Espera, ¿Qué está sucediendo? || 32

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Katya Petrova

El flash de las cámaras me tenía cegada, eran tantas que no sabía ni a dónde mirar.

Ya estaba acostumbrada a este tipo de eventos pero, cada vez crecían el número de aparatos que se suponía era para tomarnos fotos.

Sentía mi cara adormecida de tanto sonreír, no me sorprendería si luego de esto la sonrisa se quedara plasmada en mi rostro inconscientemente.

Mis mejillas ardían, cada vez tenía que sonreír más grande, tanto por los invitados como por los paparazzi, y de no hacerlo recibía uno que otro pellizco por parte de Sanya.

« Sanya »

De solo recordar su nombre la impotencia comenzaba a correr mis venas.

Tantos años en los cuales me esforzaba por llamar su atención, hacía todo lo que podía para solo recibir una mirada cargada de odio, como si tan solo mí existir fuera un castigo para ella.

Esos ojos que desprendían cariño a cualquiera que mirara solo me transmitían un sentimiento: odio.

Acomodé de manera rápida mi vestido, que se encontraba un poco arrugado al ver entrar en mi habitación a mi supuesta "madre"

« Si es que a eso se le puede decir así »

Ni siquiera se tomó la molestia de darme una mirada, solo le dió un par de instrucciones a la que era mi niñera para luego largarse.

A través del espejo miré mi reflejo, odiaba cada parte de mí con tan solo verlo, me parecía tanto a ellos.

Tenía los ojos y cabello igual a los de ella, de pequeña me encantaba que fuera así, pero ahora solo me provocaba arrancar los de su lugar.

Y de él tenía la personalidad, lamentablemente tantos años de convivir con su persona me hizo crear una actitud basada en la suya.

Los ojos ámbar de mi niñera se posaron en mí, se acercó lentamente, agarrando el cepillo que se mantenía reposando en una de mis mesas de noche.

A paso cuidadoso se fué acercando hacía mí, hablando en un tono un poco bajo:

— Su madre me pidió que se arreglara, señorita — frunci el ceño, mirándola a través del espejo.

— ¿Acaso no observó que ya estoy arreglada? Tengo el vestido que ella me compró y el peinado que ella misma le ordenó que me hiciera.

La niñera en ningún momento levanto la mirada.

— Ella dijo que no le gustaba como se le veía — sus palabras cayeron como un balde frío sobre mí, ¿La maldita ropa que ella misma había comprado no le gustaba?—. Y pidió que se pusiera su pijama.

Había quedado aún más confundida que la anterior vez.

— ¿A qué te refieres? Si bajo a la sala con los invitados presentes vestida de esta manera tan informal es capaz se matarme.

— Usted no bajara — ahora lo entendía.

Sentí como mis ojos se aguaron de manera rápida, mi vista se hizo borrosa pero me resigné a llorar, y menos delante de ella.

— Puede retirarse — exigí en voz baja.

— Señorita, pero—

— Que te puedes retirar, Maggie, yo puedo hacerlo sola — la interrumpí con un tono suave, porque apesar de todo ella no tenía la culpa de las decisiones que tomaban mis padres.

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