Razones para escapar || 37

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Ivan Barvanov

El ruido en el lugar no me distraía, de cierta forma me calmaba de alguna manera para olvidar el caos que en este preciso instante eran mis pensamientos.

Sábado.

De solo nombrarlo mentalmente un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Día de visitar a la familia.

Un momento muy ansiado por muchos pero, que para mí solo significaba algo: molestia, irritación y amargura.

Ver la cara de mi padre no me disgustaba en gran cantidad, al final siempre terminaba encerrado en mi habitación para tratar de evitarlo. El inconveniente era la hora de cenar.

Uno de los momentos en los que tenía la obligación de enfrentarlo.

Como todas las noches surgía la misma conversación que llevaba escuchando desde que tengo uso de razón. Tan tediosa que lamentablemente mi cerebro la había guardado en algún lugar del mismo, como un tatuaje en mis recuerdos.

Podría evitar visitarlo, de no ser por dos razones con mis mismos ojos: mi madre y mi hermana.

Las únicas personas que captaban mi interés en esa casa. Imploraba todas las noches al cielo que con rapidez se llevará al viejo, no soportaría un día más teniéndolo cerca.

Pero, siempre hay que hacer sacrificios.

Abrí mis ojos, asimilando de una vez la realidad en la que se desarrollaba el ambiente. Los pájaros volaban de un lado a otro en parvada, siendo guiados por el sonido de sus silbidos.

De seguro se están alimentando.

Los árboles cubrían la grande estructura, quitándole así la visión completa del panorama. Hojas secas descansaban en el pavimento de la casa, algo que realmente me sorprendió.

Mamá solía mantener todo limpio. De seguro el jardinero hace la limpieza hoy.

El ramo de flores entre mis manos recibió un pequeño apretón por mi parte, me encaminé a la entrada de la mansión. Con mis nudillos toqué la puerta, esperando paciente a que abrieran.

Jugué con las flores entre mis manos hasta que escuché el sonido del rechinar de la puerta. Elevé la cabeza, encontrándome con un par de ojos marrones conocidos llamaron mi atención con curiosidad.

— ¿Carmen? — su nombre salió de mis labios con reconocimiento aturdido.

— Adelante, debes de estar hambriento. — se hizo a un lado con una sonrisa acogedora en su rostro arrugado, recobrando la conciencia entré, aún sorprendido de verla allí —. Tu madre te está esperando en el jardín. — sin más que decir, desapareció por la puerta.

Mis ojos pasaron por el lugar en el que anteriormente se encontraba la Nana.

¿Qué hacía ella aquí? ¿Por qué se fué tan apresurada?

A pasos lentos me dirigí a el jardín, organizando como podía todas las teorías que abarrotaban mi mente en ese preciso momento. La luz del aire libre arremetió contra mí, entrecerre los ojos, el olor a cesped mojado llegando a mis fosas nasales instantáneamente.

Como pude abrí los ojos, buscando con los mismos a mi madre que de seguro estaba cortando sus flores. Un cabello negro a lo lejos me advirtió de su presencia.

Un vestido floreado se movía a causa de la brisa mañanera, su corto cabello negro golpeaba su rostro. Sin darme cuenta una de mis comisuras se elevó, la sensación de familiaridad extendiéndose por todo mi pecho.

Se giro con lentitud en mi dirección, notando que me encontraba allí con ella. El par de ojos que había visto tantas veces me recibieron con calidad y una sonrisa que me tranquilizó, apesar de la lejanía entre ambos sentía su calor a mi lado.

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⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

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