Volviendo a el infierno || 19

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Katya Petrova

Mi mirada se mantenía clavada en la castaña que tenía enfrente, sus ojos no se despegaban en ningún momento, transmitiendo me cierta sensación de familiaridad.

Ella me estaba analizando, y como no hacerlo, después de todo estaba delante de su peor enemiga.

Porque, aunque yo no quisiera aceptarlo desde hace tiempo ella y yo habíamos pasado de ser conocidas a enemigas.

Traté de intercalar en lo más profundo de su ser, pero, como las anteriores veces; no lo logré. Por otro lado, podía notar como con una sola mirada podía descifrar me, como estudiaba y calculaba cada uno de mis gestos y actos, buscando de alguna manera alguna falla para verme caer.

Llevaba el típico uniforme escolar, a diferencia de mí ella tenía dos coletas las cuales eran amarradas por dos lazos rojos.

Ya que aunque ella quisiera parecer tan justa como hacía ver, no lo era, solamente escondía el demonio que era detrás de su fachada angelical.

¿Cómo lo sabía? Esa era mi misma técnica.

Un monstruo puede reconocer a otro solo con escuchar su voz, la oscuridad que poseen dentro de si mismos es tan grande que al frente de otro de su misma especie es imposible ocultar la.

En este exacto momento me encontraba con el terror andante de Lissa Ivanova, la persona la cuál trato de olvidar día y noche pero, en cambio provocó que salga más a la luz su secreto.

Corrección, nuestro secreto.

Desde su llegada había algo diferente, algo me decía que no era como las demás. Su mirada era conocida, tenía algo que me advertía internamente que estaba corriendo un increíble peligro al estar cerca de ella.

Si, una amiga de la infancia que sentía conocida.

Pero, esto tiene un trasfondo más lejos de lo esperado, algo que no he tenido el valor de contarles porque, como en toda historia hay secretos en esta igual.

Solo que más de los deseados.

Una sonrisa burlona se extendió por su rostro, provocando que elevará mi ceja con confusión.

— Entonces, esta es mi presa — afirmó, recibiendo un asentimiento por parte mía.

¿Por qué sentía que había algo diferente? Me tocó contarle todo el protocolo, como si no lo recordara.

Como si nunca hubiera vivido ese momento.

Si, ya te expliqué todo y debes de cumplir las reglas a el pie de la letra. De esta manera nos mantenemos a salvo de las diferentes amenazas que presenta este trabajo.

—¿Con qué objetivo? ¿El de siempre? — indagó. Observé en su mirada que no lo preguntaba por curiosidad, al contrario, indagaba para recibir la respuesta que desde hace un par de minutos quería oír.

— ¿Qué supones?

— Que hacen esto por puro placer, obvio — respondió con un ligero encogimiento de hombros—. O, tal vez no, pero, ¿Quién soy yo para juzgar los? De todos modos todos, incluyéndome, estamos cortados con la misma tijera.

Sonreí falsamente.

— Dayana Torres, Colombiana, dieciocho años, de intercambio, calificaciones excelentes y por lo que puedo notar cara de culo nivel supremo — dijo en voz alta, leyendo el expediente que recientemente le había entregado—. ¿Me cuentas algo de ella?

Asentí, suspirando.

— Los he observado, para ser sincera, conozco un poco más sobre ellos y, podría decirse que ya tengo su afiche de personalidades — respondí —. De carácter fuerte, su celular es su vida entera, sociable, tranquila, es más de pasar desapercibida que destacar.

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