Jugadas en mente. || 33

26 7 76
                                    

Anne Steinfeld.

En lo profundo de sus recuerdos.

Caminaba por todas las calles, colocando volantes con la cara de mi hermana impresa en estos.

Solo de recordar sus facciones el nudo en mi garganta regresaba, provocando así un pequeño mareo en el proceso.

Tal vez se debía a el simple hecho de no haber comido bien durante una semana entera, o también al no dormir mis horas completamente.

Lo único claro que tenía era que quería encontrarla, sin importar qué sucediera.

Sentía mis ojos cerrarse lentamente del agotamiento pero me obligué a mantenerme firme.

Ella no querría verme desvanecer tan fácilmente.

Seguí con mi camino, colgando los pocos volantes que se hallaban aún en mis manos. al terminar de colocarlos me di una vuelta por una cafetería.

Me senté en una mesa con vista hacia la ventana mientras observaba el cielo, sus matices azulados en ocasiones me hacian olvidar la realidad pero, en este caso, no estaba causando nada en mí.

Solo podía ver en el mismo un gran vacío.

Dirigí mis ojos a la taza de café entre mis manos, la llevé a mis labios y sople, seguidamente le dí un pequeño sorbo.

¿Donde podría encontrarse?

Buscamos en todos lados pero nada, parecía que la tierra la hubiera absorbido y desechado en otro planeta o universo.

Abbie. Abbie. Abbie.

¿Qué te sucedió?

( … )

Abracé de manera fuerte el peluche de felpa entre mis brazos, sintiendo las lágrimas caer por mis mejillas llegar a la fina tela de color marrón.

Estaba en su cuarto, todo había quedado como la última vez.

Su perfume permanecía en el ambiente, ese aroma floral que tantas veces le dije que me disgustaba era lo único cercano a ella en este instante.

Miré el marco en el cual nos encontrábamos ella y yo.

Habían tomado la foto hace dos navidades. Solo éramos nosotras dos, sonriendo a la cámara mientras nos envolviamos con nuestros propios brazos.

Sus ojos color ámbar brillaban como nunca, su cabello que para ese entonces estaba teñido de un color azul se veía sedoso.

La felicidad desbordaba en esa imagen, ¿Cómo pudimos pasar de estar juntas a no saber absolutamente de su paradero?

Dejé el marco a un lado de la cama, enrrollandome entre las sábanas de color blanco.

La presión en mi pecho nunca desistió, se mantuvo allí. Desde esa tarde que no la volví a ver presentía que algo saldría mal, aunque no le dí importancia a mi corazonada.

Cerré los ojos, soltando un pequeño sollozo que callé abrazando con más fuerza el peluche de felpa.

Podía ver nuestros recuerdos juntas pasar como una serie de fotos en bucle.

Desde cuando aprendí a andar en bicicleta, hasta cuando peleabamos por la porción más grande de pizza.

Apesar de yo ser la menor siempre era protectora con ella, creo que se podría deber a el sentimiento de querer recompensar sus cuidados hacia mí.

KUZNETSOV Donde viven las historias. Descúbrelo ahora