Will tiene una afición muy extraña para un chico de catorce años: pasa su
tiempo excavando, buscando tesoros perdidos en las entrañas de la tierra. Así
descubre que, bajo el mismo Londres, existen lugares desconocidos, túneles
que no constan en ning...
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Al día siguiente, después de clase, Will y Chester reanudaron el trabajo en laexcavación. Con la carretilla llena de espuertas vacías, Will volvía de tirar la tierra yavanzaba hacia el final del túnel, donde Chester arrancaba la capa de piedra.
—¿Qué tal va eso? —preguntó.—Igual de difícil, no te quepa la menor duda —respondió Chester secándose elsudor de la frente con la sucia manga de la camisa. Al hacerlo, se ensució la cara.—Espera, déjame ver. Tú tómate un descanso.—Vale.Will encendió la lamparilla del casco para iluminar la roca. La punta del picodibujaba al azar los sutiles marrones y amarillos de los distintos estratos. Lanzó unprofundo suspiro.—Creo que mejor paramos y pensamos qué vamos a hacer. ¡No sirve de nadapegar cabezazos contra un muro de piedra! Vamos a beber algo.—¡Buena idea! —agradeció Chester.Se fueron a la sala, donde Will le pasó a su amigo una botella de agua.—Me alegra mucho que quieras seguir cavando. Engancha, ¿a que sí? —lepreguntó a su compinche.
Chester, que miraba distraído el fondo de la sala, le miró a los ojos.—Bueno, sí y no. Te dije que te ayudaría a perforar la roca, pero no estoy seguro.Anoche me dolían mucho los brazos.—Te acostumbrarás. Además, parece que hubieras nacido para cavar.—¿Eso piensas? ¿De verdad? —preguntó sonriendo.—No me cabe la menor duda. ¡Podrías llegar a ser casi tan bueno como yo, algúndía!Chester le lanzó al brazo un puñetazo afectuoso. Se rieron, pero en cuanto dejaronde reír, Will adoptó una expresión seria.—¿Qué pasa? —preguntó Chester.—Vamos a tener que pensar qué hacemos. El espesor de la veta de arenisca quizáno nos permita perforarla. —Will entrelazó los dedos y puso las manos encima de lacabeza, en un gesto heredado de su padre—. ¿Qué te parecería... pasar por debajo?—¿Por debajo? ¿No será descender demasiado?—No, ya he cavado otras veces más hondo.—¿Cuándo?—Dos de mis túneles han sido mucho más profundos que éste —dijo Will,evadiendo la pregunta—. ¿Te das cuenta? Si pasamos por debajo, la piedra areniscanos sirve de techo porque es muy sólida. Lo más probable es que no necesitemos niapuntalar.—¿No harán falta puntales? —preguntó Chester.—Será completamente seguro.—¿Y si no lo es? ¿Y si se derrumba con nosotros debajo? —Chester parecíabastante incómodo.—No te preocupes. ¡Vamos, manos a la obra!Will ya había tomado una decisión y se dirigía al tajo cuando Chester volvió allamarlo:—¡Eh!, ¿por qué nos dejamos los riñones en esto...? Quiero decir, ¿hay algoindicado en algún plano? ¿Cuál es el propósito?A Will le desconcertó la pregunta, y pasaron varios segundos antes de que pudieraresponder:—No, no hay nada señalado en el Servicio Oficial de Cartografía ni en los mapasde mi padre —admitió. Respiró hondo y se volvió a Chester—: Cavar es el propósito.—¿Así que tú piensas que hay algo ahí enterrado? —se apresuró a preguntarChester—. ¿Como las cosas de aquel vertedero antiguo del que hablabas? Will negócon la cabeza:—No. Por supuesto que las cosas que se encuentran están muy bien, pero esto esmucho más importante. —E hizo un desmesurado gesto con la mano abierta.—¿El qué?—¡Todo esto! —Will paseó la mirada por las paredes del túnel, y después por eltecho que tenían encima—. ¿No lo notas? Con cada palada, es como si viajáramosatrás en el tiempo. —Se detuvo, sonriendo—. Estamos donde no ha estado nadiedurante siglos... o tal vez nunca.—¿Así que no tienes ni idea de lo que hay ahí? —preguntó Chester.—Absolutamente ni idea, pero no voy a rendirme por un cachito de piedra —contestó con decisión.Chester seguía pasmado.—Es sólo que... pensaba que si no estamos buscando nada en particular, ¿por quéno cavamos en el otro ramal?Will volvió a negar con la cabeza, pero no ofreció más explicación.—Pero sería mucho más fácil —dijo Chester, cuya voz adquiría una nota deexasperación, como si supiera que no iba a obtener de su amigo ninguna respuestasensata—. ¿Por qué no?—Un presentimiento —respondió Will con sequedad, y empezó a andar antes deque Chester dijera algo más. Se limitó a encogerse de hombros con el pico en lamano.—Está loco. Y yo tengo que estarlo también, de remate. ¿Qué demonios hagoaquí? —musitó Chester—. Podía estar en casita, justo ahora, con la PlayStation,calentito y seco. —Se miró la ropa empapada y llena de barro—. ¡Loco de remate! —repitió varias veces.