Conversación || 36

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Katya Petrova

Mis ojos estaban clavados en la carretera, en ningún momento perdí de vista el camino que tomaba. Dirigí mis ojos brevemente hacía el navegador, confirmando si iba por el camino correcto.

La brisa fría me pegaba removía el cabello, pegando lo de esta manera contra mi rostro. El día estaba nublado, parecía que no tardaría en llover en cualquier momento.

Acomodé con mi mano libre un mechón de cabello detrás de mí oreja, percibiendo a lo lejos un vecindario.

Mi destino.

Fuí bajando la velocidad del auto al entrar en el área, varios niños corrían de un lugar a otro jugando, otras personas hacían uno que otro asado afuera apesar del clima.

Todo se veía muy pintoresco por esta zona. Las casas eran grandes, de colores llamativos que no llegaban a molestar a la vista, el pasto verde se veía muy bien cuidado.

Percibí un casa de un color crema a lo lejos, la comisura de mi labio se levantó. Me estacione en la acera de la residencia, bajé completamente la velocidad del auto, con mis ojos atentos en la estructura.

Extendí mi mano, dándole un sorbo a mi botella de agua.

Había llegado.

La pantalla de mi celular se encendió, llamando así mi atención a la misma. Un mensaje.

Leonardo.

Pronuncié el nombre en mi mente, agarré el aparato y con rapidez entré al chat. Respondí el mensaje, colocandolo en su lugar.

Me retiré el cinturón, abriendo la puerta del auto. Cerré la puerta detrás de mí, quedando al frente de la casa.

Anne. Anne. Anne.

El sonido de mis tacones resonaron en el pavimento  de cemento, al llegar a la puerta del lugar toqué el timbre, cruzandome de brazos.

Con paciencia esperé unos segundos hasta que por fin la puerta fue abierta.

— Espera un momento, estoy ocupada. — la voz de la rubia habló en dirección al interior de la casa. Tenía un par de papeles en la mano y una taza de café en la otra. Al dirigir sus ojos a mi un sonido sordo se hizo presente.

Los pedazos de cerámica cayeron al suelo, rompiéndose en pequeños pedazos. Di un paso hacia atrás, evitando que el café salpicara mi vestimenta.

— Anne, ¿Qué fué eso? — una voz masculina resonó en el interior, aún así, la chica delante de mí no se inmutó ante el llamado.

La rubia tenía la boca entre abierta, podía escuchar su respiración acelerada apesar de nuestra distancia, sus manos temblaban, estas mismas apretaban los papeles en ellas con fuerza, arrugando el material del mismo.

Sus pupilas estaban dilatadas. ¿Miedo? Tal vez.

Si yo fuera ella también estaría asustada.

Me agaché, sacando de mi cartera unas toallas de papel. Envolví la cerámica rota en ellas, metiendo los trozos en una bolsa de plástico que había encontrado.

Un chico apareció en mi campo de visión. Alto, cabello negro, ojos hazel. Realmente, su apariencia no llamó mi atención, lo hizo la cicatriz en su rostro.

Una que llegaba de la mandíbula hasta su pómulo izquierdo.

¿Un policía con un criminal en casa, tal vez?

Le regalé una sonrisa amable, señalando a la chica paralizada delante de mí.

— Se le cayó esto. — le mostré la bolsa en mi mano.—. Anne, ¿Estás bien? ¿Te cortaste? — pregunté en un tono de preocupación perfectamente fingido, tratando de tocarla pero, no lo hice.

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