras a mí se me llenaba la cara de acné, Ray crecía y crecía, a Mikey lo dejaba cada vez más ciego, Gerard dejó de ser el patito feo para volverse el cisne más hermoso del lugar.

El tipo era el friki definitivo, pero muy guapo y eso hacía que las chicas —y chicos— estuvieran tras él como putos dementes. No iba a culparlas. Gerard era demasiado bello y era normal que tuviera toda la atención sobre él... desgraciadamente yo también sufría de ese mal y fue terrible cuando empezó a separarse de nosotros porque según él "no éramos lo suficientemente cools" como para estar a su lado. las juntas que traía solo hicieron que el ego enorme que tenía escondido saliera a relucir y viéramos quien era en realidad.

Todos nos decepcionamos, inclusive Mikey porque no esperó que su propio hermano le diera la espalda, pero al final de cuentas la decepción no servía de nada porque eso no nos devolvería al Gerard que conocimos tiempo atrás.

Y ese año fue distinto, ya estábamos en los grados superiores y nos dividían por parejas en las habitaciones. Mikey y Ray tuvieron suerte cuando les tocó compartir espacio, pero yo no. Me tocó compartir el cuarto con Gerard. No estaba muy emocionado, aunque debí porque realmente estaba loco por el chico, pero de ver la manera en cómo me trataba, simplemente me decepcionaba cada vez más.

Era terrible la convivencia con él, era un puto puerco y tiraba su ropa sucia y basura por todos lados, así que cuando los inspectores revisaban los cuartos siempre salíamos castigados gracias a su maldito desaseo. Pedí muchas veces que me cambiaran de habitación, pero tuve que tragarme una negativa muchas veces. Según, convivir con un imbécil como él ayudaría a formar mi paciencia y tolerancia. Por Dios...

Lo peor, fue que desgraciadamente me tocó compartir sitio con él durante los años que faltaban, así que, para el último año, yo ya estaba curado en salud. Poco me importaba ver su reguero, solo tiraba las cosas a su lado de la habitación y evitaba molestarme cuando llegaba sudado del entrenamiento y dejaba sus botas llenas de lodo en el suelo limpio. Sabía que ese era el último año y que no volvería a verle la cara nunca más.

Pero no entré en razón que los adolescentes teníamos las hormonas bastante alborotadas a esa edad y bueno... algunas veces encontré a Gerard con alguna chica en su cama. Cuando pensé que ya estaba totalmente curado, descubría una nueva forma de cabrearme y joder... eso si me desataba. No sabía si eran celos, porque en ese tiempo dejé de lado mi atracción hacia él. Me desahogué en una libreta que tenía, escribí todos mis sentimientos, pero luego de recapacitar solo me di la oportunidad de salir con un par de chicos durante el año escolar, pero personalmente me daba mucha rabia que fuera tan atrevido de meter a alguien más a la habitación porque la zona de las chicas estaba alejada de la de hombres y eso sí que era una falta grave.

𝘐𝘯 𝘢 𝘍𝘳𝘦𝘳𝘢𝘳𝘥 𝘞𝘢𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora