Pasado || 10

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Narrador omnisciente

La mirada de la pelinegra estaba clavada en el celular, su rostro poseía un semblante furioso, junto a un pequeño fruncimiento de labios.

Sin duda alguna estaba enojada, ¿Cómo no estarlo? Sus padres por quinta vez la habían dejado plantada.

Luego de maquillarse y tardar más de seis horas en encontrar el vestuario y maquillaje perfecto, sus progenitores decidieron tomar la decisión de cancelar (de manera muy sutil) su cita al restaurante.

¿Como no enojarse? Lleva meses esperando esa cita con ellos, quería hablar con ellos y expresar su gran desánimo de cambiar de institución.

¿Qué harían si de un momento a otro deciden por casualidad del destino mandar los a un internado? Habían dos opciones; entrarían en pánico o simplemente tendrán que abstenerse a su triste futuro.

Ella había elegido la primera. ¡Iba a perder todo! Sus amistades, sus ligues, su estatus y sobre todo su estabilidad emocional.

Si, aunque no pareciera ella era muy sentimental, cada mínimo detalle que ocurriera en su vida le afectaba.

Y ahora que decidió hablar con sus padres de su repentina decisión estos se encontraban indispuestos.

De un momento a otro el celular que yacía en su mano impactó contra la cerámica del suelo, quebrándose la pantalla, dejando un inservible aparato electrónico.

No paso tanto tiempo para que las lagrimas comenzarán a deslizarse por sus mejillas, para ella no era justo, al menos le hubieran preguntado si ella deseaba irse. Pero, no lo hicieron, solo le impusieron eso y no habría vuelta atrás; sus padres cuando querían algo no dudaban en hacer todo lo posible para conseguirlo.

En este momento eso estaba más que claro, querían que fuera a ese prestigioso Internado, ¿Para qué? No se sabía, simplemente se lo ordenaron y debía de cumplir la orden.

Siempre había sido así, cumplir todo lo que le pedían. Era algo aturdidor pero debía de hacerlo, sino sus padres no estarían orgullosos de ella.

Pero estaba cansada, cansada de fingir una sonrisa delante de todos, cansada de tener las mejores notas para recibir una simple y vacía "felicitación".

Ya no podía más, en algún momento esa máscara de "perfección" debía de desaparecer, o lo hacía por su cuenta o simplemente terminaría estallando.

Sus rodillas no tardaron en impactar contra la fría cerámica en la cuál había destrozado su celular, las lagrimas se desbordaban por todo su pálido rostro.

No era justo, y menos para ella, alguien que siempre había velado por la felicidad de otras personas en vez de la suya propia.

Los sollozos no paraban de escapar de sus rosados labios, ella no quería irse, no quería hacerlo.

Quizás era la idea de perder todo lo que había logrado, pero, en el fondo sabía que no era eso, la razón por la que temía de irse era otra.

Su futuro.

Una simple palabra que describía todo su temor, las siguientes preguntas abordaron por completo su mente.

¿Qué pasaría después?

¿Cómo será por allá?

¿Tendré la misma aceptación que aquí?

Pero, sobre todo.

¿Ellos estarán orgullosos de mí?

Tantas incógnitas con tan pocas respuestas.

Solo quedaba algo, aceptar su cruel y despiadado destino, no podía hacer nada más, únicamente tratar de sobrevivir en el nuevo lugar y, al menos, tratar de acoplar se a el nuevo ambiente en el cuál habitaría.

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